“El nivel es increíblemente bajo. Debemos enseñarles todo, absolutamente todo”
Una de las problemáticas más trascendentales de las últimas décadas es la preparación de los nuevos docentes. Serán los hoy jóvenes y modernos, aquellos guías intelectuales y éticos que moldeen los nuevos modelos educativos. Sin embargo, se plantea una duda sobre los planes a llevar a cabo: ¿Son eficientes? ¿Hay una estructura firme de conocimientos generales? La enseñanza cultural de nuestro país ¿es progresiva? El licenciado en Ciencias de la Educación Gabriel Selva nos adelanta un par de escalones hacia el futuro.La sociedad de los poetas muertos ya no parece una ficción. Luego del modelo intelectual propuesto por el menemismo resurgió, cual preocupación nacional, la temática fundamental del avance educativo en la república Argentina. Las privatizaciones escolares y universitarias lograron adaptarse fácilmente al esquema. El desgaste arquitectónico de las instituciones estatales propició aún más el recambio de establecimientos. La “estetización de la política”, los avances tecnológicos y la fuerte decadencia estudiantil acerca de los objetivos en la comunidad académica (entre otros miles de factores sociales) generaron un pobre desenvolvimiento de la función de aprendizaje sobre los niños y jóvenes.Gabriel Selva, licenciado en Ciencias de la Educación y Profesor de Filosofía y Pedagogía en nivel Superior de la Escuela Normal Superior “Estados Unidos de América”, Formación docente N°113, reconoce este panorama día a día, durante varios años. Responde para Medios Lentos todas las inquietudes acerca de la formación que poseen los nuevos estudiantes que desean ser profesores en distintas áreas intelectuales. Aquellos jóvenes que, en un futuro no tan lejano, serán los nuevos representantes educativos de la Nación.¿Cuántos jóvenes ingresan a las carreras de formación docente?Este año hemos registrado un total de 476 alumnos que anhelan ser futuros maestros y profesores. Esta cifra abarca las cinco carreras dictaminadas en nuestro Instituto. Es importante destacar que contamos con una matrícula total de 1276 ingresantes.¿La presencia del alumnado se mantiene estable o frecuentan los abandonos?Habitualmente, los estudiantes dejan la carrera durante el primer año de cursada. Cuando eximen la primera instancia, es muy extraño que alguien abandone la carrera. El común denominador es que, todos los años, un 60 por ciento de los ingresantes anule su matrícula durante el primer transcurso de la preparación académica. El resto son, seguramente, aquellos futuros recibidos. ¿Qué nivel de conocimientos poseen los aspirantes?El nivel es increíblemente bajo. Hay que enseñarles absolutamente todo. Tienen una lectura mecánica, no pueden extraer ideas de un texto. No saben buscar información, tampoco logran generar nociones propias ni conjeturas. Los profesores debemos complementar con otros textos fuera del plan de estudio, ya que muchos no conocen irrefutables espacios de la cultura, como los teatros. Hemos tenido casos de jóvenes que no conocían el centro porteño. Sin embargo, es familiar encontrarnos con culturas heterogéneas, ya que adoptamos solicitantes de todas las edades, sin exclusión alguna.¿Hay un interés que estimule el progreso del estudiante?Sí, claro que sí. Muchos alumnos recursan materias una y otra vez, no se dan por vencidos, se esfuerzan, tienen un objetivo firme y lo terminan desempeñando. La mayoría tiene la certeza de que la docencia es su vocación. Muy pocos la eligen por ser una alternativa profesional que denote un empleo fijo. ¿Cuál es tu enfoque sobre el futuro de la educación en nuestro país?El futuro que se viene es totalmente negativo. Más allá de los problemas familiares y la crisis intrínseca que digiere nuestra Argentina, la clave está en la pérdida de identidad, está en el avance de la posmodernidad que confunde todo. Asimismo, buscamos constantemente adaptar la educación en dicha situación posmoderna, que genera un “vaciamiento” de contenido: una escuela que asume funciones que no le corresponden, como centros asistenciales o comedores donde, lamentablemente, la formación no ocupa el rol central. Son ocupaciones de otras instituciones. Los planes de estudio se alargan, sin embargo, terminan perdiendo contenido. El maestro se encuentra totalmente desvalorizado porque se lo adquiere como un elemento de contención: en la primaria para sustituir a los padres, en la secundaria para inmovilizar actos conflictivos. No hay apoyo directivo, no hay voluntad política. Los dictámenes hablan de integración pero no de un desarrollo educativo para organizar una escuela formadora. El futuro es bastante sombrío.La educación alimenta a las demás bellas artes. Si el “futuro es bastante sombrío”, la comunidad argentina deberá iluminarla y reconstruirla ya que, consecuentemente, estará desnivelando un valioso futuro social, rico e indispensable para cualquier Nación digna y meritoria.AutorPablo C. Sturbapablo@medioslentos.com