Pasar a través de la gente
Por Nicolás MelandriEntramos a una librería y recorremos cada rincón, buscando hallar el siguiente tesoro de nuestras vidas como lectores. El desafío no es sencillo. Hay que encontrar calidad y precio.Tanto como terminar de leerlo, decir de un libro: “lo encontré de casualidad y me costó 5 pesos”, genera una gran satisfacción manifestada en un aura de injustificada omnipotencia. Un elemento extra, que hasta podría considerarse como otro parámetro en la búsqueda, es la fama del texto. Claramente, es mejor si no lo conoce nadie porque nos hace sentir descubridores de oro. Y es así como a veces los clásicos pasan por al lado nuestro y los ignoramos. Justamente, como dice la canción de Sui Generis. Justamente como El Fantasma de Canterville.A veces, por conocer al autor y la historia, nos conformamos con saber que es una buena novela y que algún día estará en nuestra biblioteca. Pero tres pesos por El fantasma de Canterville (Editorial Alianza Cien) tienta a cualquiera. El autor es Oscar Wilde, uno de los diseñadores de interiores que contraté para armar mi biblioteca. Poesías, cuentos cortos, obras de teatro y su única novela ocupan una porción importante de esos estantes que nunca llegan a acumular polvo.Nobleza obliga, debo admitir que había leído el cuento hace muchísimos años, por lo que no recordaba la trama y con el tiempo, el título pasó a ser una asociación directa con el tema de Sui Generis.Oscar Wilde es ideal para esos momentos en que creemos que nunca más habrá una novela divertida e inteligente. Con tal fin, sería más acertado leer El retrato de Dorian Gray porque El fantasma… es un cuento corto pero una simple línea del escritor irlandés (nació en 1854 en Dublin, aunque en aquél momento era parte del Imperio Británico) es suficiente para renovar la fe.Resulta que acepté la tentadora oferta y esa noche, luego de cenar, me leí un cuentito como nunca lo hice en la niñez.En sus metáforas, que va armando a lo largo de las páginas y no en una sola oración, la historia es ácida, graciosa y reflexiva. Resulta que la familia Otis se muda a Inglaterra. La razón es que Hiram B. Otis es el embajador norteamericano en la isla. Deciden comprar un castillo, aún cuando el antiguo dueño, Lord Canterville, les advierte que está embrujado. La respuesta del diplomático es brillante y sintetiza el espíritu del relato y su mensaje: “Milord, adquiriré el inmueble y el fantasma, bajo inventario. Llego de un país moderno, en el que podemos tenerlo todo cuanto el dinero es capaz de proporcionar, y esos mozos nuestros, jóvenes y avispados, que recorren de parte a parte el viejo continente, que se llevan los mejores actrices de ustedes, sus mejores prima donnas, estoy seguro de que si queda todavía un verdadero fantasma en Europa vendrán a buscarlo en seguida para colocarlo e uno de nuestros museos públicos o para pasearle por los caminos como un fenómeno”.La gran metáfora se da con el choque de dos mundos; el materialismo y la insensibilidad contra el arte y lo sensible. La reconocida ironía de Wilde le da fuerza a un texto para ir redescubriendo durante toda una vida. Se puede disfrutar en cualquier etapa. Tiene el humor y los personajes necesarios para que lo disfrute un chico en la edad en la que se aprende a multiplicar, un adolescente rockero que escucha La Renga, un universitario y… Se entiende la idea.Aunque no quedará como una de esas joyas encontradas sin ayuda de nadie, fue grato (re)encontrarme con un clásico que, justamente por clásico, tenía olvidado.Invito a los lectores a mandar unas líneas (pocas o muchas, las que crean necesarias) acerca de los textos de cualquier tipo que los maravillan.