¿Cómo decir lo que no se decir cuando quiero decirlo?


¿Cómo decir lo que no se decir cuando quiero decirlo?

Las charlas cotidianas con el quiosquero, en el mercado o con el vecino, muchas veces nos aburren pero se desarrollan automáticamente, sin pensar en aquello que digo mientras hago lo que pensaba hacer. Estas conversaciones nos fastidian, muchas veces cruzamos de vereda para evitarlas, pero al fin de cuentas no nos generan ningún esfuerzo, simplemente fluyen.El tema se vuelve complicado cuando nuestro vocabulario se limita a un “yo me llamo…”, “tengo x años”, “soy argentino”… y ahí nos quedamos. ¿Cómo hacemos para volver al jardín de infantes con casi 30 años?, ¿cómo salimos de la casa, nos tomamos un bus, preguntamos si estamos perdidos o compramos manzanas?, ¿cómo se hace para volver a ser niño y no morir en el intento?.Esta es una de las dificultades más duras que los extranjeros tenemos que superar al llegar a un país en el que se habla otra lengua. ¿Por dónde se empieza? El manual de supervivencia del extranjero todavía no existe así que cada uno se las rebusca como puede: haciendo muecas lo que muchas veces nos lleva a miradas extrañas o temerosas, jugando al “dígalo con mímica”, pero les aseguro que en Francia esto no funciona, intentando hablar en la lengua extranjera, pronunciando como se puede pero ¿qué pasa cuando la palabra escrita y la palabra hablada no se parecen ni un poco? Lastima, esto es lo que suele ocurrir…Muchas veces me pregunté cómo reaccionaría ante un extranjero que hace lo imposible por hacerse entender, ¿me esforzaría por comprenderlo?, ¿perdería tiempo en la vorágine del día porteño para ayudar a ese extraño? No sé que hubiese hecho en el pasado pero sé muy bien qué haría en el presente. Pobre extranjero, ¡qué feo se siente volver a tener tres años!.La sociedad francesa es muy educada y diplomática pero no se caracteriza por su ductilidad y adaptabilidad, aspectos que nos describen a nosotros los argentinos. Más de una vez me pregunté si me estaban cargando o si realmente hablaba tan mal después de casi un año entero de cursos intensivos. A la respuesta aún no llegué. De lo que estoy segura es de que a pesar de los miles de malentendidos que podamos provocar, esos resabios de acento español mezclado con francés, inglés o alemán tienen su encanto y muchas veces pueden jugar a nuestro favor.Después de tres años de residir en el exterior todavía me enfrento a esas caras de “¿de qué estás hablando, Willis?”. Volver a ser niño es duro y aprender un idioma lleva mucho trabajo y dedicación pero si queremos insertarnos en una nueva sociedad de la mejor manera posible hay que pasar sí o sí por ese trance. El mejor consejo: ser cara dura y tirarse a la pileta, volver a salita “monigote” y jugar el juego sin reparos.AutorFlorencia Gaudenzi (Francia)info@medioslentos.com