La ley de radiodifusión y el consumidor


La ley de radiodifusión y el consumidor

Por Nicolás Melandri La nueva ley de Radiodifusión propuesta por el Gobierno es ya conocida por todos. La hemos (hemos, no confundir con emos) tratado en Medioslentos.com con Julia Izumi, invitada del mes, en la nota publicada bajo el título “Instrumentos, no protagonistas” ¿Cómo puede interesarnos a los consumidores de cultura? En cierta forma, de la misma manera que con la actual ley deberíamos comportarnos, excluyendo que ahora es casi obligado pelear por una nueva. Pedir programas de buena calidad.“Yo le doy a la gente lo que quiere ver”, un zar de la televisión se explicaba, excusaba, justificaba y sobre todo se escudaba con esa frase. Claro, si el nivel de educación de las personas es bajo, las condiciones de vida dejan mucho que desear, etcétera de los etcéteras, es de esperar que los televidentes quieran ver una programación llana. Esta es, contenido que no los inquiete, desafíe, invite a debatir, o conmueva intelectualmente.El “yo le doy a la gente lo que quiere ver” es hacer fácil tanto como tomarse a la ligera un trabajo que en definitiva merece gente mejor preparada para ejercerlo. ¿Esto significa que lo único que un canal debe pasar es un documental acerca del caracol del Amazonas y su relación con el perfil psicológico de los personajes de Otello? NO.En uno de sus primeros discursos acerca del proyecto para la nueva ley de radiodifusión, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner pronunció dos oraciones en un pasaje un poco ambiguo: “Que cada ciudadano pueda formar su propia opinión sin que nadie le diga desde una radio o un diario qué es lo que debe pensar”, y más adelante agregó: “Preservar el 33 por ciento del espacio audiovisual para organizaciones que no tengan fines de lucro nos va a dar la garantía de diversidad. Por primera vez iglesias, universidades, sindicatos podrán acceder a tener una voz propia para decir lo que piensan”. No quiero contradecir a la máxima mandataria de nuestro país, pero de ocurrir esto último estoy seguro de que desde esos espacios de radio o televisión la gente oirá lo que el emisor quiere que piense. No obstante, las posturas editoriales son tan antiguas como los discursos periodísticos.No hay que temer a la subjetividad y dejar de prometer que ninguna radio o diario nos bajará línea. Lo que hay que prometer y encargarse de que ocurra –especialmente esto último, lo anterior no interesa- es que los contenidos revaloricen el concepto que por lo general se suele tener del entretenimiento que ofrece la televisión, de la calidad e intencionalidad de la información de las radios y la prensa gráfica. El temor que se puede tener, es que el debate por la construcción de la nueva ley sea embarrado por las defensas ciegas de los medios para retener su poder y el de los políticos para aumentar el propio. Con estas dos grandes posturas en conflicto, la información que pueda llegar a la gente estará totalmente viciada por intereses contrarios a los de libertad de expresión.Nuestro rol como creadores de cultura y consumidores de la misma es dar una batalla limpia pero no por eso menos dura y tener la libertad de expresión como ideal. Aún cuando sea imposible alcanzarlo, no viene mal un poco de “la imaginación al poder”.