“Sentí que mis pies estaban mojados. En un principio no quería pensar en nada. Luego estaba gritando. Dos hombres comenzaron a pelear. Yo no sabía lo que estaba pasando.” Samuel tiene 23 años, es un inmigrante de Eritrea, país africano. Contó esto una vez que el salvamento marítimo lo puso en tierra en la pequeña isla italiana de Lampedusa.
«Media hora más tarde, el agua estaba sobre mis pies. La gente utilizaba todo lo que tenían encima para sacar el agua. Las mujeres lloraban. Incluso los hombres lloraban. Algunos rezaban. Estaba rezando. Realmente pensé que iba a morir”. La historia de Samuel es extraída de la web del Frontex, la agencia europea para el control de las fronteras.
Las noticias de los últimos días sobre la inmigración africana que intenta llegar a Europa estrujan los corazones más fríos y abren nuevamente los debates sobre cómo actuar ante tanta muerte injusta.
La desesperación viaja en barcaza
La isla de Lampedusa es la mayor de las Pelagias. Se ubica justo debajo del país con forma de bota, tal y como memorizamos a Italia desde que estudiamos el continente europeo cuando fuimos alumnos de primaria. Debajo de esa bota, como si el planeta se hubiese empeñado en dar un pisotón a los más débiles, se ubica el último archipiélago italiano en el Mar Mediterráneo.
Una pequeña isla, de apenas 20 kilómetros cuadrados, que recibe hace dos décadas inmigración ilegal proveniente de África.
Apenas unos 113 km separan a Túnez de Lampedusa, la isla de las tragedias. Es desde las costas tunecinas donde parten las barcazas minadas de víctimas de las mafias. Esta es la última travesía de las tantas por las que atraviesan los inmigrantes.
El centro de reclutamiento se sitúa en Trípoli, Libia. Allí pagan unos 1200 euros a los traficantes que los transportan en camiones hasta llegar al puerto. Después, como sardinas suben a las bodegas de los barcos pesqueros, viejos, oxidados, donde apenas hay un baño que ellos no utilizan. Las necesidades se hacen encima de uno mismo, es vida o muerte, es importante aguantarse quietos, mantener el equilibrio durante las más de 20 horas que dura la travesía.
Pero no es fácil llegar a tierra cuando los barcos están más para el desguace que para surcar las aguas tranquilas del Mediterráneo.
La mayor tragedia se vivió en Lampedusa el pasado 3 de octubre. El pesquero atiborrado de eritreos y somalíes partió hacia aguas europeas. Eran casi 500, o más. Es una cifra no oficial, es la que relataron algunos de los 155 supervivientes rescatados.
Según puede leerse en las informaciones que publica ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados: “El barco se paró a media milla de la costa. Esperaban ser avistados y rescatados, varios barcos de pesca pasaron por delante suyo sin ayudarles. Entonces prendieron fuego a ropas y mantas para atraer la atención sobre su presencia. Finalmente el barco fue divisado por una embarcación turística que dio la voz de alarma”.
Lo que sigue es la tragedia. Se lanzaron al agua sin saber nadar. 359 personas -entre ellas 16 niños- perdieron la vida, se ahogaron.
Es indiscutible la solidaridad del pueblo italiano, que recibe en sus costas inmigrantes que llegan a nado. Pero los supervivientes declararon que tres barcos pesqueros pasaron cerca y no les ayudaron. Probablemente se protegían de la ley migratoria conocida como Bossi-Fini, fuertemente criticada por la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, que choca con el deber del auxilio y es aplicable a los que ayuden a barcos de indocumentados en apuros.
Pero las noticias sobre los naufragios a veces no llegan a los países de origen, o mejor dicho, las mafias prefieren que no lleguen. Al cumplirse una semana y un día de la tragedia de Lampedusa, cuando los buzos de la guardia costera italiana aún rescataban cadáveres del último naufragio, la muerte vino otra vez en barcaza.
Ahora la tragedia se había trasladado al canal de Sicilia. Unos 250 ocupantes de una barcaza intentaban hacerse ver por un helicóptero de salvamento maltés, pero la embarcación se hundió y cayeron al agua. El resultado: 206 inmigrantes rescatados, 34 muertos, 10 de ellos niños. El naufragio se ubicó entre Malta y Sicilia. Esta última, la mayor isla mediterránea, una porción de tierra a la que parece que la Italia continental le ha dado un puntapié.
Así lo vemos en un mapa y así está pasando en realidad. Recurriendo a la metáfora de la bota, parece que la Unión Europea (UE) patea para más adelante el problema de la inmigración irregular. En diciembre será el próximo Consejo de Europa donde se plantearán medidas concretas para actuar de forma conjunta.
Pero no será hasta mayo del próximo año, que se modifiquen las políticas migratorias y se planteen nuevas legislaciones, una vez que se produzcan las elecciones al Parlamento Europeo.
Mientras tanto, esperemos que la muerte no venga otra vez en barcaza.
África quema
A estas alturas cabe preguntarse: ¿de dónde vienen los inmigrantes? ¿por qué África les duele? ¿les quema tanto para arriesgar así la vida?
Según los informes del Alto Comisionado de Las Naciones Unidas (ACNUR), la mayoría de los migrantes provienen de Eritrea y Somalia. También de Etiopía, conforman la región del denominado cuerno de África, son países devastados por las guerras, donde malamente se vive cuando la sequía lo permite y bajo regímenes totalitarios.
La mayoría de los que salvaron la vida este octubre en Lampedusa provenían de Eritrea. La ONU estima que 3.000 eritreos abandonaron el país cada mes del año pasado. Les quema la vida en su país, disparan de la pobreza, el servicio militar obligatorio, la falta de libertad de expresión, reunión y religión, las detenciones arbitrarias, las condiciones insalubres, la tortura, las ejecuciones extrajudiciales y la muerte.
“La huída del país no es fácil, teniendo en cuenta sus herméticos contornos. A la probabilidad de que te detengan se une el evitar los campos de minas en las fronteras. Como señala el periodista Léonard Vincent, especializado en Eritrea y antiguo responsable de la oficina en África de Reporteros sin Fronteras, «tratan de atravesar las fronteras a pie, pasando por el desierto, unos cañones áridos y evitando ser localizados por las patrullas del ejército». La principal ruta de escape de los eritreos no es por mar. La mayoría hace su camino por tierra”, cuenta María Rodríguez en un artículo publicado por la ONG GuinGuinBali.
Por el Atlántico, las Islas Canarias también fueron receptoras
El archipiélago Canario se encuentra situado frente a la costa noroccidental de África, en el océano Atlántico sobre el Trópico de Cáncer. Canarias es una de las diecisiete comunidades autónomas de España y una de las regiones ultraperiféricas de la Unión Europea. Las siete islas, cerca de las costas del sur de Marruecos y del Sáhara, también fueron receptoras de inmigrantes.
Corría el verano de 1994 cuando la primera patera llegó a Fuerteventura, la isla más cercana a la costa africana, apenas a 95 km.
El 28 de agosto se marcó en los anales de la historia de la inmigración irregular cuando dos saharauis -habitantes autóctonos del Sahara Occidental ocupado por Marruecos -alcanzaban la costa de esa isla canaria alzando una bandera del Frente Polisario (movimiento de liberación nacional que lucha por conseguir la autodeterminación del pueblo saharaui).
Era la primera embarcación de inmigrantes sin papeles que tocaba las islas Canarias. Al menos de la que se tenía noticia. Lo que sigue es un goteo constante de inmigrantes indocumentados que buscaban llegar a suelo español, ése era el objetivo, aunque se les fuera la vida en ello.
Muchos jóvenes africanos cruzaban a las Afortunadas -como también se las conoce en Europa a las islas Canarias- por tener un clima que invita a hacer turismo todo el año. Pero la inmigración no buscaba precisamente sol y playa, lo que buscaban era entrar a Europa.
La masa migratoria hacia las islas españolas en esos años tenía un por qué. En 1995 se firmó en Luxemburgo el acuerdo de Schengen. El tratado actualmente en funcionamiento, permite circular libremente a toda persona que haya entrado a Europa regularmente a través de una frontera exterior, y para los residentes de los países europeos firmantes del Convenio. En total fueron 26 los Estados que se adhirieron, entre ellos España, un recurso de lo más atractivo para la inmigración.
Durante los años 90, Canarias recibió con cierto desvelo pateras con inmigrantes que provenían de Marruecos, Sierra Leona y Nigeria. También venían de Ghana, Guinea Bissau y Mali, mayormente.
Países marcados por guerras internas que generaron importantes desplazamientos de población.
África víctima
Otro factor que en su momento denunciaron las ONGs como Cruz Roja, fue la implementación de los planes estructurales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en estos países, a cambio de créditos que aumentaban su deuda externa. Era la pescadilla que se mordía la cola.
Los ingresos de los Estados se destinaban prácticamente en exclusiva, al pago de los intereses de estas deudas, dando como resultado países destruidos económicamente.
“En los últimos años, la emigración de los jóvenes africanos se ha convertido en un fenómeno masivo, y ante la imposibilidad de emigrar legalmente, por la dificultad que implica obtener los documentos requeridos, han optado por la utilización de las vías ilegales de entrada a la Unión Europea, por territorio español, francés o italiano” resalta el Estudio Cuantitativo de Cruz Roja Española 2006/2008.
En el mismo estudio podemos leer: “Los factores que empujan (push) a los jóvenes africanos a emigrar son el paro y subempleo en la población joven así como la falta de expectativas profesionales. Por otra parte, los emigrantes que regresan a su país, ya sea de visita vacacional o de regreso por otros motivos (expulsión, retorno voluntario, problemas familiares), se convierten en un modelo de éxito, y por tanto, a imitar por los jóvenes”.
Tal es así que el año 2006 fue el de mayor cantidad de inmigrantes irregulares: 31.678 personas, muchas mujeres embarazadas y menores, dos casos que evitaban la expulsión según la Ley de Extranjería española.
¿Por qué se frenó la inmigración a Canarias?
El 2006 fue el año en que el gobierno español adoptó medidas de regularización de inmigrantes que provocaron un claro «efecto llamada» a las costas españolas.
Como Lampedusa, las Canarias también vieron delante de sus ojos la tragedia. Fue en el año 2009 en la playa de Los Cocoteros, en Teguise, isla de Lanzarote. Unas 25 personas -la mayoría niños- perdieron la vida. Apenas sobrevivieron seis. Fueron rescatados heroicamente por el surfista uruguayo Cristhian Hunt que tras ser alertado por su esposa, ayudó con su tabla a trasladar a los sobrevivientes a la playa. El naufragio había ocurrido a 20 metros de la costa.
Pero, según los años fueron pasando y la economía española entró en crisis, la llegada de inmigrantes empezó a desacelerar. España se convirtió entonces en un destino menos atractivo para quienes huían de la pobreza o la miseria.
La llegada de inmigrantes irregulares a las costas canarias en los últimos seis años ha caído un 99,5 por ciento, al pasar de casi 32 mil en el año 2006 a tan sólo 173 en 2012, según los datos del Balance de la Lucha Contra la Inmigración Ilegal DEL ministerio del Interior español.
Estos resultados, han sido posibles por un refuerzo de los medios humanos y materiales. Canarias se vio desbordada, España tuvo que recurrir a la UE. Europa acudió en su ayuda creando el Frontex: la Agencia Europea de Fronteras para vigilar las costas canarias y africanas e intentar frenar la llegada de inmigrantes irregulares.
Transcurrieron los años y los resultados fueron positivos, visto desde la mirada de los gobiernos en España. Disminuyó notablemente la llegada de inmigrantes a Canarias. Tal es así que en el 2010 hubo cuatro meses en los que no llegó ningún inmigrante ilegal a las islas y en 2012 el descenso alcanzó el 50 por ciento, datos que animaron al actual ministro de Interior Jorge Fernández Díaz a declarar: “Podemos decir que se ha cerrado la fachada atlántica como vía de entrada de inmigrantes irregulares”.
Sin embargo, 104 inmigrantes han llegado a las islas en el 2013 cuando estamos casi llegando al fin del año. Pero la inmigración buscará otras vías, cuando su propia tierra los expulsa, ellos buscarán una alternativa.
El continente negro es el gran reto para este mundo globalizado. Europa debe dar respuesta. África llora a sus muertos.
Lo que sigue es el tráiler del documental que lleva por título “Madres bajo la piel” con guión y dirección de la cineasta canaria Mercedes Afonso. Se centra en las mujeres que llegaron a Canarias en pateras y cayucos durante las últimas décadas. Muchas arribaron con bebés o en avanzado estado de gestación, y sus miradas y vivencias son contadas con respeto y simplicidad para dar protagonismo al relato.