El aeropuerto, casi nuestro segundo hogar
Puede sonar exagerado sostener que el aeropuerto se ha convertido en “casi” un segundo hogar para los argentinos que pasamos gran parte del año en el exterior y tenemos la posibilidad de volver anualmente una, dos o más veces, de visita a nuestro país. Sin embargo, la duración del viaje, el jetlag y todo lo que implica pasar por ese lugar nos provoca este sentimiento de “eternidad”.En el caso de que todo vaya bien y según lo previsto en el cronograma oficial, haciendo una escala no superior a las 4 horas en Madrid, París, Londres, Roma o Frankfurt, el tiempo de viaje puede variar de 16 a 22 horas aproximadamente. No está tan mal teniendo en cuenta que cruzamos el Atlántico y nos desplazamos más de 10.000 kilómetros. No obstante, las complicaciones aparecen con los imprevistos.Las cosas no previstas no son una buena señal para la armonía y serenidad de nuestro viaje. ¿Cómo hacer para no malhumorarse con retrasos en la partida de los vuelos, cancelaciones por diversos motivos, pérdidas del equipaje etc. etc. etc.? Y si encima le tenemos miedo o mucho respeto al avión, por llamarlo de alguna forma, ni que hablar. Por suerte, y lejos de hacer apología a la toma de medicamentos, existen múltiples pastillitas salvadoras que pueden ayudar a hacer nuestra estadía en “el gallinero” bastante más llevadera.Además, no nos olvidemos de que como amamos las llegadas, odiamos profundamente las partidas. Las despedidas siempre son tristes, aunque sepamos que son sólo por algunos meses. Entrar a migraciones en el primer piso de Ezeiza y tener que subir las escaleras mecánicas para hacerlo, ya nos provoca un nudo en la garganta. ¿Por qué hay que atravesar por todo esto y encima saber que todavía nos quedan mínimo 16 horas de vuelos y aeropuertos? Esa es la pregunta que me hago cada vez que paso por esta situación.La última vez que volví a Buenos Aires lo hice, para mi fortuna, justo unos días después de la erupción del volcán chileno. Por suerte éramos dos y toda la travesía de regreso fue compartida. Después de un día de vuelo cancelado y estadía de 24 horas en Charles de Gaulle (uno de los aeropuertos de París), decidimos tomar un avión a Santiago de Chile, para después tomar otro a Mendoza y finalmente un bondi a Buenos Aires. Luego de tres días enteros de viaje, aeropuertos y terminales logramos llegar. Nuestras familias, pobres de ellas, nos esperaron a las 7 am de un sábado muy frio frente a un hotel fantasma cerca de la Av. Callao. Y si eso no es amor ¿qué es?Vivimos afuera y esto nos hace pasar por una multitud de situaciones que no deberíamos enfrentar si estuviéramos en casita. Sin embargo, ya estamos de vuelta en Toulouse y la rueda sigue girando para que la historia vuelva a empezar dentro de unos meses. Esperemos que en la próxima el viento nos acompañe.AutorFlorencia Gaudenziinfo@medioslentos.com