“A Luisa Cánepa, mi sirvienta, la violó un sargento, y después un cabo y luego un soldado raso… La cosa le gustó o qué se yo, mi comandante, pero la cosa es que ahora se dedica al puterío con el nombre de Pechuga y tiene como cafiche a un marica que le dicen Milcaras”
Pantaleón y las Visitadoras, Mario Vargas Llosa
“Me pusieron las botas y me mandaron al salón, a satisfacer a los clientes…”, dijo una testigo del juicio de Marita Verón, reiterando lo que había declarado una década atrás.
“Sacate toda la ropa, y dejate las botas puestas”, dijo una víctima rescatada (cuya identidad todavía debe ser preservada, sin entender ni por qué debía hacerlo, ni mucho menos aún qué tipo de placer causaba eso a su «dueño» de los próximos treinta minutos.
Las botas… Ese calzado que en las mujeres suele ser un componente de la indumentaria, a la que ellas le dedican no poco tiempo, dinero y esmero en la lección y combinación.
El símbolo de la Dictadura más feroz que hayamos sufrido los argentinos entre 1976 y 1983, las botas…
Marcas nacionales y extranjeras, que ganan fortunas de dinero y nos sacan a los hombres una parte de esas fortunas, para dejar a nuestras mujeres más esbeltas y elegantes de lo que ya por naturaleza son, ¿con qué? Con las botas.
En cada inundación santafesina o del norte del país, son ellas las protagonistas de las historias de salvataje de niños, ancianos y población en general. Las botas que usan los bomberos y socorristas.
En la televisión, muchos cronistas de investigación o divulgación, hacen programas especiales en donde deben introducirse en lugares oscuros, sin saber si pisarán cemento, tierra, yuyos o qué, y por lo tanto sabiendo menos aún si alguna alimaña no atentará por instinto o por naturaleza, atacarlos. y Allí, recurren a ellas, las botas.
Como abogado penalista, estaba acostumbrado solo a los zapatos finos, caros y que combinaran. Con el juicio de Marita, Susana Trimarco, que viene gastando cientos de pares de botas, me dio unos y luego hasta el día de hoy tuve que comprar varios pares más.
De cuero; de goma; de caña corta o alta; caras o baratas; oscuras y de colores; de vestir o de trabajo; de diario o de deporte, ellas, las botas, son usadas por todos. ¿Por todos?
Me pregunto si en vez de pedirles que paguen el impuesto a las ganancias, no deberíamos exigirle no a todos (lo que sería un gran error como toda generalización), pero sí a muchos JUECES, que se pongan las botas que quieran, las que les gusten, pero que se las calcen y salgan de los despachos y vayan a los allanamientos y prostíbulos, para quizás ahí, poder terminar de comprender DE QUÉ SE TRATA, CUANDO HABLAMOS DE TRATA: SE TRATA DE BOTAS…