Mario “Marito” Gonzáles, más conocido como Jairo es nuestro Invitado del Mes, nos contó sobre su niñez, sus gustos, y recordó anécdotas que compartió con Borges, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Piazzola, Cortázar y demás. Un lujo que queremos compartir con vos.“Con el tiempo he aprendido a delegar aunque me costó un poco. Estoy permanentemente luchando con mi condición de geminiano a ultranza y eso me trae aparejado muchos problemas. Pero trato, en los últimos tiempos sobre todo, de delegar responsabilidades en otros. Me dejaron mucho tiempo para mí, para cumplir con las otras tareas, las personales, las del ocio.”
José Saramago escribió un texto sobre memorias de su infancia y como ésta se proyecta como pinceladas. Él dice que cuando uno se acuerda de cuando era niño queda como una pintura, como una fotografía. Traigo para que cuentes desde tu otra pasión, la de pintor… que nos retrates a ese niño, que veía las cosas diferentes a como cuando se es grande… ¿Qué pinceladas de la infancia y qué olores retratan tu niñez?
Lo de pintar es un hobby. Me gustan todos los impresionistas en general. Era mi estilo preferido y lo sigue siendo, lo que pasa es que se han agregado otros estilos. Este (señala un cuadro) es una callecita de Santa Ana, en Uruguay, un lugar muy bonito ese, el fondo de mi casa. Viví muchos años al lado de París, en la zona oeste, que es el lugar en donde se desarrolló el movimiento de los impresionistas.Pinto con mi memoria todos los lugares, las casas, el campo de acuerdo a la vegetación que tenga, de acuerdo a los árboles. En el caso de Cruz del Eje, cuando uno va al norte de la provincia de Córdoba… ahí cambia todo, cambia el clima, cambian los hábitos de la gente, y también son distintos los aromas, los colores son un poco más tenues y es un poco más agreste el campo también.Pero tiene un monte bajo, un sotobosque muy bonito porque es muy aromatizado justamente porque tiene muchas jaras, jarillas, retamas y los aromas de la infancia me vienen por ese lado. Y también, por supuesto, las casas tienen su propio clima; mi casa era una casa muy abierta. En las ciudades chicas, sobre todo en la época en que yo era niño, las casas eran de puertas abiertas, entonces prácticamente no se cerraban las puertas, la gente salía y entraba con total naturalidad, ( se queda pensativo y responde) me ha marcado mucho eso.
¿Siempre te creíste grande? Te fuiste muy chico de tu casa…
Esa es una imagen muy fuerte porque me fui de casa cuando tenía 14 años. No sabía que era chiquito y que uno no se debe ir tan joven, no lo sabía, lo supe después, mucho tiempo después. Me di cuenta de que hubiera sido mejor, tal vez, por muchas razones quedarme. La razón más importante es que así hubiera podido disfrutar un poco más de mi madre que murió muy joven.Yo quería cantar, estaba decidido a cantar. Me tomé muy al pie de la letra una cosa que dijo mi padre: “que podía alcanzar una meta en la vida cantando o pintando, que era un artista y demás”, y me lo tomé muy en serio, después me costó una pelea con él, una gran discusión.Fue muy duro, porque para un chico de esa edad que llega de la provincia, venir a una ciudad como Buenos Aires, una ciudad muy gótica y cruel, es difícil. No hablaba con nadie, me pasaba el día encerrado. Era una especie de topo. Empecé a salir a la calle cuando ya habían pasado unos cuantos días (hace silencio y juega con las manos), vivía en un altillo, era una habitación húmeda, tremenda, me hizo muchísimo daño. Y después bueno, ya me fui acomodando, siempre muy solitario porque nunca he sido una persona que ha tenido un entorno muy poblado, siempre estaba muy solito.
¿Y tus padres eran artistas?
No, para nada, no tenían nada que ver con el arte. Yo fui un poco el que inició la cosa del arte (ríe). Tenían cierta facilidad para la música, para el dibujo, ese tipo de cosas pero yo llegué a concretarlo de una manera profesional.
¿Qué añorabas?
Mi madre era italiana, y lo que más me gustaba a mi eran los ñoquis. Cada vez que regresaba a Cruz del Eje, el primer día hacía ñoquis. Y los demás podían decir lo que quisieran, ella hacía ñoquis para mí, siempre. Éramos cuatro hermanos, el más grande un varón, después mi hermana, después yo y el más chico otro varón.
Y ahora cuando viajas para cantar ¿qué añoras?
Bueno, es la cosa esta de los cantantes. Yo me voy de gira y mi mujer se queda acá. Eso me parece un poco injusto como situación, pero bueno, es injusto para mí y es injusto para ella también, pero forma parte de mi profesión.Una de las cosas que se extrañan mucho cuando uno se va, cosa que extrañan también mis hijos, es cómo cocina mi mujer. Ella cocina increíblemente bien, es de una calidad excepcional. Tanto que nos gusta ir a restaurantes y elegir buenos platos para luego salir diciendo lo mismo: “Si hubiéramos comido en casa podríamos haber hecho tal cosa” (risas).No es que se pase el día en la cocina, para nada, pero tiene una gran facilidad.
Vinicius de Moraes dice que la cocina es un arte efímero…
Sí, exactamente, creo que Vinicius podría decir eso tranquilamente porque era un gran cibarita. Yo lo pude conocer afortunadamente hace muchos años. Él tenía un aura extraordinaria, fabulosa, y no me extraña que dijera eso, porque él era un gran amante de ese tipo de cosas, un tipo muy fino, muy refinado.Se dice que en París, en una reunión que realizó María Elena Walsh para un cumpleaños, vos no podías ir y ella te insistió tanto que fuiste, y cuando alguien golpeó la puerta resultó ser (Julio) Cortázar y te quedaste helado… ¿Fue así?Nos juntamos a las 8 de la noche, que es cuando se junta la gente en Francia, ya que se terminan muy temprano ese tipo de reuniones normalmente.La historia empezó porque fuimos al cumpleaños de María Elena (Walsh), en el año ‘74, en París. Yo soy un fanático de Cortázar, me gusta mucho y en ese entonces hablaba de Cortázar todo el tiempo y me la pasaba diciendo: “Yo me voy al Pont des Arts a ver si lo veo pasar”.Me iba a ver si el tipo aparecía por ahí como uno de sus personajes. Fantaseaba con eso y, sin decirme nada, Pepe Fernández, que era el anfitrión en París, lo invitó a Cortázar esa noche, porque lo conocía mucho. Y entonces cuando llegó, como todos sabían que era él, me mandaron a abrir la puerta. Fui, abrí y era él. Un tipo muy impresionante físicamente, muy alto, de la altura de un jugador de básquet, muy alto. Y esa cara tan infantil que tenía, esos ojos separados, tan azules… era un tipo muy especial. Por eso, cuando lo vi, empecé a retroceder porque me dije “me voy a caer, no puede ser”, y los otros se morían de risa. Cortázar no entendía nada, le tuvieron que explicar cómo era el asunto. Era un tipo que tenía una generosidad tan grande y demás…
Cuando se vive en otro país ¿cómo se construye en el imaginario nuestro país, qué es lo que extrañabas?
Cuando vivís afuera, lejos, por muchos años pero igualmente tenés un recuerdo querido, uno va transformando la imagen del país. Elige nada más que las cosas que le gustan. Entonces ¿qué pasa? Que eso transforma al país en una cosa ideal, extraordinaria, es decir, no es el país que es sino el que vos querés que sea, y así lo vas haciendo a tu imagen, a tus gustos y demás. Entre las cosas que extrañas están algunos aspectos de la comida. Para los argentinos efectivamente es muy difícil no pensar en la carne cuando uno está afuera, y por ejemplo a mi me gusta mucho la tira de asado, cosa que allá es difícil de encontrar. Por eso nos engañábamos. Por ejemplo cuando estábamos en Francia comprábamos una carne parecida y hacíamos una parrilla parecida, todo aproximativo, y nos parecía que era eso. Y en realidad después te das cuenta que no, que no es eso, que ni la carne servía para eso, ni el lugar, ni nada, no estaban las condiciones dadas por más que buscaras.
Te gustaban las comidas exóticas ¿puede ser?
Puede ser, sí. Me gusta mucho la comida china y la comida japonesa. Hace poco estuve en Tokio y lo que más disfruté del viaje fue la comida, era una cosa extraordinaria. No veía la hora de que pasaran un par de horas para comer de nuevo (risas).Me impresionó mucho Tokio, me parecieron impresionantes los japoneses, la gente me pareció extremadamente amable. Un público divino. Les canté una canción en japonés (risas)
¿¡Ah sí?!
Sí, sí, sí. Murieron claro, porque me la sabía desde chico y pensé: “Uy, la voy a cantar”.
¿Qué canción?
Una canción que fue muy famosa… ¿cómo se llamaba la canción? (piensa y la tararea, luego la canta y al final ríe). Una canción que fue muy famosa cuando yo era chico. Yo tenía un amigo japonés, y en un momento dado me hizo escuchar esta canción en la casa, y le dije: “Qué bonita canción” y él me contestó: “Tenés que aprenderla, yo te enseño la letra, la pronunciación”. Y luego de enseñarme la letra perfecta, me dijo que algún día la tenía que cantar en el Ópera. Esto lo mencionó porque él había visto, me acuerdo que estaba fascinado, a Fitzgerald en el Ópera, entonces me decía: “Algún día tenés que cantar en el Ópera, vas a cantar Sukiyaki y la gente te va a aplaudir 15 minutos” como él a Fitzgerald (se emociona y sonríe).
Parece un tema muy sentimental…
En Japón son muy sentimentales, nada demostrativos pero muy sentimentales. Me gusta la gente sentimental. Hay gente que lo toma como una tara.Borges decía que a él no le gustaba lo sentimental, por eso no le gustaba el tango cantado, porque decía que eran letras sentimentales. Cuando él preparó las obras completas que hicieron editar en las ediciones de las pléyades en Francia, donde él participó directamente, hubo un poema que estuvo a punto de sacar, y que yo canté, con música de Astor Piazzola, éste se llamaba “1964”, y empezaba diciendo: “Ya no seré feliz, tal vez no importa, hay tantas otras cosas en el mundo”. Borges decía que lo quería sacar porque era sentimental y el no quería mostrar esa vena sentimental en su poesía. Al final la incluyeron y dijo: “Bueno, tendré que aceptar que en el mundo lo sentimental también existe”. A mi me gusta siempre que no caigas en la cursilería.
Y de tu relación con Mercedes Sosa, ¿qué me podes contar?
Justo antes de volver la democracia en Argentina ella vino e hizo diez recitales en el Ópera, que fueron maravillosos, y creo que de ahí salieron los mejores discos de la historia argentina. Ese disco se llamó “Mercedes Sosa en Argentina”, tenía muchos artistas invitados. Ella tenía mucho miedo y antes de venir para esas actuaciones estuvo comiendo en casa. Me acuerdo que faltaban 10 días para que se viniera. Estaba como loca, le decía a mi mujer :“¡ay nena, cómo cocinás!” porque hablaba así “¡nena, cómo cocinás, qué rico que está esto!”. Y nos habló de todos sus miedos. Ella temía porque era muy incierto lo que se fuera a encontrar aquí. Cómo la iban a recibir, hacía mucho tiempo que no venía a cantar porque había estado censurada, en el exilio mucho tiempo y tenía muchos temores. No se sabía muy bien por donde pasaban las cosas, era muy complicado. Fue entonces que vino y tuvo un éxito impresionante, y por sobre todo ganó plata.Me acuerdo que fuimos a comer juntos con Atahualpa Yupanqui y con Piazzola, a la casa de un amigo nuestro que se llamaba José Pons, que cumplía 60 años. Nos juntamos los cuatro y fuimos a tomar algo a un lugar muy emblemático de París que se llama “El café de París”, que es donde se proyectó la primera película de la historia del cine, una película que hicieron los hermanos Lumiere. Yupanqui y mi mujer comieron ostras porque les encantaban y Piazzola, que no sé porqué se tenía que ir al día siguiente a Nueva York, se fue enseguida. A mí no me gustan, así que no comí nada. Esa noche Mercedes nos acompañó a casa, y cuando volvía chocó con el coche, bah, rozó una cosa de basura. Al día siguiente hablé con Yupanqui y me dijo: “Pasa que anoche (Mercedes) tomó todo sin soda” (risas).
¿Cómo surgió el nombre “Jairo”?
Jairo es un nombre bíblico. En hebreo significa “Jehová quiere iluminar o brillar”. Después hay gente que me ha dicho que en arameo, por ejemplo, significa fiel.Cuando conocí a Borges en el año ´74, me contó la historia de Jairo. Empezó con la etimología y me dijo: “Jairo era un arquisinagogo, tenía una relación privilegiada con las deidades, era un personaje iluminado. Pero como en arameo ese Jairo quiere decir fiel, usted debería llamarse el iluminado fiel”. Fue una interpretación muy poética.
¿Y cómo se te ocurrió?Se le ocurrió a un amigo que tenía relaciones con Colombia, y había vivido muchos años allí. En realidad habíamos decidido empezar de cero en España .Me gustó como aventura, me parecía impresionante empezar la vida de nuevo a los 19 años. Entonces propuse un nombre con el que firmaba los dibujos, -en esa época trabajaba como ilustrador, y firmaba como Ticonderoga, que era un personaje de la independencia norteamericana, un indiecito. Cuando se los dije me sacaron rajando, pero para mí era ideal. Más tarde me llamó por teléfono este hombre colombiano y me dijo: “Por favor, ¿podría hablar con Jairo?” entonces le dije: “Acá no vive ninguna persona que se llame así”. Pero insistió y me dijo: “¿Qué te parece si a partir de ahora te llamamos Jairo?”, y me gustó mucho, a tal punto que mi hijo mayor se llama Jairo, se llama Jairo Iván, para no confundir en la casa.
Cuando te volviste de Francia te hicieron un rap que se llamó “Dónde está Jairo”… ¿Volverías a Francia?
Y siempre vuelvo (se ríe)… El 26 de octubre voy a hacer el programa más importante de la televisión francesa, que tiene 6, 7 millones de telespectadores todos los sábados. Sale una vez por mes, y tiene una figura principal, le hacen todo un homenaje con la historia y ese tipo de cosas, y ese mes me toca a mí.No me costaría volver, no me sentiría mal con ir a ninguna parte, yo voy a cualquier lado y me acomodo.
¿Te acomodas…?
Sí, sí, soy bastante fácil (se toma de las manos y se queda mirando el piso) soy muy fácil para adaptarme a países nuevos. En Francia tuve al principio la dificultad del idioma, una dificultad mayor. El francés es un idioma maravilloso pero que tiende a desaparecer, o tiende a hablarse cada vez menos.
¿Tenés la doble ciudadanía?
No, no. Tengo la nacionalidad argentina, porque tenía para optar. Cuando una persona es condecorada por Francia y demás tiene la opción, yo soy Caballero de las Artes y las Letras, así que sería un camino fácil el de adquirirla. Pero no lo hago por pereza en realidad, no me importa demasiado, es como decía Cortázar: “El pasaporte es una cosa que está en el bolsillo, lo importante es lo que está detrás, el corazón”, es muy importante saberse de algún lugar y ya está, no importa el documento que lleves.Para finalizar te invito a que contestes partes de las preguntas del cuestionario que Bernard Pívot realizaba a sus entrevistados…Yo lo admiraba mucho por el programa Apostrophes. Un tipo divino, un personaje. Su mujer dirigía una revista y me acuerdo que me hicieron una entrevista y me sacaron en la tapa. Después de eso nos fuimos a comer todos juntos.
¿Cuál es tu palabra favorita?
Déjame pensar un poquito… (piensa). Mi palabra favorita es textura, porque sí, porque está relacionado con el tacto, está relacionado con la materia, está relacionado con muchas cosas.
¿Cuál es la palabra que no te gusta?
No me gusta intolerancia pero por su connotación y todo eso.
¿Qué te motiva?
Muchas cosas me motivan. De repente cuando descubriste que has tenido una buena idea para una canción que te permite trabajar a partir de cero. Eso me motiva mucho. El entusiasmo es uno de los elementos claves de esta profesión.
¿Qué sonido o ruido te gusta más?
El del tren, porque tiene connotaciones… como regresiones a la infancia: mi padre era ferroviario, trabajaba en el depósito de locomotoras. Todo lo relacionado con el tren me atrae mucho. Un pitido me parece un sonido angelical (se ríe).
¿Qué ruido odias?
El ruido que no me gusta es el de las descargas de las canteras de los camiones, porque parece el ruido de una ametralladora. Van cayendo las piedras y hacen ta ta ta ta ta …
¿Qué profesión diferente a la tuya te gustaría probar?
Pintor. Pinto mucho en Uruguay, voy al campo, pinto, me gusta mucho, siempre alguno que pasa por ahí cuando estoy pintando me dice: “Vos vas a ser recordado como un cantante argentino y un pintor uruguayo”. Me encantaría eso. Me encantaría pintar y ser uruguayo también (risas).
¿Qué profesión no te gustaría ejercer?
A ver, qué no sería nunca… (piensa). No sería nunca obrero de la construcción en grandes edificios, porque tengo el vértigo de la altura, es horroroso, la sensación que tengo cuando subo a un sitio alto es espantosa. Hay veces que no puedo subir.
¿Creés en Dios?
Sí, necesito creer. Yo creo que todos necesitamos creer. Creo en una fuerza superior. No sé si todos somos Dios en realidad.
Supongamos que Dios existe, cuando llegues a las puertas del Edén, ¿qué crees que te diría?
“¿Qué haces acá?” (risas)
Una que no es de Pivot sino de la casa ¿En qué te crees medio lento?
En muchas cosas. En realidad no sé si es lentitud, pero a veces me cuesta entender los chistes y ese tipo de cosas, tardo mucho en caer. Soy medio tarambana más que lento.
Parte de esta entrevista se pudo escuchar en La buena mesa, programa radial que sale los domingos de 13 a 15 por AM750
* Se agradece a Florencia Fuentes la desgrabación de la entrevista.
Autor
Luciana Mazza Toimil
luciana@medioslentos.com