Muerte y euforia
La más sangrienta dictadura militar en la historia argentinautilizó la pasión por el fútbol para tapar el horror de la muerte,como sucedió con el Mundial del ´78. En esa Copa del Mundo,el entusiasmo de un país futbolero y el logro de la Seleccióncompartieron la escena con una dictadura despiadada. Laconquista, histórica, jamás podrá ser evocada, sin embargo, entono de fiesta completa. Para “la fiesta de todos”, como augurabala Junta Militar, faltaron miles de invitados que fuerondesaparecidos: la muerte y la euforia convivieron unidas comohermanas de sangre en un país que no quería ver ni escuchar.La vuelta olímpica del Mundial ´78, quizá la Copa máspolémica en la historia de la FIFA, marcó sin dudas un hitoconsagratorio en la historia del fútbol argentino. Pero en plenoMundial, a diez cuadras de la cancha de River, epicentro de lafiesta, funcionaba la ESMA, el mayor centro de torturas de ladictadura. Aquella oscura combinación de goles y desaparecidosllevó a que ese Mundial fuera siempre comparado con los JuegosOlímpicos del ´36. Estos últimos transcurrieron en la Alemanianazi de Hitler. El Campeonato del ´78 se jugó, en cambio, en laArgentina de Videla. Y su marcha de tinte militar no admitíadesentendidos: “Veinticinco millones de argentinos jugaremosel Mundial”, enfatizaba la canción oficial.Así como los nazis utilizaron los Juegos Olímpicos de Berlínpara afianzar su proyecto hegemónico y asesino, la dictaduramilitar argentina utilizó el Mundial de fútbol en el mismo sentido.La propaganda de la Junta mostraba una Argentina joven y pujante,que abrazaba a cada visitante, donde la gente era feliz. Másactualizado que los alemanes, Videla contrató a la consultoraBurson & Masteller con el objetivo de contrarrestar “la campañaextranjera anti-argentina”, que consistía en denunciar lasviolaciones a los derechos humanos cometidos durante el procesomilitar.La Copa del Mundo también tuvo fuertes vínculos con elproyecto económico de la oligarquía reinante. Jamás se dieroncifras oficiales sobre el coste del Mundial, pero se estima quefueron unos 700 millones de dólares, cuando en el inicio sehabían presupuestado sólo unos 70. El Ente Autárquico delMundial ´78 (EAM 78) era el organismo creado por la cúpulamilitar para la organización del Campeonato. Estaba dirigidopor la mano derecha del almirante Emilio Massera, el marinoCarlos Lacoste. Massera le había ganado una lucha interna alejército y logró para la marina el uso político y los negociosdudosos.Lacoste fue sospechado de la muerte, todavía misteriosa,del general Omar Actis, el primer presidente de la EAM 78, quequería hacer un Mundial más austero y que fue asesinado el 19de Agosto de 1976, dos días antes de una conferencia de prensaen la que iba a presentar su proyecto. Tras el asesinato de Actis,Lacoste hizo el Mundial a gusto de la FIFA y de sus socioscomerciales. La Copa Mundial del ´78 fue una cuestión de Estadoy Lacoste fue amo y señor del deporte en la época de ladictadura.Pero la conquista, inevitable, parece destinada a convivircon las sospechas de las trampas de una dictadura militar quesoñó montar su estrategia política a partir de una pelota defútbol, creyendo que la fiesta del seleccionado podía ser eterna.La sombra del arreglo, en realidad, se dirigió siempre a laépica goleada de 6 a 0 a Perú, que permitió eliminar a Brasilpor diferencia de gol y clasificar a la final contra Holanda. Justamenteel rival de Argentina en la final, encabezó la campaña paraboicotear el Mundial, iniciada por organismos de derechoshumanos y agrupaciones de izquierda.Silencio, terror, ignorancia y, en más de un caso,complicidad se unieron para que una sociedad hipnotizada porel Mundial conviva con el horror.Hace 30 años el terrorismo de Estado era dominante entoda América Latina. Para derrotar el ímpetu de los pueblos ypara censurar y abolir cualquier inquietud subversiva, las dictadurasse basaron en la tortura, el encarcelamiento, las ejecuciones enmasa, la violación de mujeres y hombres, la apropiación de losniños como botín de guerra de los represores, las desaparicionesforzadas y el ocultamiento de la verdad en el fondo del Río dela Plata. Se destruyó de raíz toda resistencia social, sin importarlas maneras nefastas de accionar.La dictadura que sufrió la Argentina entre 1976 y 1983dejó su huella, por supuesto. El autoritarismo y el totalitarismoson males que los argentinos y cualquier persona del mundodeben combatir permanentemente. La eternidad en el podery la definitiva domesticación de la sociedad que buscó la JuntaMilitar como objetivo prioritario, no se plasmó por siempre enla triste historicidad argentina. Este es un país que sabe desufrimientos, este es un pueblo que siempre tendrá memoria.Por más que a veces una pelota nuble nuestros pensamientos.Emanuel Dobarro, periodista deportivo colaborador de medioslentos.com