«Morir de tristeza o de soledad, no solo son parte de una estrofa de algún poema o alguna canción.» *
Como agentes de salud nos vemos en la necesidad y responsabilidad de analizar y tomar posicionamiento sobre algunas cuestiones a considerar en esta pandemia, esencialmente en aquello que respecta al lugar que ocupa el padecimiento psíquico en medio de esta crisis global.
Una noticia reciente nos impulsó a escribir sobre lo que veníamos debatiendo entre colegas: en el hospital Mater Dei de Buenos Aires se viene implementando un protocolo que contempla y habilita el acompañamiento familiar y de despedida para los enfermos de covid que se encuentran internados allí.
«Una medicina sin humanismo no merece ser ejercida» junto a la afirmación de que «no hay ningún instituto de infectología de prestigio internacional que prohíba la despedida a los pacientes, sino ni los médicos podríamos entrar a la terapia a ver un covid», son algunas de las afirmaciones a destacar por parte del doctor Cristian Roig, jefe de pediatría del hospital Mater Dei y uno de los redactores del Protocolo de Acompañamiento al enfermo de covid de dicha institución.
Asistimos a tiempos en los que ha cobrado especial significancia aquello de que lo urgente en ocasiones desplaza y hasta va en detrimento de lo importante.
El impacto psicológico de una nueva enfermedad, desconocida a nivel mundial pero potencialmente grave o mortal, la preocupación por contagiar, el estigma y el sentimiento de culpa por contraer covid de la mano de una falta de estrategias para un abordaje integral para quien finalmente se contagia y para quien el aislamiento pasa a ser la única alternativa, el único tratamiento posible para evitar la propagación del virus, nos lleva a la necesidad de pronunciarnos.
En tanto algunas instituciones ya han diagramado y aplican protocolos de acompañamiento durante la internación, confiamos en que prontamente este modelo de atención se hará extensible al sistema de salud en su conjunto.
Por ello, hemos elegido referirnos a aquellos casos que no presentan síntomas de gravedad tal como para requerir atención en un centro de salud.
Todos conocemos los protocolos y cuidados para el tratamiento del virus pero: ¿existe un tratamiento y un protocolo posible para el enfermo?
Tras el diagnóstico, el paciente de covid pasa su enfermedad en completo aislamiento, confinado en zonas específicas, sin contacto con familiares o cuidadores y con escaso a nulo contacto con el personal de salud, más aún si su cuadro sintomático no se considera de la gravedad suficiente para ameritar la presencia de un médico o enfermero que constate su estado general en forma diaria.
El covid trajo como principal consecuencia, que el mínimo contacto físico o la presencia de dos personas en un mismo lugar, se convierta en un peligro no solo individual sino tambien social.
Quien enferma, además del malestar físico y los sentimientos que le despierta este estado (miedo, angustia, ansiedad ,tristeza) debe asumir la responsabilidad de no propiciar la exposición de otras personas al virus, no convertir a sus seres queridos en contacto estrecho y que por esto, protocolo mediante, deban someterse también ellos a un aislamiento preventivo. Debe asumir su padecimiento en soledad y con el coraje de quien va al frente de una batalla, porque así fue nombrada en principio esta pandemia: la guerra contra un enemigo invisible.
Como agentes de salud, y más aún de salud mental, pensamos que mas allá de orientar los protocolos a detener la ola de contagios, un verdadero tratamiento siempre se centra en la persona.
Es momento de comenzar a pensar estrategias para un abordaje integral, y no solo aislar basándonos en un modelo biológico/cientificista o estadístico.
No podemos dejar de hacer referencia al escenario que precede a la confirmación de un resultado positivo y la influencia del mismo en la respuesta subjetiva. La rápida propagación del virus y el sesgo que fue cobrando la información, sembraron miedo y ansiedad a nivel mundial, lo cual debe considerarse y evaluarse al momento de pensar un tratamiento posible .
El cuerpo no es una sumatoria de órganos, es imposible disociar la mutua incidencia de lo psíquico y lo somático: cuerpo, dolor y subjetividad se entrelazan. *
Hace tiempo que el saber médico reconoce los efectos del estrés y su capacidad de inhibir el normal funcionamiento y respuesta del sistema inmune. En tanto afecta el equilibrio general del cuerpo, no solo obstruye el tratamiento de una enfermedad de cualquier tipo y origen, sino que también puede convertirse en un serio agravante.
El estrés se vincula a la angustia, a la ansiedad, al miedo o estado de alerta que surge como respuesta adaptativa a un entorno cambiante. El problema es que no es objetivable y no puede medirse, por lo que a veces puede ser subestimado o sobrevalorado, pero lo que no puede desconocerse es que constituye un claro factor de riesgo para cualquier proceso de enfermedad.
El aislamiento, la incertidumbre sobre la evolución y la falta de tratamiento a la que se ve expuesto quien contrae covid, provoca cuadros psicológicos reactivos, emergentes, y agrava los preexistentes, por lo que no estaríamos lejos de afirmar que estas condiciones pueden terminar actuando como un segundo virus que viene a reforzar la sintomatología propia del covid.
Sin duda son situaciones que funcionan como disparador de una diversidad de manifestaciones psíquicas en personas sin antecedentes, y como factor agravante y desestabilizante en los casos de cuadros psicológicos o psiquiátricos preexistentes.
Las respuestas psicológicas ante está coyuntura guardan estrecha relación con la estructura mental subyacente y la capacidad de adaptación de cada persona, por lo que resulta de suma importancia el rol que cumple el entorno y acompañamiento familiar durante este proceso.
Humanizar el abordaje implica no solo identificar y controlar síntomas, sino también pesquizar la sensación de amenaza a la integridad física y psíquica que experimenta cada persona, así como los recursos personales y psicosociales con que cuenta para afrontarla.
Nadie puede saber cuándo tendrá fin una pandemia y no ponemos en duda la difícil tarea que implica responder a la demanda en medio de la urgencia y la incertidumbre, pero pasado un tiempo prudencial es necesario darle paso a lo importante.
Con esto nos referimos a la necesidad de comenzar a planificar y poner en funcionamiento un dispositivo de abordaje que contemple las diversas circunstancias y realidades de cada paciente, en tanto constituyen factores determinantes en el curso y desenlace de cualquier proceso de salud/enfermedad y a fin de evitar sumar efectos iatrogénicos derivados de está pandemia.
Si el aislamiento es «el arma mas potente» para el control del covid, su destinatario siempre debe ser el virus, no la persona.
*Santiago Castellanos, autor del libro Cuerpo, dolor y subjetividad.
Autoras:
Vilma Cañameras, DNI 24347051, Licenciada en Psicología, MP 255
M. Gabriela Pasquettin, DNI 20246317, Licenciada en Psicología, MP 115
M. Laura del Olmo, DNI 25449342, Licenciada en Psicología, MP 248