Que el árbol no nos tape el bosque
El tenis argentino atraviesa uno de los momentos más bajos de los últimos años y se necesitará de mucha concientización y trabajo para salir de uno de los peores pecados del deporte, la intrascendencia.Lejos de intentar realizar un análisis de la situación ganadera de la República Argentina, y mucho menos tratar de dilucidar la conflictiva relación que el campo sigue manteniendo con el gobierno, la frase “vacas flacas” parece describir de manera bastante atinada la situación del tenis argentino, una vez concluido “EL” Grand Slam por excelencia: el Roland Garros.Independientemente del oasis que significó la actuación de Juan Martín Del Potro, quien realizó un destacadísimo papel llegando hasta las semi-finales y sólo perdiendo con la ya leyenda del tenis mundial, Roger Federer, la actuación de los tenistas argentinos estuvo muy lejos de emular la de años anteriores, no sólo por resultados finales, sino principalmente por la falta de expectativas creadas al comienzo del mismo.Lejos quedó la histórica edición de 2004, no sólo por la final puramente argentina entre Gastón Gaudio y Guillermo Coria, sino también por la semifinal de David Nalbandian, (siendo tres de los cuatro semifinalistas del mismo país), o la semifinal en singles y título de dobles en la rama femenina de la ya retirada Paola Suárez. O más cerca en el tiempo, el acceso a la final de Mariano Puerta al año siguiente, en el 2005.Mas allá de la cantidad de participantes nacionales en el cuadro principal (15), algo menor a la de otras ediciones, la del 2009 pareció marcar la falta de un recambio generacional acorde con la historia, al mismo tiempo que evidenció el flojo momento que viven la mayoría de los tenistas del país.Cabe destacar que la ausencia por lesión de David Nalbandian condicionó la posibilidad de ver a un argentino con reales posibilidades en el torneo, pero lo realmente preocupante resulta la brecha que separa a los dos máximos exponentes de este deporte en la Argentina (Del Potro y Nalbandian) de los que vienen atrás.Algunos, por una cuestión generacional, parecen ya haber dado lo mejor de sí, como son los casos de Agustin Calleri, Guillermo Cañas y Gastón Gaudio, que tras largos años en el circuito comienzan a priorizar sus vidas personales y poco a poco se van alejando de las luces y los flashes de los principales courts. Todos ellos ganadores de grandes títulos, algunos más, algunos menos, han dado sobradas demostraciones de su alto nivel y no se descarta la posibilidad de que sumen alguno más. Pero lo que resulta más llamativo es la falta de explosión y de resultados de la generación que les sigue. Muchos de ellos convirtiéndose en eternas promesas de ya más de 25 años, las cuales mantienen ante cada gran cita la expectativa de sumar alguna gran alegría, pero que torneo tras torneo terminan diluyéndose en sus propias dudas y no logran terminar una gran actuación como la que su tenis merece.El tenis argentino parece haber entrado en una meseta de intrascendencia difícil de superar y la Asociación Argentina de Tenis finalmente comienza a darse por aludida y empieza a aceptar su responsabilidad. Luego de varios años envió un equipo de juveniles para participar en el torneo junior, esperando que este equipo de 5 representantes (cuatro varones y una dama), sea la bocanada de aire fresco que necesita este deporte para que el tenis argentino vuelva a sentirse protagonista en el legendario polvo parisino.A pocos días de la casi heroica proeza de Juan Martín del Potro, quien con 20 años mantuvo en jaque por más de tres horas al más grande de la historia, Roger Federer, hay que tratar de ver mas allá y que el árbol (o en este caso el obelisco tandilense) no nos tape el bosque. El tenis argentino atraviesa uno de los momentos más bajos de los últimos años y se necesitará de mucha concientización y trabajo para salir de uno de los peores pecados del deporte, la intrascendencia.Por Francisco Canosa