Bienvenidos a la “Feria del lío”: Edén del buen actor, absurdos consumismos y amarillismos literarios
Posiblemente, a continuación, leerán una de las notas periodísticas más polémicas que Bellas Artes ha bosquejado y desarrollado en las últimas entregas. El debate es la comunión a la reflexión: La Feria del Libro es un fantasmagórico espejo que encierra significados ambivalentes.Muchos argentinos recorrieron sus sectores, descubrieron la totalidad de sus recovecos artísticos, examinaron los nuevos títulos reputados y autografiaron algunas de sus obras abonadas mientras la intelectualidad apócrifa navegaba por entre las cabecitas lectoras. Hay una situación de extrema comicidad que repite su cotidianeidad sin lamentos: “¿¡No fuiste a la Feria del libro!?” y la vergüenza se absorbe entre los poros de nuestra piel examinada por los jueces de la cultura.La obligación social, la tarea colectiva que nos desatornilla los sentidos y debilita nuestras pausas meditabundas. Muchos la denominan “la excusa perfecta”. Desde otros sectores sociales, la opinión se modifica en términos de inclusión educativa. Una consigna más del colegio, una moral sublimada al ámbito familiar, una condición del ser humano blanquiceleste. Aquellos ausentes, ¡a no desilusionarse! Muchas veces la sonrisa de diamantes esconde la intencionalidad de piedra.Ciertos intelectuales del campo académico han criticado duramente la existencia de una feria común que, al final del camino, alberga monstruosas editoriales que atragantan el mercado todo y el término “común” se transforma en lectura consumista, interés desprotegido por su naturaleza y acobardado por la doctrina del “tener que hacerlo” para acceder al respaldo social, a la aceptación pública. Es un evento que arraiga publicidad por doquier, dotado de estrategias de venta masiva, que retroalimenta un mensaje de interpolación. El significado de “Feria” es algo inmensamente más rico y espiritual que una jornada de meros días para utilizar la moneda como un pasatiempo. La literatura, los grandes escritores merecen respeto por sus obras, y Buenos Aires está repleta de genuinos espacios para encontrar arte literario y narrativo en cualquier momento del año. Para ello, no recurren a Coca Cola ni a cajeros automáticos. Invocan el deseo a las letras, el amor por la imaginación escrita y la pasión por vivir de ello. Porque hay vendedores, negocios locales, que alimentan sus platos diarios con esta actividad. No necesitamos a la televisión atormentando nuestros oídos con mensajes dictatoriales. No necesitamos a Vargas Llosa promocionando el sitio. Necesitamos leer con dignidad. No obstante, uno equilibra sus emociones teóricas y analíticas; describe positivamente ciertos rasgos que alienta su mantención: me refiero concretamente a las asambleas, entrevistas y discursos que acercan al lector con sus referentes. Hay un abanico de posibilidades, actividades artísticas de comunicación y aprendizaje que brindan servicios atractivos. Atractivos y seductores. Esa seducción, en reiteradas ocasiones, es símbolo de banalidad y marketing. La Feria del Libro se transforma en el café de una pareja de compañeros que ha tenido una disputa, y busca la asociación momentánea por conveniencia laboral. Esos “permitidos” ortodoxos para sentir plenitud con nuestro raciocinio.Enaltecimiento de gigantes editoriales. Convenios con organizaciones de otros rubros que deambulan con su imagen. Precios con grandes alzas sólo por ser obras ilustres del espacio. Utilización de artistas para concretar un paquete entero de mercados, mientras esconden sus sombras libros asfixiados por los intereses económicos. Felicidades en los rostros que simulan un arquetipo barroco, una pintura de Monet, una caricatura de lo que debería ser el Edén. Maravillosos actores de posmodernismo, consumismos de cartón corrugado e inutilidades. Lo que yo llamo amarillismo literario. Simplemente, me atrevo a realizar una acotación que me confiesa: quiero ausentar a los escritores de toda polémica. Busco la reacción analítica sobre los negocios que se hacen con el nombre del arte. Establecer como punto de juicio a las economías imperialistas que se originan y desenvuelven junto a la semántica de la literatura, del libro códice. Somos honorables testigos de la eterna permanencia de cientos de ferias que distribuyen obras clásicas, románticas, añejas y poemas recién editados, entre otros tantos miles de ejemplos. Parque Rivadavia, Parque Centenario, sitios en Avenida Córdoba y Corrientes… la lista es interminable. Buenos Aires es valiente en cultura y compositores de imaginación. No debemos beber del fanatismo que nos exponen cual rebaño de satíricas impresiones. Los Stands son cajas de muñecas, la esencia aurática se encuentran en las páginas doradas. Un libro no es un evento, es una satisfacción permanente que no puede necesitar de recordatorios unitarios.No llegaremos a una conclusión, porque las opiniones son especiales. Firmas letradas de uno mismo que argumentan su palabra con la aceptación. Se alude a concientizar sobre las arquitecturas sociales que, innumerables veces, no son repensadas por el hecho impune de convertirse en mitos culturales. Nosotros pensamos que el conocimiento verdadero está en el día a día, en la autenticidad del tiempo completo, en la pasión y la naturalidad, y no en los colmillos de una escena circense rotulada por empresas que necesitan experimentar economías con nuevas ediciones, concursos de popularidad y números exorbitantes. Al conversar, junto a mis colegas, del carácter controvertible de la Feria del Libro en su conjunto, nos detuvimos en vastos argumentos. Es producente aclarar que nos referimos exclusivamente a un ejemplo más del montón. Pero la conclusión no nos abandona: la comunicación social razonada es fundamental. Si recaemos en la naturalización de construcciones humanas, sentenciemos prontamente nuestra caída, porque las costumbres mentales son tan explosivas como una bomba nuclear, ya que son ellas quienes no conducen a detonarla y a apretar el botón rojo.Este año, el evento albergó a miles y miles de individuos, escritores de lujo, asambleas inminentes y su carácter “bíblico” no se ausentó por gripe invernal. Siempre es un éxito rotundo, siempre es el momento preciso para leer y comprar. Y ver Planetas hasta en la hamburguesa del local vecino, observar aromas chismosos que buscan fotografiar las caras de sus admiradores. Muchas luces y calor, comida y espectáculo. Un show. Pese a todo, los guerreros del libro deambulaban y ofrecían a Hesse como todas las mañanas. “Es el único momento del año en que mi hijo tiene el interés de leer. Es una forma de educarlos”. La educación es un fantasma de la Modernidad para implantar instituciones que nos fabriquen, que nos configuren como actores productores y reproductores de costumbres. Un libro no necesita venderse, sino relucirse por su propia magia. Con sólo verlo, uno ya se enamora, o siente un rechazo absoluto. A veces, nos tranquilizamos y logramos entender su belleza. Pero desisten del absurdo, el amor hacia los libros no debe ser una imposición sino un proceso de entendimiento sentimental. La Feria del Libro no educa, adiestra. La Feria del Libro no vende libros, vende productos. ¿Qué los convierte en libros? Posiblemente, el entorno en el que habitan. El sabor a pergamino, hoja de aventurero. Todas las edades, libros experimentados y los recién llegados. Uno se enamora de la mujer por inconmensurables adjetivos, uno de ellos es la situación de conquista. Si estuviesen exhibidas en estantes ostentosos, procesadas mediante una cosificación, perdería su magnífica perfección. Un libro siente lo mismo, porque es el autor en plena armonía y sinceridad. Bienvenidos a la Feria del Lío, un lugar que interpola la comunión entre el hombre y parte de él en forma de letras.Nuestra intención no es herir susceptibilidades, simplemente conjeturar unidos un mensaje sanador para las Bellas Artes que nos transporte a su perfume sublime. El que requerimos para ser animales imaginarios con placeres de otros cosmos. Un libro es arte, y este último vive entre la Buenos Aires rutinaria. Locales que día y noche abren sus puertas para aquellos lectores y escritores faltos de aire atractivo. Los invitamos al pensamiento genuino, que la ideología humana es culturalmente tan distinguida como el canto de los pájaros y una sonata en La Mayor compuesta por Schubert.AutorPablo Sturbapablo@medioslentos.com