Hola, nuevamente los saludo desde México, donde algunos aportamos nuestro granito de arena desde nuestra trinchera para combatir el delito de Trata, que no es problema único de nuestro país o región, sino mundial.
La conducta que se castiga como Trata de Personas, es el sometimiento de una persona a la esclavitud sexual, de trabajos, entre otras; las formas de doblegar la voluntad de la víctima, son inimaginables. Van desde el enamoramiento, el ofrecimiento de un trabajo o el rapto, para posteriormente infringir tratos crueles e inhumanos.
La Comunidad internacional, desgraciadamente de manera endeble, ha empezado a tomar conciencia de la problemática de la Trata de Personas, la esclavitud moderna. Escuchamos su previsión en el Protocolo de Palermo, que en el artículo 7 del Estatuto de la Corte penal Internacional lo prevé como un crimen de lesa humanidad (cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil)
Para explicar la gravedad de la Trata, hay que señalar que en otras conductas delictivas el delincuente pretende saciar sus instintos, como es el caso de la violación o el homicidio; o tiene como objetivo satisfacer sus necesidades como en el robo, secuestro; o lograr sus intereses políticos o de venganza, como la desaparición forzada de personas. Por ende, la víctima pasa a segundo término sólo como medio para lograr sus fines, al delincuente generalmente no le importa la suerte de la víctima.
En el delito de Trata, el victimario tiene como finalidad la destrucción del ser humano, el objetivo es aniquilar a la víctima, para convertirla en una mercancía, por ello utilizan los métodos más crueles, la denigración total, para que el sujeto pasivo olvide que es un ser humano, no sienta ganas de serlo, afectan sus emociones, su sistema nervioso, aprovechan su vulnerabilidad, sus miedos, etc.
Así, se puede hablar de la historia de niños y niñas que desde los seis años han sido vendidos y abusados sexualmente hasta treinta veces el primer día o de una de las supervivientes con la que tuve la oportunidad de platicar, y cuyo relato trataré de resumir:
Una mujer extranjera fue a trabajar a una ciudad del caribe mexicano, lejos de su familia. Un día en el trabajo, sintió un mareo. Despertó tres meses después, en un pseudo hospital, donde sólo estaba un mesero de nombre “Josué” quien le informó que tenía leucemia, que estaba grave y que él se haría cargo de ella y de su hijo. Al día siguiente, le dijo ‘ya pagué la cuenta del hospital 250.000 pesos mexicanos (aproximadamente 25.000 dólares)”. Ella nunca vio la cuenta, ni el dinero, ni un expediente clínico y, en medio de tal confusión, fue trasladada al Distrito Federal, a la casa de su “benefactor”. Recuerda que llegó justo un día antes de la celebración de Día de Muertos, de los niños (1º de noviembre), así se lo hizo saber la familia de él.
La trató amablemente, pero no le permitía hacer nada, ni salir a la calle, por su “enfermedad”, hasta el día en que la violó. Tiempo después, ella quiso escapar, pero él le rompió sus papeles (de migración, de identidad) y la golpeó hasta que tuvo que ser hospitalizada. Allí nació su pequeña hija, pero cuando despertó de la cesárea no pudo conocer a su hija pues había sido llevada a otro “hospital”. Tras recibir el alta y al llegar al domicilio donde vivía, las reglas fueron claras:
Él le dijo: “Debes los 250,000 pesos, tu manutención, el parto y los gastos de hospitalización de tu hija, si quieres conocerla, tendrás que trabajar”. Como no tenía papeles, a los diez días de haber dado a luz y aún con los puntos de la cesárea, fue llevada a trabajar supuestamente de mesera. Sin embargo, al llegar se dio cuenta que no había meseras en ese centro nocturno, quiso escapar y fue detenida por la seguridad del lugar. La llevaron a un cuarto y ahí fue violada, hasta donde recuerda, por 23 personas incluyendo su “’benefactor”, a quien le gritaba: “Ayúdame, no me dejes”.
Cuando despertó, le preguntó a Dios “¿Por qué me has abandonado?”. Un médico le estaba quitando astillas de palo de escoba, y así fue como le quitaron la voluntad de querer escapar, lo único que la mantuvo viva fue su hija. Hoy, siete años después, sabe que nunca estuvo enferma, sólo la sedaron por tres meses para volverla vulnerable. Su hija también fue violada, y ella se pregunta por qué la lastimaron, si hizo todo lo que le ordenaron para que no lastimaran a su hija.
Esta historia, pareciera ser sacada de una novela de horror, pero no. Recientemente, por la recomendación de un amigo, mi esposo y yo vimos la película de TRADE. Me asombró su contenido que, aún cuando es poco comparado con los relatos de las victimas, expresa muy bien el tema. La mayor parte del filme lo podría sustentar con parte de los expedientes penales que he leído.
En mi artículo anterior les adelanté que las victimas de Trata son diferentes. Desde mi experiencia, estas son las características que las hacen serlo:
Las victimas de Trata cuando son rescatadas o logran huir están afectadas emocionalmente, se sienten tan denigradas que no quieren ver a su familia.
Son estigmatizadas por la sociedad, es decir, son las únicas que son cuestionadas respecto de su voluntad de ser víctimas; nadie (policías, fiscales, jueces, magistrados o sociedad) cuestiona a la víctima de secuestro, robo, fraude, etc.
Las víctimas no tienen confianza en ninguno de los mencionados (policías, fiscales, jueces, magistrados o sociedad) porque varios son clientes de los lugares donde las Tratan, hay contubernio entre autoridades y Tratantes. Algunas que logran escapar son devueltas por los propios policías y las extranjeras son vigiladas desde sus países por la policía migratoria.
Como cierre les una imagen de internet, que considero representa el sentir de una víctima de Trata ante las autoridades y la sociedad.
Autor: María Teresa Paredes Hernández