“¿Cómo van a entender los adolescentes el sentido de intertextualidad en un cuento de Borges si no han leído el Martín Fierro?”
La sobredosis informativa y cultural que desarrollan los medios masivos actuales son, en varias ocasiones, fuentes de dispersión y modos de catapultar otras herramientas de comunicación esenciales para los individuos. La literatura es un campo intelectual y artístico que, hace varios años, ha tenido un lugar secundario en ésta explosión mediática. Medios Lentos entrevistó a Carmen Patricia Golán, profesora de Lengua y Literatura, para conocer el trasfondo de una relación polémica entre su especialidad y los adolescentes.Es de conocimiento general el gran crecimiento tecnológico y cultural que están obteniendo los soportes técnicos, productores de contenido artístico como la televisión, la radio y el cine. Grandes intelectuales, semióticos y estudiosos del tema, ya perciben o analizan la muerte del libro, elemento que será reemplazado por creaciones tales como los e-books o smartbooks. La costumbre de alquilar la película en reemplazo de la lectura de la obra literaria clásica es, en estos días, un refrán folklórico.Los adolescentes se muestran poco empáticos con la literatura. Sin embargo, las autoridades escolares establecen lecturas obligatorias en todos los institutos y colegios secundarios, clásicos de la historia literaria que los jóvenes deben leer, conocer e interpretar. El libro parece una molestia posmoderna, ¿qué tan cierta es ésta hipótesis? ¿Es una afirmación válida?Carmen Patricia Golán es profesora de Lengua y Literatura, como así también de Artes Visuales, otra de sus grandes pasiones. Sus principales desempeños son en institutos secundarios, donde la experiencia con jóvenes y literatura es inmediata. “La literatura es el canal entre la voz que me cuenta una historia y yo. Es acercarme a mi pasado, a mis tardes de azabache, de la colección amarilla con mi amiga de barrio; es acercarme a responder ¿quién es para vos el Principito? Abrir los ojos grandes y no saber que responder a los diez años; es acercarme a encontrarme con el Principito en Oakland, San Francisco, a los treinta y seis años y seguir preguntándome ¿Quién es el Principito?”.– ¿Qué obras literarias abarcan los adolescentes en la escuela secundaria?– Los textos literarios que abarcan los alumnos son clásicos y novelas contemporáneas. Por ejemplo, “El fantasma de Canterville”, de Oscar Wilde, “Detectives sueltos en Palermo Viejo”, de Brandan Aráoz, “El sabueso de los Baskerville”, de Sir. Arthur Conan Doyle, “Martin Fierro” de José Hernández y “El poema del Mio Cid”, entre otros. Se tratan de articular clásicos con contemporáneos ya que, con estos últimos, se sienten identificados por las costumbres, la descripción de los espacios y por sobre todo, la simpleza del lenguaje. Desde ya, los textos deben abordarse de acuerdo a la edad, de menor a mayor complejidad. A su vez, leen poesía y mitos.– ¿Por qué son producciones artísticas necesarias para establecerlos como material obligatorio escolar?– Porque de otro modo nunca accederían a los textos clásicos, que son los fundadores de los géneros literarios actuales.– Sus lecturas, ¿son fundamentales para la educación y la cultura individual?– Para mí lo son. ¿Cómo van a entender el concepto de intertextualidad en un cuento de Jorge Luís Borges si no han leído el Martín Fierro? Por otro lado, el contexto histórico en el cual se desarrollan los relatos son parte de nuestro “desde ahí venimos, así somos”.– ¿Saben leer los adolescentes? ¿Por qué?– Los adolescentes no saben leer porque no se les enseña a “leer entre líneas”. La escuela primaria enseña (con suerte si se lo permiten) a emitir signos, balbucear códigos, pero no a darles significado. El lenguaje connotativo es una definición teórica de primer año. Y tampoco pueden entenderla.– ¿La literatura es el puente a la escritura?– Para algunos sí, para otros no. Es más probable que “alguien” nos lleve a la escritura que “algo”. Un padre, un amor, un amigo, un docente, nos pueden acompañar a cruzar ese puente. La primera oración que nos dicta una madre para cumplir con una tarea escolar puede ser el texto fundacional a la escritura.– ¿Cuál es la opinión acerca del consumo literario actual en los adolescentes? ¿Es abundante o mínimo? ¿Están interesados o la masiva producción tecnológica los abruma y los desalienta en la lectura?– Hoy los adolescentes buscan “la magia”. Lo rápido y fácil de entender. Buscan a los vampiros. La tecnología puede ser un pasaje al conocimiento o un Drácula en la vida de un joven. A algunos puede llegar a consumir tanto que les quita la libertad de respirar, los asfixia, y ya no eligen; es estímulo y respuesta. Cuando proponés un texto literario se interesan por la cantidad de páginas, si es difícil. Me llena de emoción cuando una alumna me dice: “Me encantó Rosaura a las diez”, frente a treinta alumnos que me dicen lo contrario. Si un texto es muy descriptivo, los aburre y abandonan la lectura. Es ahí donde aparece nuevamente Drácula: “andá a “Rincón del Vago”, ahí está el resumen (Sitio web de resúmenes sobre literatura y ensayos, preparados para ser descargados y utilizados)”. Aún así hay una contradicción, porque pueden llegar a leer novelas como “Crepúsculo” o “Harry Potter”, que son sagas muy extensas y se abandonan veinticuatro horas sin importar la cantidad de páginas.– La literatura, ¿genera cambios en los adolescentes? ¿Por qué? ¿Necesitan de ella?– En mi experiencia, a los adolescentes les encanta que les narren. Que los docentes actuemos lo que leemos. Que impostemos la voz, que dramaticemos. No quieren leer en casa, pero en la escuela tampoco. Conversan de otras cosas, tienen otros intereses. Están pendientes de otra tecnología, de otro Drácula: el celular. Entonces vos te convertís (el docente) en el inquisidor, y tenés que luchar, porque por más que no les guste a muchos, es luchar en contra de un sistema también incoherente abalado por padres e instituciones educativas donde al alumno no se le puede prohibir porque, inmediatamente, es una palabra que se asocia a épocas nefastas. Yo he estudiado en la escuela secundaria en esos tiempos. Y todavía recuerdo a mi profesora de literatura recitándome: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Para que los alumnos accedan a la literatura, tenés que marcarles pautas de trabajo y, para conseguir un buen trabajo, tenés que ofrecerle una buena paga: la nota. Entonces la relación se convierte en empleado y empleador.– ¿Está de acuerdo con las obras literarias obligatorias vigentes en el proceso escolar?– La angustia de los docentes frente a la pregunta de padres, alumnos y directivos, ¿por qué no les hacen leer textos más modernos? La respuesta es siempre la misma: en la escuela, como profesionales, debemos enseñar teoría literaria. Por lo tanto, es necesario abordar textos fundacionales. Se debe cumplir con un diseño curricular indicado por el Ministerio. Además, como ya he dicho anteriormente, ¿cómo se puede opinar sobre un texto si no se lo conoce? ¿Cómo puede afirmarse que Borges es difícil si nunca se leyó nada de él, y si nunca se leyó el Martin Fierro?Debemos tener presentes que los temas se reiteran, hoy existen los Tartufos, las Ana Kareninas, los sabuesos de Baskerville, y algunos Miserables que van al Matadero. ¿Quién dice que no son modernos?La entrevista concluye con un café y otras palabras que rememoran bellísimos clásicos de ésta preciada Bella Arte. Un riquísimo elemento de la imaginación, un complemento particular de nuestra historia en el planeta Tierra. La escritura y la literatura podrían llegar a ser los grandes eslabones de nuestra tradición, de las incontables leyendas que nos conformaron como especie en este universo tan inverosímil. Me atrevo a preguntarle: ¿Cuál es su novela favorita?, ella sonríe y responde: “¡Respuesta imposible! Son muchísimas. Sin embargo, “Ana Karenina”, de León Tolstói es inmensamente representativa y muy, muy especial para mí. Podría llegar a ser una respuesta tentativa (risas)”. Asimismo, agrega: “La literatura es darme cuenta que lo esencial es invisible a los ojos”.La comunicación entre la literatura y los jóvenes es un pasadizo secreto, un conjuro de preguntas y respuestas que, posiblemente, no tengan definiciones. Son juegos de palabras, posibles “posibles”. No obstante, reiteradas veces, para la gran mayoría de los docentes, un alumno es un gigantesco sol que ilumina los caminos de la cotidianeidad. “Deseo que los jóvenes descubran el placer de leer. Que no le tengan miedo a textos que parecen embarazosos. La literatura no es aburrida. Simplemente necesita tiempo.”Y Carmen se despide: “Me encantaría que un alumno me diga: Vos supiste transmitirme “el placer de leer”, perdón Barthes por el plagio”.AutorPablo C. Sturbapablo@medioslentos.com