Un verdadero final feliz


Crónica de una madre que no bajó los brazos

Mi hija desapareció en abril de 2013. Eran las 12:00 del mediodía, cuando me percaté de que mi hija no estaba. Momentos antes me había pedido permiso para ir al baño del lugar en dónde trabajo. Al ver que ya había pasado mucho tiempo empecé a buscarla junto con mi hijo que es mayor de edad. Ellos siempre estaban a mi lado porque era comerciante y siempre tuve la posibilidad de tenerlos conmigo.

Eran las 12:15 y no la encontrábamos. Fue en ese momento cuando realmente me asusté. Sentía algo en mi pecho que no puedo describir, una sensación extraña, sabía que algo había pasado con mi hija. Inmediatamente lo llamé a mi marido explicándole lo que había pasado. A  las 12:30 ya estaba su papá a mi lado buscándola en los alrededores con vecinos, conocidos y familia. Nadie me daba razón de ella. Le dimos tiempo para regresar, incluso pensamos que tal vez era un berrinche,  pero a cada minuto que pasaba nos angustiábamos más, porque no hubo ningún motivo de su  desaparición: no hubo regaño, pelea o algo que le disgustara.

El primer paso que di fue levantar una denuncia con el Ministerio Público. Afortunadamente tengo un amigo que trabaja ahí por lo que me iba asesorando para dar el siguiente paso. Él me dijo que pidiera la ALERTA AMBER para mi hija, y así lo hice. Pero grande fue mi sorpresa al darme cuenta que las autoridades no estaban enterados de lo que es la ALERTA AMBER, eso me asustó aún más. Sólo tomaron mi denuncia de hechos por la desaparición de mi hija y lo último que me dijeron fué que fuera el lunes a CAPEA (Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y Ausentes) para ver qué avances tenía mi caso. Todo esto pasó un jueves.

Acudí entonces a CAPEA para pedir informes y qué avances tenía la búsqueda de mi hija. Me entrevisté con la Trabajadora Social quien me dijo que ya había visto el libro (el libro es la información que llega a diario de personas hospitalizadas). Lo vi yo y no encontré nada, pero fué impactante para mí. La Trabajadora Social me pidió mi ficha, yo le pregunté: “¿Cúal ficha?” Y me respondió: “su ficha señora su media filiación de su hija” y le dije que nadie me la había dado, pues yo jamás había pasado por ese suceso y no sabía a lo que ella se refería. Ella, molesta, me contestó: “Ay, señora, ¿entonces quien está buscando a su hija?”. Esas palabras me cimbraron por completo, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, el saber que nadie la estaba buscando y ya había pasado todo un fin de semana. De mala gana la señorita me atendió en cada momento, me observaba, hasta que me dijo: «SEÑORA, USTED NECESITA TERAPIA PORQUE USTED SE VE QUE ES UNA PERSONA MUY VIOLENTA ¿QUÉ VA A PASAR CUANDO USTED ENCUENTRE A SU HIJA? MEJOR PREGÚNTESE QUÉ HIZO MAL CON ELLA, PORQUE USTED COMO MADRE ES UN FRACASO». Por supuesto que me quedé peor de lo que estaba. Me dije: ¡¡¡está mujer está loca!!! No le dije nada, porque después de lo que me había dicho de quién estaba buscando a mi hija, lo único que quería era que me atendieran para localizarla. Tuve que soportar todo. Salí furiosa, totalmente enojada.

Cuando terminé de hacer todos los trámites correspondientes fuimos de una oficina a otra. Inclusive caí en una Fundación que se dijo ayudarme, yo hice todo lo que me decían. Allí sólo me di cuenta de que no todas las fundaciones  tienen el mismo propósito de ayudar, sólo te utilizan para darse a notar, colgarse medallas que no le corresponden e incluso te piden recursos económicos, y uno hace lo que sea para encontrar a su ser querido, abusan de tu dolor. Es triste saber y darse cuenta que hay fundaciones que sólo se dedican a eso.

Por fin logré que le activaran la Alerta Amber a mi hija porque la activista Rosi Orozco supo de mi caso e hizo presión a las autoridades. Ella se encontraba en Londres en ese momento. Para mi sorpresa Orozco me llamó por teléfono, me dijo que ya estaba enterada de mi caso, que no me preocupara y que contábamos con su apoyo para encontrar a mi hija. Ese día fue extraordinario para mí, porque ese día terminé con todos los trámites requeridos. Fue cuando vi el noticiero de la noche y la noticia era que se activaba la Alerta Amber porque tenían a una menor desaparecida que había sido sustraída por medio del Facebook. Al verla en la televisión supe que había valido la pena quedarse sin comer sin dormir, el peregrinar de tocar puertas para que me apoyaran. Ese día descansamos un poco mi marido y yo. Ya tenía el apoyo de los medios que era muy importante, cualquiera podría dar alguna información de su paradero, pues ya no confiaba mucho en las autoridades, incluso entregué oficios hechos por nosotros mismos para agilizar todo y acortar los tiempos de búsqueda. Me  volví una experta en redes, difundía a mi hija en las redes sociales y cada vez abarcaba más y más. Lo más bonito de todo esto (si es que se le puede ver algo bonito) es que la gente, al enterarse, se sumaba a mi dolor y me daba todo su apoyo. Me volví una investigadora, no sabía cómo usar el Twitter y ahora soy una experta: mi debilidad se volvió mi fortaleza.

El transcurrir de los días la investigación lo llevábamos nosotros en conjunto con amistades que jamás me soltaron, el éxito de que mi hija apareciera se los debo a ellos. Ella era mi motor en ese momento. Estaba decidida en encontrarla y nunca me di el tiempo de llorar hasta que la hallé. Todo fue trabajo en conjunto entre familia, sociedad y autoridades para que esto diera resultados positivos.

Quince días después recuperé a mi hija. Doy gracias a Dios por darme esa bendición de tenerla de nuevo conmigo. Desde ese momento las personas que estaban pasando por ese dolor me buscaban para que las asesorara, porque habían visto todo lo que había hecho. El dolor indescriptible que pasé mientras buscaba a mi hija no se lo deseo a nadie, ni a mi peor enemigo.

Desde ese momento no he dejado de apoyar estas causas y de mostrar el camino, porque desafortunadamente hace falta que la autoridad y la sociedad se sensibilice y los apoye, esto no respeta género, religión o clase social, a cualquiera puede pasarle. Debemos de darle la mano a quien esté pasando por esto, porque uno se bloquea, se paraliza y no sabe cómo actuar, no hay cabeza para pensar con objetividad.

Cabe aclarar que las primeras tres horas son vitales para recuperar al menor. Gracias a lo que aprendí de esta mala experiencia hemos recuperado a menores, y los hemos reintegrado a sus familias. Ahora recuerdo un momento feliz: mi hija hablando en el coche y riendo con otra pequeña recuperada, y ambas con Alertas Amber, oír sus risas… eso no tiene precio. Eso me alimenta. Claro que se pueden hacer grandes cosas, unos simples civiles, mi marido y yo hemos recabado información tan valiosa que si las autoridades quisieran hacer su trabajo todo esto sería diferente. Mientras tanto haré todo lo que esté en mis manos para ayudar.

Ahora en mi país se oye y se ve cada Alerta Amber porque la sociedad ya se volteó a ver, se interesó y se dio cuenta de lo que está pasando. Esto es sumamente positivo.

Para finalizar, les aporto mi cuenta de Twitter: @elizamarmar, y aclaro que esta cuenta no deja de trabajar para seguir día a día en busca de un familiar desaparecido.

Autor: Elizabeth Martínez, mamá coraje

Elizabeth Martínez junto a Luciana Mazza Toimil, directora de Medios Lentos
Elizabeth Martínez junto a Luciana Mazza Toimil, directora de Medios Lentos