La Colmenita es una compañía de teatro infantil que nació en Cuba en 1990 y cuyo legado ha llegado hasta Argentina con la intención de “contribuir a fomentar valores humanos a través de la creación artística, en especial el teatro, e integrar a niños, niñas y adolescentes comunes y con necesidades educativas especiales al disfrute del arte”, tal cual reza entre sus objetivos.Su fundador y director es Carlos Alberto Cremata, conocido como Tin, primer cursante y graduado de la carrera de Dirección de Artes de su país y, además, egresado en Ucrania, de Ciencias Pedagógicas. “Lo que surgió como hobbie en los 90, lleva 22 años”, le cuenta Tin a Medios Lentos. Pero su vinculación con el arte no es casual: su madre es la fundadora de la tv cubana y reconocida por su trabajo en tv infantil y uno de sus dos hermanos figura entre los cineastas más importantes de ese país.Uno de los principales mentores de esta compañía es el cantante Silvio Rodríguez, quien desde un principio brindó su apoyo y su arte, a pesar de que Tin aclara que “no nos interesa que los chicos sean artistas: el 90 por ciento de los que pasaron por La Colmenita, hoy no son artistas ni lo van a ser”.Tin se muestra orgulloso de ser cubano: “Me gusta mucho esa identidad, diferente, nuestra. Es mi lugar en el mundo absolutamente”, y sabe responder ante algunas críticas que acusan su labor de trabajo infantil: “Nosotros somos Cuba, siempre nos van a criticar. La mejor receta es invitarlos a ver un ensayo”.
Tin, contale a los latinoamericanos que te van a leer hace cuanto estás en La Colmenita y de qué va el proyecto. ¿Cómo te presentarías ante alguien que no te conoce?
Yo soy un graduado de dos carreras y estaba destinado a ser un director teatral y de hecho, empecé a hacer clásicos con jóvenes: Shakespeare, Moliere, etc. Mi madre es directora de televisión infantil, es fundadora de la tv cubana y una de las más laureadas en materia de televisión infantil. A principios de los 90, yo alternaba la dirección de teatro para jóvenes con el rol de guionista de un programa que dirigió mi mamá durante muchos años llamado “Cuando yo sea grande” que alcanzó todos los premios. Mi temperamento es teatral, entonces, la edición me genera claustrofobia: es como estar en el infierno, es estar encerrado. Mi hiperquinesis no lo soporta. Ese programa lo hacíamos con chicos de 3,4 y 5 años. De pronto, en una de esas madrugadas de edición insoportables, le dije a mi mamá que intentaría hacer una obra de teatro con esos chicos maravillosos. Lo que surgió como hobbie en los 90, lleva 22 años. Lo hice por primera vez en el teatro más grande: el Carlos Marx, que tiene 5000 butacas. Hice una primera versión de Meñique, una especie de Pulgarcito. Se basa en un texto de nuestro héroe nacional, nuestro mayor pensador, José Martí. Quedó tan bonita esa versión que poco a poco se fue transformando esa primera idea de trabajar con adultos y jóvenes. Tuve la suerte de poder convertir a la mayoría de aquellos actores jóvenes en monitores de esos niños. Así fue como La Colmena –el primer grupo- se transformó en La Colmenita. Parimos niños, nos dedicamos a ellos. Además, en Cuba, teníamos la competencia de cinco grupos teatrales espectaculares: no me bastarían tres vidas para alcanzarlos, son maravillosos. En cambio, con los niños no teníamos competencia. Era como una primera necesidad. Actualmente en Cuba somos muy respetados, todo fue fluyendo rápido. Tenemos un principio filosófico: todos los niños del mundo tienen un lugar en el teatro, un poquito más adelante los más habilidosos y afinados, un poquito más detrás los que solamente entregan energía, otros para dibujar escenografía. Lo digo con conocimiento de causa, no es una idea utópica: lo hemos trabajado con niños de Bangladesh, de Turquía, de Bélgica y de Rusia, es decir, con niños de todo el mundo.
Estuvieron como en más de 20 países, ¿cómo hacen con el idioma?
Nuestras obras son muy musicales. Por lo general las hacemos en inglés o bilingüe o en idioma nativo con subtítulo. Son muy fáciles de entender. En primer lugar, porque casi siempre son clásicos. Y en segundo lugar, la música. No sólo presentamos las obras sino que también interactuamos con niños locales. El súper-objetivo no es teatral: el final de todo es que el teatro es el pretexto para contagiarnos de lo humano. Lo que más hacemos es invisible: es un círculo de energía donde nos guiamos a través de una máxima de José Martí: “Los niños deberían juntarse por lo menos una vez a la semana para ver a quién le podrían hacer una buena acción”. Nos juntamos para hacer buenas acciones.
Pero…¿Cómo?
Cada niño se compromete con el grupo en el sentido de salir todos los días a la calle, a la vida cotidiana a hacer al menos una buena acción pero no motivada por el azar sino salir a hacerla. Luego nos la contamos en lo que llamamos “Secreto de pandilla”, un juego detectivesco y de suspenso muy interesante ¿Por qué decíamos esto? Porque Martí también decía que la buena acción no se hace para llamar al Universo, para que lo vea a uno pasar sino porque se siente a gusto aquí adentro. Pongo un ejemplo que es lo que más hace La Colmenita, el teatro es el pretexto. Te cuento la más linda anécdota: cuando yo descubrí que habíamos interpretado bien a Martí. En esa búsqueda del bien, lo primero que hay que hacer es tratar de identificar qué quiso decir Martí en torno a qué es una buena acción. Los niños venían y me decían “les alcancé las pantuflas a mi papá” Y si bien es una buena acción, entra más en la categoría de “favor”. Otro me decía “estudié mucho esta semana” ¡Excelente! Pero eso se llama “deber”. La buena acción la entendí en la grabación de un coro para un festival cubano muy grande que se hace anualmente que se llama Cantándole al Sol. Estábamos tratando de grabar diez canciones en dos horas, pero era imposible. Faltaban diez minutos para terminar la grabación de dos temas y en el medio, una niña se equivoca. La maestra la para y la regaña, y la niña empieza a llorar. De pronto, veo que la chica que estaba al lado se desprende del coro y encara a la maestra: “Maestra, no fue ella la que se equivocó: fui yo”. A mi me pareció muy lindo, tiene que ver con la sinceridad. Pero gracias a Dios, pude escuchar lo que le dijo esta niña a la que estaba llorando: “No llores más que yo te quiero mucho”. Salí llorando de la grabación, me paré frente al mar –que estaba muy cerca- miré al Cielo y le dije: “Martí, empezamos a comprender lo que es una buena acción”.
¿Quien es el otro mentor?
Uno de nuestros mentores es un Dios que tenemos en Cuba que se llama Silvio Rodríguez. Silvio siempre repite que entrar a ver un espectáculo de La Colmenita es como hacerse varios regalos a la vez. El niño, a diferencia del adulto, se entrega sin prejuzgar. El niño saca a bailar a un adulto y el adulto no quiere bailar. Al niño no le importa “tú no quieres bailar ¡Te lo perdiste!” y sigue bailando solo, es mucho más dúctil. Son los que mejor conocen en el mundo el significado de palabras como: generosidad, solidaridad, trabajo en equipo. Cuando hay ensayos complicados con adultos, tras el ensayo, queda la tensión. En el niño, no. Siempre lo asume como un juego y de la puerta para afuera, no pasa nada.
¿Quién escribe las obras?Son varios dramaturgos. La primera fue una abuela que ya falleció. Escribió casi todas nuestras obras en verso. Después aparecieron otros dramaturgos. Estamos especializados: están quienes hacen los guiones humorísticos, los guiones líricos, yo escribo varias versiones. En fin, somos varios. El trabajo va saliendo a partir de improvisaciones de los chicos, es “cómo ven los chicos a la Cenicienta” es decir, su visión, y no la mía. Yo fui niño hace mucho tiempo. La última que viajó a Los Ángeles, New York y San Francisco, se llamaba Abracadabra y la escribieron los niños en su totalidad. Era un tema muy difícil: cinco héroes presos en Estados Unidos y no queríamos ir a la propaganda oficial ni a la visión adulta. Queríamos ver cómo los niños ven ese tema. Los niños decían que poníamos las imágenes de los cinco cuando eran adultos pero que deberíamos poner las imágenes de cuando eran niños: eso ha encantado al público en todos lados. Es la otra visión del héroe, la que no se cuenta en los libros de historia.
En internet y en otros medios circularon varios comentarios negativos en torno a La Colmenita. Se ha dicho que es un panfleto y que fomentan el trabajo infantil ¿Qué responden?
Los niños pueden entrar a los 3 años y retirarse a los 15. Pero muchos, vuelven después de los 15 ya como maestros: ex niños. Tenemos a maestros egresados de las escuelas cubanas de actuación y vuelven a La Colmenita. Nosotros somos Cuba, siempre nos van a criticar. La mejor receta es invitarlos a ver un ensayo. Mira cuanto tiene de trabajo infantil. “Y sin embargo, se mueve”, es una obra muy crítica con el dogmatismo, la intolerancia y el no respeto a los niños. Hubo una autoridad muy grande de la Iglesia Católica italiana que vio esta obra y se acercó preguntándome: “¿El gobierno les permite a ustedes hacer esta obra con tanto contenido crítico?”. “¿Qué gobierno, si el gobierno somos nosotros?”, le respondí. Nadie nos dice qué tenemos que hacer. El gobierno de Cuba son los niños de Cuba. Nosotros tenemos que hacer estas críticas a la forma en que vivimos, en la forma en que se ve la educación. Además, cuenta con la música de Silvio Rodríguez tocada en vivo por los niños. Silvio la ha visto muchas veces: él es lo más grande que tenemos no sólo en Cuba sino en La Colmenita. Cuando hicimos por primera vez esta obra, se sentó a verla junto al Ministro de Cultura –quien es un gran artista, un gran literato-. Al terminar la obra, se pararon ambos y muy emocionados me dijeron esta frase que no creo que me vayan a decir nunca más en la vida: “Tin, vamos a poner todos los recursos aquí. De esto haremos una película.” Silvio actúa en el film, hace un personaje muy simpático. Dijeron que lo más costoso sería los derechos de autor de Silvio. Y Silvio dijo que La Colmenita no solo tiene todos sus derechos sino también todos sus izquierdos (risas). Su hija más pequeña, Malva, estuvo mucho tiempo en La Colmenita. Cuando los niños tienen un talento muy especial, les pedimos que pasen al sistema de Escuelas de Arte. No nos interesa que sean artistas: el 90 por ciento de los chicos que pasaron por La Colmenita, hoy no son artistas ni lo van a ser.
Cuéntanos tu historia, ¿quiénes son tus padres, dónde naciste…?Nací en La Habana, mi madre es fundadora de la TV cubana. Siempre haciendo programas para chicos y mi papá era un empleado de la compañía cubana de aviación. En 1976, hubo un atentado terrorista y el avión en el que mi papá viajaba como tripulante fue volado y fue el crimen en pleno vuelo más monstruoso en Cuba y en el hemisferio occidental en su conjunto. Hablan mucho de Cuba pero eso no lo cuentan. Ocurrió lo de las Torres Gemelas y todo el mundo lo sabe. Atocha, lo mismo. Esto no lo sabe nadie: iban 73 personas, incluido el equipo de esgrima de cuba –que habían ganado todas las medallas- y gente de otros países. Fue un hecho completamente silenciado. Abracadabra habla de aquello que es silenciado por los medios porque no les conviene: es más interesante hablar de los horrores de Cuba y del “trabajo infantil” en La Colmenita. Nací en un barrio muy popular llamado Santo Suárez, toda la vida viví allí. Tengo dos hermanos: uno de ellos es uno de los cineastas más importantes de Cuba. Hizo la primera película realizada completamente por niños llamada ¡Viva Cuba!, con niños de La Colmenita. Mi otro hermano es productor de teatro y estuvo mucho aquí en la Argentina, anda viajando por el mundo.
¿Existen diferencias entre aquellos que son isleños y los que son continentales?
Se le suele llamar “la maldición del agua por todas partes”, pero yo prefiero creer que es una bendición. Me encanta ser isleño. La última producción de La Colmenita se basa en un cómic cubano muy famoso llamado El Capitán Plin, que es la lucha constante de un grupo de isleños vs un grupo de ratas piratas que los atacan. Es una metáfora perfecta de lo que nos ha pasado. En la obra los isleños son los más chicos y los piratas son los mayores. Se enfrentan con música en vez de espadas.
¿Por qué crees que es una bendición?
Me gusta la idea de no tener fronteras, de estar aislado. Somos nosotros, no nos parecemos a nadie, tenemos un sentido extraordinario de la dignidad, la independencia, la soberanía y la no influencia. Nos dicen que tenemos “mentalidad de aldeano” pero a mi me gusta mucho esa identidad, diferente, cubana, nuestra. Es mi lugar en el mundo absolutamente.
¿Qué extrañas estando en Argentina?
El mar. Es algo muy importante para los cubanos. Y a mi familia de La Colmenita: tenemos un teatro que nos cedió la Revolución. Vivimos en un panal. Esto tiene mucho que ver con las abejitas: pueden salir a volar a libar lo más lejos pero siempre encuentran el camino regreso a casa. Dicen los científicos que pueden leer el lenguaje del cielo. Yo a esto lo entiendo como una metáfora. Siento que, como tenemos la capacidad de leer el lenguaje del cielo, siempre tenemos la oportunidad de volver a casa.
Mini cuestionario de Bernard Pivot
¿Cuál es tu palabra favorita?
Me cuesta mucho contestar esta clase de preguntas. Mi palabra favorita es “juego”.
¿La que no te gusta para nada?
Infidelidad.
¿Cuál es el sonido que más te gusta?
El viento, me encanta.
¿Y el que no te gusta en lo absoluto?
El ruido en general.
Si no ejercieras esta profesión, ¿qué harías?
Sólo podría ser maestro. Más que director, soy un pedagogo. En el resto soy malísimo, soy muy poco habilidoso, soy muy torpe.
¿El proyecto salió de vos? ¿Cómo fue esa noche?
No fue una noche… Empezó a tomar cuerpo en esa isla de edición. Lo difícil fue volcarse al trabajo con niños. Me creía Stanivslavsky, pensé que iba a ser el director de teatro más importante del mundo.
Siempre solemos buscar los héroes afuera: Blancanieves, Cenicienta, Superman. Y ustedes hablan de los héroes de carne y hueso: que sueñan y pueden hacer realidad los sueños.
Nosotros empezamos con los clásicos porque son absolutamente geniales. Un poco para dominar el universo infantil, desentrañar la selva espesa. Luego llegamos a la dramaturgia joven para niños y luego a la dramaturgia nuestra. El paso es muy positivo. En Cuba, los niños no adoran ni por asomo a Superman ni a Batman. Tienen a uno muy cubano llamado Elpidio Valdez. Es un mambí de la Guerra de Independencia. Hay una letra muy famosa que dice: “No tuve a Superman, tuve al Elpidio Valdez”. Es un ejemplo de la insularidad: es nuestro héroe, es nuestro Mafalda.
¿Crees en Dios?
No.
¿En qué te crees medio lento?
En las cosas manuales soy un desastre. Soy muy malo.
Autor: Luciana Mazza Toimil luciana@medioslentos.com
Fotografía: Carolina Amengualcruachanfotografia@hotmail.com
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