Cafés y periodistas, eternos compañeros
Desde la época de la colonia hasta la era cibernética, los bares y cafés de Buenos Aires fueron refugios de incontables periodistas, para escribir en tranquilidad y soledad o para discutir con colegas, armar un gremio o tomar una ginebra. A continuación, una pequeña historia del periodismo con olor a café.“¿Pretendería el rey, que continuásemos en nuestra antigua constitución? Le responderíamos que no conocemos ninguna; y que las Leyes arbitrarias, dictadas por la codicia para esclavos y colonos, no pueden reglar la suerte de unos hombres, que desean ser libres, y a los cuales ninguna potestad de la tierra puede privar de aquel derecho.” Gaceta de Buenos Aires, jueves 15 de noviembre de 1810.Mariano Moreno, nuestro primer periodista, solía juntarse con sus compañeros jacobinos en el café de Marco. También allí, cuentan los escritos de esa época, el creador de la Gaceta de Buenos Aires conspiraba con Manuel Belgrano, Juan José Castelli y Bernardo Monteagudo. De Marco se encontraba en la esquina de Bolívar y Alsina, frente al colegio San Carlos, lo que luego sería el Nacional Buenos Aires. Gran parte de los políticos de la época eran egresados de ese colegio y tenían como lugar de discusión y encuentro a este café que varios llamaban Mallcos. Dicen que allí se generaba lo que hoy llamaríamos la “opinión pública”. La facción más radical de la revolución, que luego pasaría a denominarse los “morenistas”, disfrutaban del café con leche en ese mismo lugar. Un siglo después, durante 1913, Natalio Botana creó el diario Crítica en el Café de los Inmortales. Su idea era terminar con el periodismo formal y así creó una publicación sensacionalista. Según el libro “Los cafés de Buenos Aires”, del investigador Jorge Bossio, en este café “La jeunne dorée” de la poesía y el periodismo merodeó por entre sus mesas buscando la polémica audaz o la risoteada escapista”. Periodistas de La Nación, como Roberto Payró, y personalidades de la bohemia porteña se cruzaban para charlar con un café aromático entre sus manos. “Para esos años del primer cuarto de siglo, ser periodista o poeta significaba acercarse cada noche al Café de los Inmortales, significaba estar en la puerta de Corrientes 922, donde la élite de las letras nacionales abandonaba sus cuerpos a los caprichos de una mesa y una silla”, explica Bossio en su libro de 1968. Otro bar fue protagonista del nacimiento de un medio. Ese fue el Bar de Rosendo, en donde Eustaquio Pellicer y José Álvarez o mejor dicho, Fray Mocho, iban a tomarse unas ginebras o cafés mientras pensaban en inaugurar la revista Caras y Caretas. El salón del viejo Rosendo era frecuentado por Bartolito Mitre, y según afirma Bossio en su libro, “en ese mismo bar, para atestiguar que los bares y cafés de Buenos Aires eran la cuna de revistas, nacieron El Hogar y Mundo Argentino, celosos de Caras y Caretas por haber utilizado esa preciosa caja de Pandora, que era el Bar de Rosendo”. La esquina de Corrientes y Maipú era el lugar preciso para los escritores noctámbulos.La calle Corrientes fue la protagonista de diversos encuentros de periodistas en cafés. En la intersección con San Martín se encontraba La Helvética, el refugio de los redactores de La Nación, donde preparaban por la noche sus notas. Sentado en las mesas se podía encontrar a Bartolito Mitre, a partir de 1955, que fue cuando se inauguró. Dicen que en otro bar, pero en Corrientes y Florida, llamado Gerard, también iban los periodistas de La Nación a cambiar los vales con los que les pagaban sus trabajos.El escritor Jorge Bossio expone, en uno de los párrafos de su libro, que quizás la primer representación gremial de los periodistas ocurrió en el bar La Croce di Malta. “Se reunían los periodistas de los diarios La Patria Argentina, La Prensa y La Nación para tramar la defensa de sus intereses ante la falta de pago en muchos casos y la carencia de aumentos en otros”.En el ensayo de Leonidas Barletta, “Boedo y Florida”, se hablaba de la rivalidad de dos grupos literarios, los del barrio más arrabalero y los más finos, los de Florida. La peña del Richmond Florida, confitería paqueta, según Barletta, estaba compuesta por “hombres de la calidad de Horacio Quiroga, Alejandro Sirio, Carlos Alberto Leuman y quien fuera expulsado de La Nación a raíz de algunas consideraciones hechas en una nota sobre la nulidad de la virgen, José Pardo, el viejo periodista de Caras y Caretas, que escribía sus notas y sus versos con el seudónimo de Luis García”.Por la zona de Flores, en Rivadavia y Pedernera, el bar La Cosechera abrió sus puertas en 1920. Era un lugar visitado por periodistas y burreros. Como explica “Cafés de Buenos Aires 2”, del compilador Diego A. del Pino: “Un personaje que desfiló entre sus mesas fue Billy Kerosene, seudónimo del comentarista deportivo Carlos Alberto Reilly”. Ahora ese bar es una pizzería y fue rebautizada El Odeón. Según dice el libro sobre cafés, algunos de estos periodistas y escritores se trasladaban semanalmente a la “Confitería América, en Santa Fe y Pueyrredón, para asistir a una peña llamada Suma.El café y bar La Giralda sigue siendo espectador de encuentros entre periodistas y escritores, así como también lo es La Paz. Ambos siguen en pie y se encuentran sobre Corrientes a pocos metros de Montevideo. Sobre el café La Paz puede escribirse un artículo completo: durante los 60’ y 70’ fue el reducto de personalidades caracterizadas con el adjetivo “psicobolche”, y el exponente más conocido es Rodolfo Walsh. Otros figuras como Juan Gelman, Paco Urondo, Ricardo Piglia o David Viñas también han tomado cafés en La Paz. El actual encargado, Miguel Miguez, explica: “Muchos intelectuales vienen acá por la historia del café, su tradición, por como era antiguamente” y agrega “vienen muchos músicos y hasta hace un tiempo Sábato y David Viñas también visitaban el local”. El bar, que cambió de dueños hace menos de quince años, también tenía las visitas de militantes de Partido Comunista y la Fede, ya que el local del partido se encuentra a pocas cuadras.En la actualidad, con la cantidad de periodistas y oferta de cafés de la ciudad, es difícil identificarlos con un único lugar. El café Pernambuco, en Corrientes y Rodríguez Peña se caracteriza por ser un café teatral y literario, con periodistas que utilizan la conexión a Internet para poder informarse y escribir sus notas. Urbanstation, la combinación entre un bar y un lugar preparado completamente para el trabajo freelance, suele ser espacio donde periodistas que trabajan desde su notebook pueden usar wifi, impresoras, conexiones eléctricas donde cargar los celulares y espacios de reunión. Tiene dos sucursales, una en microcentro y otra en Palermo Soho. Autor Ayelen Cisnerosayelen@medioslentos.comFotografíaCarolina Amengualcruachanfotografia@hotmail.com