La Noche de los Museos maravilló al público argentino en una nueva convocatoria multitudinaria
La idiosincrasia de la envoltura del significado Museo es enigmática y polémica. Para muchos, una manifestación exquisita del conjunto cultural. Para otros, la cárcel guerrillera del aura. Medios Lentos participó del nuevo ciclo de “La noche de los Museos” y descubrió que, detrás del arte y la práctica social, hay muchas confesiones en disimulo. Una vez más, la figura enigmática de Géminis presenta su espectáculo divino en una publicación social del arte. Esa intuición ambigua, sujeta a una codificación imprecisa, inexplorada, subyugada a la filosofía más delicada. En el recorrido imperecedero, podríamos citar a nuestro querido Walter Benjamin con su extraordinaria herencia “La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica” (1936), donde profundiza el pensamiento mas considerado sobre la pérdida del concepto de unidad artística: la inquebrantable reproducción de una obra, la infinita actualización tecnológica y una evolución imparable de las herramientas técnicas, proponen la destrucción de la figura de lo irrepetible, de lo inigualable. En pocas palabras, las nuevas tecnologías de la transcripción han destruido la obra de arte en sí misma, le han quitada su aura: el sabor cualitativo que distingue una producción de otra. Pensemos.“La Noche de los Museos 2011” – efectuada el 12 de noviembre – albergó a más de 700 mil espectadores, entre ellos una cantidad innumerable de turistas, que recorrieron museos argentinos y otros espacios académicos de la cultura. Podemos localizar el “Museo Casa de Carlos Gardel”, el “Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco”, el “Museo del Cabildo”, el “Museo del Bicentenario”, y continúa la enumeración hasta el imposible. Con el paso del tiempo, esta actividad masiva ha conquistado corazones sedientos de hechicería con nuevos servicios e implementaciones tecnológicas del entretenimiento y la comodidad rutinaria (Tecnología QR). Evidentemente, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires recurre a una constante innovación y profundización de este campo ilustrativo. La “Noche de los Museos” ha sido bautizada como una renovada costumbre porteña del arte, una cita inadmisible de postergación. Una publicidad inherente, una campaña persuasiva respaldada por instituciones jerárquicas de ortodoxa envergadura.La hegemonía es un condimento necesario para nuestro sistema de dominación encubierta. Los Museos, como otras tantas afirmaciones positivistas de la cultura, son contenedores de prontitudes sociales que denotan significados indeterminados. Es una sonrisa carismática y familiar, no obstante expone una caverna estática del arte. Y es por ello que las multitudes los aclaman y glorifican. Una frase idílica nos confiesa el filósofo y psicólogo norteamericano John Dewey: “El crecimiento del capitalismo ha sido una poderosa influencia en el desarrollo del museo como el albergue propio de las obras de arte, y en el progreso de la idea de que son cosa aparte de la vida común”. Pese a todo, no debemos olvidar que toda construcción humana tiene su Géminis. En “La Noche de los Museos”, todo espectador fue recipiente de asombrosas pinturas, esculturas, fotografías y hasta la música fue imperio dentro del espacio, ofreciendo numerosas presentaciones de heterogéneos estilos melódicos. Un éxito rotundo y placentero, indudablemente. No es un pesar inmóvil dilucidar una cuestión elemental: en estas palabras proyectamos la filosofía del arte y sus expresiones sociales en sus actores, los sujetos. Descartamos la posibilidad de erradicar la correcta compostura de los Museos y su importancia dentro de una comunidad consumidora de cultura.“No voy a hacer el camino universitario porque el estudio universitario es la muerte del arte. Los museos y los estudios universitarios son la muerte del arte. Entonces me voy a ir a hacer el arte, que después me metan de momia en un museo, ya vendrá… pero yo no voy a meter a nadie en un museo” expresó, en un genio sagaz, Alejandro Jodorowsky (escritor, dramaturgo, cineasta, dibujante, guionista, artista chileno). Una revelación de esta magnitud resume brevemente la espectacularidad que se le da a la cultura, en su peculiaridad liberadora, y no productora de facsímiles sistemáticos. El gran cuestionamiento toca nuestras puertas de algarrobo, entonces… ¿Cómo vivir el arte si no es dentro de un encuadre proscrito por las costumbres? Evidentemente, lo irónico de la filosofía y el pensamiento es advertir el mal, dentro de la enfermedad. En cada uno de los lectores se impregnará la fluctuación y la incertidumbre. El mazo de cartas rueda sobre la mesa, la baraja es arbitraria. No toda ideología debe ser estrictamente miscelánea. Repasemos, un poco más, la función más alborozada del espectáculo. Grandes esferas de la ciudad participaron de la madrugada más noctámbula del pasatiempo porteño. El Teatro Colón fue cointeresado por vez primera, estrenando sus aperturas ante la masa hambruna de técnica. Asimismo, el Museo de la Televisión Argentina inauguró su presencia en la cita descripta, promulgando el eficiente desenvolvimiento de Canal 7 en la historia de nuestro país. Adornando con fantasía, la música y la poesía asumieron su padrón de irresistibles y generaron armonías literarias, independientemente del sueño del sol. Y, como si la agenda fuese una regordeta caricatura, el Archivo General de la Nación, el Centro Cultural General San Martín, el Colegio Nacional de Buenos Aires, el Centro Cultural Recoleta, el Congreso de la Nación, el Zoológico porteño y el Parque de la Memoria, entre otros tantos ejemplos, invitaron con sus pasarelas a circular por entre los rincones fidedignos. Ya en la octava edición de La Noche de los Museos, y en plena Capital Mundial del Libro, el Riachuelo corrigió su postura de arrinconado para obsequiarse como excéntrico y ser escenario de varios artistas nacionales e internacionales. Acicalado por el nuevo milenio, la Facultad de Derecho realizó numerosas proyecciones audiovisuales, y vislumbró con la presencia del conjunto percusionista “La Bomba de Tiempo”. De la misma forma, el maravilloso intérprete y compositor lírico-contemporáneo Antonio Seoane asombró con su renombrado “Gardelianos” a toda presencia folklorista.Nos sorprende recorrer la línea de tiempo de esta manifestación cultural. Durante el trascurso de los últimos años, ha batido récords de presencias, y el número se eleva cada vez más. Son infinitamente numerosas las familias que eligen La Noche de los Museos como el relámpago preciso para abarcar la sabiduría artística y reproducir sus prodigios con la empiria. Latinoamérica también expresa su contento a modo de prototipo singular y distinguido. Desde el año 2004, la ciudad de Buenos Aires transcribió un discurso preciso: la noche porteña es un diamante en bruto. La fachada de nuestras instituciones reluce su preciosura entre las estrellas, bajo la luna cómplice. Más de 170 museos y espacios culturales, y el extraordinario acompañamiento de un promedio de 700 mil personas atestiguan el argumento. Navegando entre las anotaciones, oraciones sintácticamente misteriosas e inexplicables, llegamos al punto final. A ese signo que nos interconecta con nuestros profundos desasosiegos y ansiedades. El desvelo es un síntoma claroscuro, una fluctuación de nuestra carne. Tanta filosofía inscripta en el arte, tanto pensamiento soldado y aglutinado en las metodologías humanas. ¿Museos como única alternativa de advenimiento al arte o cual calabozos del martirio cultural del consumo? El aura de Walter Benjamin como resguardo, entre las sonrisas de los niños que corren las armonías ¡y allí!, una fastuosa Mona Lisa. Las Bellas Artes, ese pasajero intermitente y perpetuo, sempiterno como Géminis. Géminis, siempre. Géminis, y las Bellas Artes. Géminis con las Bellas Artes. En los puntos finales todo es un Géminis sugestivo y meditabundo. Bienvenidos a la mixtura que hemos sabido componer entre los siglos, la tinta y las calesitas.AutorPablo Sturbapablo@medioslentos.com