En ningún lado estamos a salvo
La trata esta en todos lados. Pero no lo digo caprichosamente ni porque estoy particularmente consternada y comprometida con el caso de Marita Veron. Lo digo porque es lo que sucede. La trata de personas no es un crimen nuevo, ni nada de eso, pero…(Leer más)
En ningún lado estamos a salvo
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La trata esta en todos lados. Pero no lo digo caprichosamente ni porque estoy particularmente consternada y comprometida con el caso de Marita Veron. Lo digo porque es lo que sucede. La trata de personas no es un crimen nuevo, ni nada de eso, pero ciertamente, el aumento del crimen organizado y la fallida guerra contra las drogas, créanme que ha colaborado en engrosar la lista de personas a las que se las “traga la tierra” en toda nuestra región y en Estados Unidos.
Tal como dice la jurista peruana Rosa Montalvo, la trata de personas constituye una de las violaciones flagrantes a los derechos humanos en la actualidad, una nueva forma de esclavitud, cuyas víctimas son en su mayoría millones de mujeres y niñas compradas y vendidas en un negocio que es considerado el que más dinero mueve en el mundo luego del narcotráfico y el tráfico de armas. Es que la venta y renta de mujeres y niñas es una forma de diversificar más sus negocios perversos y aumentar las ganancias.
Este negocio, que crece y se diversifica, utiliza a estas mujeres que secuestra o capta con otros fines – además de la explotación sexual o laboral- y es tal la rapidez que tiene esta diversificación que los Estados no llegan a contemplar todas las variables de trata y tráfico de personas en sus legislaciones, y aún menos, acordar entre distintos Estados. Por tanto, muchas de las «nuevas formas» no están contempladas en tratados internacionales.
De acuerdo con CATWLAC de México, los grupos del crimen organizado utilizan a quienes raptan como halcones, sicarias, mulas o esclavas sexuales de los jefes de plaza y cuando se cansan de ellas, simplemente las matan, desfigurándoles los rostros para hacer más difícil su identificación.
Una constante en todos los casos que leo e investigo en varios países en cuanto a trata y tráfico de personas es la ineludible forma nefasta en que las personas se convierten en víctimas de estas mafias. Porque no existe otra forma de definir la manera en que dichas mafias se aprovechan de la condición de vulnerabilidad (sea por migración, pobreza, exclusión, violencia anterior, seducción) o utilizan fuerza y violencia física para secuestrar, para arrancar a una persona de su propia vida.
La reconocida activista y actriz Jada Pinkett Smith dijo hace algunos meses que, hoy día, pasan los 20 millones el número de personas que siguen siendo compradas, vendidas y forzadas a trabajar como esclavos en todo el mundo, todos los días. Esto fue confirmado por la misma ONU, que agrega que el 27% son niños. Aunque, claro, también hombres y mujeres, sin distinguir raza, credo ni edad. Para poner en contexto la cantidad, hablamos de una cantidad similar a la población que tenía en 2011 Chile y sobrepasa en 10 millones a la población que tiene Bolivia. Un dato más para agregar a esto es que la ONU dice que la trata afecta prácticamente a todos los países del mundo, ya sea como punto de origen, tránsito o destino, y que en 137 Estados se ha explotado a víctimas de por lo menos 127 países.
Días atrás, leí en un desafortunado blog argentino – que intentando ser innovador o quizá transgresor- ponía en duda estas cifras, aduciendo que el tema de la trata de personas era una cuestión “mediática” y para “tapar otras cuestiones más graves.” No resiste demasiado análisis esta cuestión, puesto que esta afirmación proviene de un desconocimiento evidente y sonante sobre la magnitud y la voracidad de la esclavitud moderna.
En primer lugar, con respecto a las cifras oficiales y las cifras confiables, les cuento que es difícil tener cifras oficiales por varios factores que van desde la falta de denuncia, desconocimiento, hasta complicidad de las fuerzas de seguridad y de los operadores de justicia. Por tanto, particularmente, me baso en las cifras de la sociedad civil y de universidades, que resultan ser las más acertadas. Las únicas cifras oficiales en las que me baso son en las líneas presupuestarias y de asignación de recursos por parte de los Estados y, créanme, son siempre muy ligeras. Dan vergüenza.
En segundo lugar, con respecto a la cuestión mediática, creo que no está mal que el tema sea una cuestión de discusión masiva ni en Argentina, ni en ninguna parte. Es que si esto no lo hablamos, si no nos educamos, si no nos animamos a denunciar, entonces les estamos dando las cartas ganadoras a estas mafias poderosas. Nuestra herramienta fundamental, es la educación y la comunicación. Aprovechar también el uso de las redes sociales – que tanto nos pueden ayudar a conectarnos con la cuestión- es casi una obligación para todos los que queremos un mundo mejor y sin más esclavitud moderna.
Las redes sociales nos brindan un mundo de oportunidades para que podamos ejercer el activismo de manera gratis e instantánea. Con nuestros tuits o nuestros «me gusta» en Facebook podemos hacer que algo llegue a los ojos y oídos de quienes nos gobiernan, de quienes tienen la difícil labor de impartir justicia en nuestras sociedades, de quienes toman decisiones que nos afectan a todos. Y si ellos son funcionarios públicos que elegimos por voto, ¿por qué no pedirles que hagan un poco más para poder erradicar la trata de personas?
En tercer lugar, estoy en total desacuerdo con esa afirmación sobre la “poca” gravedad del caso Verón. Si no es grave que en el país (y en donde sea) nuestras chicas sean secuestradas y desaparecidas, sin dejar rastro y con complicad de varios actores, incluso de quienes están a cargo de velar por nuestra seguridad y bienestar, entonces, ¿Qué es lo realmente importante?
Ponete por un segundo en el lugar de las víctimas, en el lugar de sus familiares. Si fueras tú quien fuera secuestrado por una red de trata de personas, ¿no querrías que alguien haga algo por vos?
Si fuese un ser querido quien cayera bajo las garras de una red de trata, ¿no quisieras estar acompañado en esta lucha por encontrarlo y liberarlo? ¿Cómo podemos estar tranquilos y callados cuando nuestra gente desaparece sin más? ¿Nunca se te ocurrió pensar que Marita podes ser vos? Me resisto.
Me resisto a dejar que Marita, y todas las Maritas, se conviertan en un recuerdo congelado en la memoria de las familias, que se culpan por haberla dejado ir y se desesperan ante cada relato que asegura haberla visto a la muchacha.
Me niego a transformar a esas personas en números y estadísticas para ONG y gobiernos.
Me opongo a renunciar a dar mi parte en esta lucha por dejar un mundo mejor a quienes nos sucedan.
Marita representa a tantos otros millones de víctimas en América Latina y en el mundo que son reducidas a la esclavitud sexual por mafias que actúan impunemente en nuestros países. Las víctimas de la trata de personas son víctimas de las redes mafiosas, pero también son víctimas de un sistema que no nos protege como debiera.
Seamos solidarios, no seamos indiferentes, ni permanezcamos estáticos ante la esclavitud moderna.
Autor Mariana Rodríguez Pareja Mariana es abogada internacionalista y Blogger para el Huffington Post, Coordinadora del Programa de DDHH de Asuntos del Sur, Colaboradora de Medios Lentos y de Dont Sell Bodies para Hispanoamérica.
@maritaerrepe