La asistencia a las víctimas de la trata tiene que ser una realidad
Al pensar en las políticas implementadas hasta aquí en cuanto a la lucha contra la trata de personas, se puede alcanzar fácilmente la conclusión de que aún les falta integralidad para ser efectivas, para lograr el objetivo primordial, aquel fin que resume todas las intenciones, terminar definitivamente con el flagelo que genera este delito a escala mundial… (Leer más)
La asistencia a las víctimas de la trata tiene que ser una realidad
Al pensar en las políticas implementadas hasta aquí en cuanto a la lucha contra la trata de personas, se puede alcanzar fácilmente la conclusión de que aún les falta integralidad para ser efectivas, para lograr el objetivo primordial, aquel fin que resume todas las intenciones, terminar definitivamente con el flagelo que genera este delito a escala mundial.
En ese entendimiento, se puede observar que el despliegue ya está hecho. Si bien la Argentina ha logrado marcar tendencia en muchas acciones sobre la materia, la verdad es que el combate contra la trata de personas no es patrimonio nacional. Y si así fuese, no tendría sentido cuando se está frente a un ilícito precisamente transnacional.
Entonces, en la decisión de terminar con la trata, existen hoy organismos especializados y ONG comprometidas. El tema está visibilizado e instalado en la sociedad. El tema se discute y esta en la agenda de nuestros gobernantes. Se ha elaborado una vasta legislación, tanto internacional como nacional. Y toda esa normativa, a su vez, está puesta a la orden de los cambios y necesidades de éxito que van surgiendo en este mano a mano con uno de los delitos más voraces que el ser humano lleva adelante; y de allí la medida en que las normas pueden ser modificadas en aras de una mejor aplicación a los casos concretos.
Tan visibilizada se encuentra esta problemática que ya ni siquiera se niega la presencia de la connivencia en el entramado del delito de la trata de personas. La trata busca y consigue, más a menudo de lo que uno quisiera ver, cómplices, cómplices con poder, con capacidad para apañar y disimular la presencia de redes delictivas de este calibre. Incluso, la trata encuentra personas que integran los distintos poderes de gobierno en su camino dispuestas a involucrarse como miembros activos en el desarrollo de actividades tendientes a la explotación de personas, en general inmersas en profundas situaciones de vulnerabilidad.
Pero que más da. Falta jugar una carta en esta mesa. La asistencia a las víctimas de la trata tiene que ser una realidad. Los resultados satisfactorios en este desafío surgirán en el momento en que podamos decir y ser testigos, que a esos seres humanos ultrajados en su integridad y dignidad humanas, los rescatamos del calvario.
Para ello hay que entender que el calvario de esas personas no se reduce al período de tiempo en que son obligadas a tener sexo o forzadas a trabajar a destajo a cambio a nada. No alcanza con rescatarlas de los sitios donde son explotadas ni con acompañarlas hasta el momento en que declaran, sí es que lo hacen. Este trabajo es sin dudas importante. Sin embargo, hay que profundizar las acciones de asistencia pero por sobre todas las cosas, hay que implementar una política de prevención.
Pensemos por un instante los motivos por los cuales muchas de las personas rescatadas en operativos de allanamiento a lugares donde se presume se lleva a cabo el delito de trata de personas, vuelven a caer en esas redes. A veces reinciden por miedo o por amenazas, muchas otras veces lo hacen por necesidad; y siempre es y será por su propia vulnerabilidad.
La experiencia nos da el dato y lo que estamos haciendo al respecto no alcanza. Hay un eslabón perdido y se llama asistencia a la víctima. Asistencia a la víctima entendida como algo integral, como refundacional de esas personas corroídas por sus vivencias.
Una asistencia encaminada a la rehabilitación de la persona. Esa persona tiene que poder reconstruir su yo, debe recuperar su amor propio, su autoestima. Esa persona tiene que poder acceder a un medio sostenible de vida. Esa persona tiene que dejar de ser víctima, para pasar a ser protagonista de su vida y que nunca más nadie pueda someterla.
Entendamos entonces de una vez que las víctimas de la trata de personas, además y como si eso fuera poco, son también seres presos de su propia vulnerabilidad que no logran superarlo por sí mismos y es allí donde hay que trabajar, donde hay que asistir y, por qué no, también prevenir.
Pecaré de ilusa o de soñadora pero, ¿por qué no iniciamos una lucha distinta? Porque no aunamos esfuerzos en contra de la vulnerabilidad de las personas, generando igualdad en igualdad de condiciones. Porque no agrandamos nuestro espíritu y somos más personas y menos individuos.
Prevenir en un contexto como el de la trata de personas consiste lisa y llanamente en educar. Vuelvo a pecar, esta vez de inocente consciente, pero me gusta suponer que a nuestra clase dirigente realmente le importan nuestros problemas.
Si pudiéramos lograr personas más seguras de sí mismas, con posibilidades de desarrollar sus potenciales particulares en los ámbitos que prefieran. Si cada uno de nosotros se ocupara más y se preocupara menos. Si hubiera más autocrítica y menos ojos en la vida ajena. Si cada uno desempeñara el papel que elije en esta sociedad con compromiso y con respecto, no quedaría margen para meterse en la vida de nadie y mucho menos para aprovecharse de esa persona, para infringirle un mal.
La vulnerabilidad sólo se combate desde la solidaridad, el compromiso y el accionar positivo. La vulnerabilidad es una condición y no una definición. La vulnerabilidad desiste ante el amor, ante el cuidado, ante la honradez, ante el aferramiento a la vida, ante la elección de vivir una vida sana y plena.
Autor
Mariana Rodríguez Pareja
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