“Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”, la reafirmación política del pueblo y las nuevas bienvenidas al pensamiento
Es una necesidad humana la instancia de conclusión, aunque sea un pasaje natural. Este año hemos sido testigos del acompañamiento nacional hacia un modelo político que ha reafirmado su lugar en la historia de nuestro país. Y en la despedida, otros sectores tambalean y derrumban construcciones. Medios Lentos, la relectura introspectiva.Indudablemente, somos una especie cuestionadora. Un régimen de proverbios, una estructura ansiosa y desesperada por las nuevas olas del conocimiento. Es posible que, las preguntas tengan una constante similitud innata, sin embargo, las abarcamos desde diversos puntos de vista, ambiguos caminos de percepción.En fin, lamentablemente, me veo en una obligación moral de confesión ante el maravilloso público lector que, diariamente, nos acompaña en nuestro camino reflexivo. En estos últimos tiempos de conquista individual, me han azotado vastos instantes de rebeldía imaginaria, unas largas vacaciones compositoras, una inspiración que cruzó el Atlántico para recorrer nuevas mentes deshabitadas, trazos de niños congelados, anhelos de bienvenida emocional al universo de papel. Recapacitemos. La doctrina es aquel planeta de invenciones en constante compromiso con el hombre posmoderno. En términos vulgares, mantienen relaciones empresariales, contratos abstractos que, posiblemente, los firme el mismísimo diablo hambriento de conjeturas. Y es así como las maravillosas invenciones culturales y sociales de nuestra especie se amalgaman en infradotadas estructuras de poder y conflicto. Abultan sus contenidos de manteca en espacios de Capital. Transforman sus raíces carnales en signos monetarios, en tesoros contemporáneos de cartón. Pues, el Periodismo no ha sido la excepción entre los insospechados.En nuestra queridísima sección de Bellas Artes hemos incluido, en publicaciones anteriores, las concepciones filosóficas del periodismo en todas sus etapas de ideología. Recorrimos su historia universal, aportamos caramelos de menta en la supervivencia del mismo. Desarrollamos el análisis metafórico de su metamorfosis, de su pasaje anti-natural entre los mártires, los amarillismos y las fábricas de dominación semiótica. Pese a todas las magias, esta tumba social ha sufrido varios golpes ambivalentes y mentecatos. Es más, me arriesgaré a tomar la sangre de Maquiavelo y determinar: independientemente de la “verdad” como símbolo de la cotidianidad moral del ser humano, los medios de comunicación (conjuntamente con el periodismo) han priorizado el objetivo de la construcción semántica de los valores y lo real. Sin embargo, en nuestro país, ha sucumbido en una de sus crisis más extravagantes y descuidadas, la frustración barbárica de la “no razón”, del sinsentido: el individuo ya no cree ni en las mentiras. Y cuando el ser humano no confía en las construcciones infundadas por las instituciones de poder, el maremoto cultural sofoca. Como ha sucedido en el parcial desvanecimiento del Cristianismo cual fuente de sabiduría y esplendoroso concepto de mundo.Este último año arraigó teorías de la comunicación catalépticas. O catárticas, apocalípticas. La bipolaridad periodística, la unidad conceptual de las caras de la moneda. La regla técnica, casi matemática y lógica, es simple como el cielo: existen el blanco y el negro porque tienen la capacidad de diferenciar los grises. Pero si la subsistencia basa sus fundamentos en el contraataque de ambas fuerzas, la guerra incoherente e inverosímil se instituye, implanta su irracionalidad como bandera de la explicación. Es triste e inverosímil más bien absurdo. El periodismo se ha convertido en doctrina, y esa doctrina en infierno. Ha perdido valor moral, ha perdido función social, ha perdido su respeto. La búsqueda constante del “qué decir” ha sido banalmente reemplazada por lo “ya impuesto”, la repetición necia, la sobre-explicación y la súper explotación del sentido de la palabra, de la connotación clásica del discurso. Hemos vuelto a las revoluciones tecnológicas del último siglo, donde no constan promesas de honor (independientemente de su jerarquía cultural), sino categorizaciones del comercio y el control. El interés comunitario, hoy individualizado por conspiraciones. El hombre ha dejado de creer, autónomamente de la subsistencia de lo real y lo ficticio (que se convierte en realidad social por fundamentación académica).Clarín, La Nación, Página 12, Miradas al Sur… cuando el concepto se repite, no hay paso al nacimiento de la historia. El Carrusel informativo, la información basura. La frustración de la vocación periodística, suplantada por la operación robótica de estudiantes que naturalizan al periodismo como una pirámide de prestigio y lo defenestran en su práctica y teoría. El llanto de un pasado noble, digno, próceres del verbo, de la noticia, de la búsqueda incesante de la novedad descubierta. El periodismo es una firma de diploma, arraigada por suntuosas cuotas monetarias. El periodismo es la transcripción de la orden. El periodismo es la escritura del poder mandatario. Y el lector es la víctima de aquel thriller psicológico que nos transmiten las series norteamericanas.Nuestro querido Walsh estaría afligido. Sus exquisitas palabras: “El periodismo es libre o es una farsa”, entonces, ¿Por qué soy parte de esta revolución teatral de la invención mediática? Simple, porque soy un sujeto. Soy una parsimonia social de la cultura. Y no me refiero explícitamente a las denominadas teorías de las conspiraciones. A veces, no se trata de mantener la euforia hollywoodense, sino asumirnos como animales de ensayo, prueba y error. Atracones, manifestaciones salvajes, carnales. Instintos de supervivencia, crimen y castigo. No existen las generaciones evolutivas cuando nos referimos a nuestra innata condición de bestia proveniente de una naturaleza incógnita.En nuestro país, y particularmente en esta despedida formal, hemos de encontrar paradojas múltiples. El deseo de libertad es una conjetura del poder que, diariamente, aplasta nuestros corazones con mensajes aparatosos. Los espacios, los canales de televisión y las radios, las revistas y los diarios multicolores, la ideología verticalista del edicto. El reglamento monárquico, en el siglo de las luces avanzadas. Pues, en lo lejos, Darwin regresa. Mozart Regresa. La rueda se estanca, y el Homo Sapiens regresa. Todo regresa.Hace un tiempo ya, el escritor norteamericano Andrew Vachss dijo: “Las personas son consumidoras de periodismo”. Y, claro está, dicha afirmación encierra una semántica destellante, particular y arbitraria. Es una multiplicidad de sentidos encapsulada en una conjunción sintáctica. Bien. Todo es consumible. Es natural adquirir, pero la exquisitez de sentido abarca el punto del derroche, de la saturación. De lo antinatural de la consumición. Cuando la insuficiencia se torna placer lívida, materialmente putrefacta. Es allí donde el periodismo atasca el conocimiento, la incesante e inagotable miseria del saber “lo real”, por mas inventada que está se encuentre en su estado viril.Explosiones en mi mente y en el cielo. El sol es una estrella de cognición, que ha decidido vacacionar en las orillas de un río agrio. Sus estelas van muriendo con la canción de la ignorancia. Ya toda poesía es parte de la ciencia que endurece lo superfluo para materializarla en poder. El joven no encuentra su maqueta, todo está prefabricado. Los medios de comunicación han rozado un límite imperceptible. Han cometido el gran error de la codicia infinita, de la soberbia enmascarada. Las revoluciones ya no son poemas de amor, sino tortas de chocolate, almendras podridas. Dientes amarillentos, ojeras sonámbulas. ¡Ahí van los periodistas de las posmodernidad! Lucen sus trofeos, arreglan sus cabellos como modelos de exhibición, escriben arquitecturas de manual para niños. Son cantantes de la repetición, interpretes de la mediocridad. Tan solo los valientes emergen en sitios deshabitados, buscando saciar su sed de náufrago. Estos últimos están en las islas del olvido, de las sombras, donde los peces son mortíferos y los cocos, silencios.Hoy no sé. Es decir, (me regalo la obviedad) nunca he de saber. Pero una cosa es no saber, otra muy distinta en no creer. Y el hombre no ha dedicado su existencia a la sabiduría, sino a la creencia. Porque no es estúpido, o bien lo simula: hubiese sido devorado por fieras salvajes. Los medios de comunicación han adoptado al periodismo para su Monopoly elegante. Son la herramienta de confección, aquella que crea lo creíble. Y, como un servicio adicional, lo reproduce. Compone la red arácnida, establece conexiones nerviosas.Me despido, queridos lectores, con la introspección pasajera. Mi conclusión es la espera. La conciencia de que hemos destruido un valor esencial de nuestra convivencia, y lo hemos reinventado como un armamento de destrucción mental. Pues, que el tiempo sea el juez de nuestros ejercicios, y de las aceptaciones que diariamente coincidimos. Anhelo, fervientemente, que las instituciones formadoras maduren y recapaciten. Que los medios de comunicación sean… sean… estoy delirando. La utopía vas más allá de una reseña de naranjas. Prefiero callar mi semántica, y reivindicar la clemencia, que nuestros antecesores han sido guerreros de la palabra y la empiria constructora y reveladora de conocimiento nuevo. Dejemos la informática a la pantalla inútil de meditación, y volemos entre los planetas que han sabido adornar nuestros cuerpos con perfume de esperanza. Que la doctrina se reconcilie con la esencia, con el atributo y la naturaleza. Que se amotine valerosamente. Regresemos, con un caminar hacia el horizonte anónimo.AutorPablo Sturbapablo@medioslentos.com