“Hay que vivir en arte. ¡Arte! ¡Arte! ¡Arte!”: componiendo el mundo al estilo Minujín


“Hay que vivir en arte. ¡Arte! ¡Arte! ¡Arte!”: componiendo el mundo al estilo Minujín

El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) presentó “Marta Minujín, obras 1959-1989”, exposición que recorre uno de los trayectos más polémicos y exquisitos de la talentosa y penetrante artista contemporánea. La galería fue organizada por la curadora invitada Victoria Noorthoorn, y alberga numerosísimas obras de alto impacto visual, político y social. Medios Lentos estuvo presente, y da la bienvenida al mundo Minujín.En todas nuestras entregas utilizamos como prólogo la misma alusión emotiva: Argentina es un país riquísimo, con un valor incalculable de cultura artística. El resto del planeta nos abre sus puertas con sed de Bellas Artes porque aquí, en nuestro hogar, han nacido grandes exponentes de la sabiduría. Marta Minujín nació en 1941, en Buenos Aires y es el orgullo femenino cuando nos referimos a las artes plásticas.Virtuosa precoz, desde los doce años ya trabaja en el campo. Conformó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano y paralelamente se capacitó, en calidad de oyente, en diversas academias del género. Rápidamente obtuvo un trascendental número de becas que le permitieron instalarse en París en el año 1961. Allí tomó contacto con exponentes del informalismo y el Nouveau Réalisme (nuevo realismo) y, dos años después, llevó a cabo La destrucción de sus propias obras con Christo, Lourdes Castro y Jean-Jacques Lebel, invitados y anunciantes testigos de aquel cuestionable accionar. Posteriormente, al regresar a su país natal, participó por el Premio Nacional Instituto Torcuato Di Tella con ¡Revuélquese y viva! (1964), composición que le permitió a Minujín ser ganadora de dicho premio. Años más tarde, expuso La Menesunda (1965) y El Batacazo. Y así, poco a poco, el éxito y la popularidad se amigaron con Marta, acompañándola en el camino descubridor de nuevas corrientes y expresiones artísticas, como el hipismo. Algunas de sus obras más significantes, para citar las más folklóricas, son Simultaneidad en simultaneidad (1966), el Obelisco acostado (1978), Carlos Gardel de Fuego (1981) y el Partenón de libros (1983) entre otras tantas genialidades de no menor importancia cultural.Marta Minujín es histórica. Marta Minujín es cuentista, narra con cuadros y elementos. Siente al arte como el cosmos infinito, aquel “superpoder” que va más allá del placer cotidiano. Juega constantemente con su capacidad y la recepción, media con la comunicación masiva y el público. Lo hace partícipe de sus maravillas, lo invita a conjugar nuevos espacios que escolten los formulados previamente por la autora. Victoria Noorthoorn, licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Buenos Aires, supo diseñar un circuito realmente cautivante, de principio a fin. Un recorrido que permite analizar los distintos procesos artísticos de Marta, su maduración conforme a sus obras y edad, experiencias en el exterior, premios y condecoraciones, contribución en el pensamiento político y cultural, su complicidad con los medios de información masiva, en fin… su biografía en letras, cuadros y creaciones plásticas.Aunque para el lector sea difícil comprender la cantidad de elementos que utiliza Minujín para sus composiciones, aquí citaremos tan solo las más destacadas: Obras de bronce fundido (“Apolo”, “Catástrofe de la percepción”), de bronce con pátina multicolor (“Venus fragmentado en technicolor”), de bronce empavonado (“Venus fragmentado y recomponiéndose”), de bronce patinado (“Joven helénico fragmentándose”, “Venus apollíptica triplicándose”); óleo y cola de carpintero sobre tela (“Mancha”), arena, laca a la piroxilina, tiza y cola de carpintero sobre chapadur; óleo sobre tela (“Música acuática de Haendel”, “Las cuatro estaciones de Vivaldi”); laca a la piroxilina, arena, pigmentos y cola de carpintero sobre chapadur y sobre tela; cartones y laca a la piroxilina (“Abstracción”); colchones, cartón, enduido y pintura (“Sin título”); pintura flúor, laca y gomaespuma sobre tela de cartón (“All the lovely people”), acrílico sobre tela de colchón y gomaespuma (“Colchón, eróticos en technicolor”), y así podríamos continuar con una lista inmensa de objetos recurrentes en sus creaciones. Sin embargo, existen aquellas que son moldeadas con elementos inesperados, como el caso de “200 Mattresses” (1973), el cual consiste en una ambientación con doscientos colchones y estructuras tubulares, que pudo distinguirse en la exposición.La intersección entre pintura, colores, colchones, madera, política, fotografías, sociedad, escrituras, historia, vanguardia, tubos fluorescentes, filosofía, hule, libertad, cartón… Marta Minujín inventó una nueva forma de ver el mundo, ¡Hasta creó el Minuphone! Una cabina telefónica con pantalla y líquidos entre sus paredes. ¿Quién podía fantasear (y materializar) una “Academia del fracaso”? Ya conocen la respuesta. En 1975, compuso una serie de cuadros con formularios para “Vacunarse contra el triunfalismo”, respaldada por el Centro de Arte y Comunicación (CAyC).Como puede denotarse, Marta es una diosa del arte. Tiene el don de alimentar nuestros espíritus en espacios maravillosa y racionalmente irracionales. Con humor. La palabra clave, la fórmula secreta. La curadora explica: “Acompañando los vaivenes de la información y del tiempo, invitamos a los espectadores a sumarse al maravilloso viaje Minujín y a estudiar sus propuestas creativas en la base de las cuales está una de las herramientas críticas más fuertes de todos los tiempos: el humor”. Dentro del museo, en uno de los pasillos laterales, encontramos tres fotografías color sobre papel de Marta junto al célebre Andy Warhol, en una obra paradigmática (1985) que refiere a la realidad latinoamericana, titulada “El oro latinoamericano”, un total de doce imágenes que ilustran como la artista “pagaba” simbólicamente la deuda externa argentina con mazorcas de maíz. Lo extravagante de toda la experiencia fue que, como sólo había maíz blanco, tuvieron que pintar los mil choclos con aerosol naranja. Comicidad absoluta, la riqueza de Minujín. Combinar sentimientos, sensaciones que simulan ser incompatibles.No alcanzan las notas periodísticas culturales para describir la grandiosa vida artística de esta autora argentina. Una mágica parte de su historia ha sido representada e interpretada fantásticamente por el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Su figura es inspiración, es transmisión de pseudo-futurismo, informalismos, música clásica, vorágine por las respuestas políticas desde el arte, amor sin fronteras, alegría y satisfacción, ignorancias humanas. Creativa hasta la perfección, generosa y crítica social. De la mano de Marta Minujín, hoy podemos sentirnos orgullosos de respirar la mágica fragancia cultural e ilustrativa que nos ofrece nuestro país en intelectualidad para condescender semejantes seres magistralmente ingeniosos.AutorPablo Sturbapablo@medioslentos.com