De nuestros silencios


¿Qué andará detrás de nuestros silencios? ¿Cómo se encuadran, o cómo los encuadramos en estos tiempos de Edad Media que nos quieren ahogar?

El capitán expulso del ejército brasileño, Jair Bolsonaro, obtuvo un tercio de los votos, durante el segundo turno de las elecciones, que lo hicieron Presidente de Brasil. Fueron suficientes porque, entre los votos válidos, poco menos que otro tercio optó por su rival, el profesor Fernando Haddad, y la gran mayoría silenció su propia voz, anulando su voto.
Mis compañeros de izquierda se silencian en cuanto a los efectos colaterales de la identidad de centro-izquierda, más a la izquierda, o cualquier de estos designativos adheridos a los partidos comunistas que, hace años, autorizan a sus líderes a pactar con banqueros y terratenientes. ¿Cómo pudimos creer que esto terminaría bien? Brillantemente denunciado por Slavoj Žižek, heraldo por la reconstrucción de la Izquierda, esta especie de error original es, incluso, uno de los factores que trajo de vuelta la fuerza, a las voces de la ultraderecha.

Ejemplo emblemático es el de Lula da Silva. Para ingresar a los pasillos del poder, se acostó con cada uno de los dueños de Brasil. Antes de tornarse mandatario, mientras legislaba como diputado, denunció a todo tipo de maniobras que dominaban el parlamento brasileño. Pero, una vez empozado, les concedió todo tipo de regalías, para poder gobernar. Muchos de los nombres del partido que con él estuvieron hasta allí, porque querían reformas estructurales, saltaron del barco. La directiva del Partido de los Trabajadores apostó al populismo para sus electores, y a la distribución de cargos entre sus adversarios. En otras palabras, han desconsiderado uno de los grandes legados históricos, cuanto a la lucha de clases: los dueños del capital nunca – ¡nunca! – admiten, honestamente, a un operario en sus círculos y clanes. Žižek: los gobiernos de centro esto, centro aquello, y sus líderes fueron usados como medios para la reedición del Capitalismo.

Historiadores registran la advertencia de Fidel Castro a su amigo Salvador Allende, en cuanto a las maniobras silenciosas que pondrían fin a sus reformas, como el caso del gobierno de la Unidad Popular que subestima a las viejas ideas y prácticas, enraizadas por siglos de colonialismo sobre la gente. Al que Allende tendría respondido que, particularmente en el caso de Chile, no había tan grande riesgo de manipulación, una vez haber sido él electo democráticamente. Las demás variables y todo el proceso que resultó en el golpe militar son bien conocidos. A los más curiosos, vale una mirada en los puntos de la Microfísica del Poder de Foucault.

Hace poco más de un mes, un silencio de efectos catastróficos retumbó en el escenario internacional. La reportera Carole Cadwalladr denunció la complicidad con que los dioses del Valle del Silicio vienen tratando a banqueros y estadistas sin escrúpulos. Nombres como Nigel Farage, Donald Trump, Robert Mercer, y Arron Banks, protagonizan una novela en las redes, cuyos efectos nada tienen de virtuales. La investigación iniciada por la periodista se hizo caso policial, movido por el Parlamento y la Agencia Nacional Anti Crimines de Gran Bretaña, contra corporaciones como Facebook – por abrigar la actividad criminal en su lenguaje de programación encriptada – y Cambridge Analytica, brazo ejecutor del experimento. Pese a los terribles efectos sobre nuestras cabezas y destinos, las técnicas y herramientas son bastante sencillas, dadas las facilidades tecnológicas de que disponen: el uso de filtros para diseminación de información falsa. Detalle: diseminación masiva, por el gran alcance de los medios sociales en juego; filtros según estudios comportamentales, cuanto a miedo y odios; noticias falsas utilizadas para enaltecimiento de unos, sublevación de otros. Cantidades gigantes de dólares, para poner en jaque las democracias, la posibilidad de libertades individuales y sociales.

¿Qué nos queda hacer? ¿Cómo se siente usted al leer estas informaciones? Es imprescindible, en los procesos que estamos viviendo, que seamos honestos ante nuestros sentimientos de inmovilidad. Tenemos, hoy, mucha gente buena en franco desánimo, y esto tampoco se da al azar. Parte importante de estas tramas, que se repiten y se repiten en la historia, es generar este sentimiento de discapacidad. En los versos de la canción Revolver, de Flaira Ferro, cantautora de Recife, mi ciudad natal en Brasil, una ciudad triste es fácil de ser corrompida, fácil de ser manipulada. Si no asumimos nuestras limitaciones ¿cómo ensayaremos reacciones adecuadas? Si no ensayamos reacciones adecuadas, ¿cómo tendremos medios para promover los cambios?

Flaira nuevamente: como contraataque en esta guerra, ¡el Arte! Ciertamente es imposible mapear la naturaleza de todos nuestros silencios, pero podemos decir, sin miedo de errar, que la expresión de lo que traemos en el alma, será siempre nuestra mejor medicina, nuestro mejor instrumento, nuestro escudo, nuestra lanza. Incluso los silencios mismos que brotan de esta expresión son muy bienvenidos e importantes.

Después que el Ministro de la Educación anunció cortes en los financiamientos para la Educación Básica y las Universidades, miles de estudiantes tomaron las calles brasileñas. Efecto siguiente, el índice de reprobación del (des)gobierno ultraderechista fue, vez primera, más grande que su aprobación. Bien más sutiles, pero tan presentes como la voz de los estudiantes, son los silencios de quien, pensando haber puesto un reformista en la dirección del país, ya no tiene ilusiones tras las cuales refugiarse. Están acorralados, ante la evidente falta de sensibilidad, el miedo de que sus propios hijos queden sin escuela, por un lado, pero siguen pidiendo a Dios que abra a los ojos de su capitán. Cobardemente silencian. ¿O será tal silencio el paso que antecede a su redención?

Nosotros… ¿qué tal si reflexionamos en cuanto a nuestros posicionamientos y silencios?