Sabores y sensaciones en Cachi
El pueblito salteño de Cachi ofrece las empanadas de queso más exquisitas del Noroeste argentino y los helados más frescos para aquellos que la altura los tumba o el calor sin humedad les quema la pielEn la provincia conocida como “La Linda” hay un pueblo que es mágico. Ubicado en los valles Calchaquíes, Cachi tiene construcciones coloniales que datan del siglo XVIII, calles empedradas, empanadas que se venden en la plaza, un cementerio con una fachada lujosa y cierto aire a pueblo perdido. Como postal del NOA (noroeste argentino) Cachi es el mejor exponente de lugar con historia, gastronomía interesante y paisajes escondidos. De todos estos aspectos destacaremos la gastronomía, como era de esperarse en una nota de “El gusto es mío”. ¿Qué se puede comer en Cachi? Primero de todo, no tenemos que esperar que en los bares y restaurantes haya carta porque probablemente haya una decepción o quizás sí haya una carta pero los platos existentes en la cocina sean unos pocos. Así que, al entrar a cualquier local, hay que preguntar: ¿Qué hay para comer?Gustos autóctonosEn el norte hay locales gastronómicos cuyo nombre es humilde pero prometedor, son los comedores. En estos lugares se venden sobre todo platos típicos y hay que olvidarse del estilo gourmet del colchón de verdes hojas del prado. Los comedores ofrecen tamales, humitas en chala, locro, guiso de quinoa, cazuela de cordero, milanesas de llama y demás platos autóctonos.Un comedor para recomendar en Cachi es “Lo de Genaro”, a una cuadra de la plaza principal. Allí al mediodía hay un menú con platos típicos a precio popular que varia día a día y a la noche los platos se ajustan al estilo porteño. Pizzas, milanesas y preparaciones para algún vegetariano son las opciones que siendo pocas garantizan la dedicación de sus cocineros. Una de las dueñas es vegetariana y suele recibir a las personas que no comen carne (que tienen una estadía complicada en el norte) con una sopa de vegetales con mucho gusto. Un dato: cuando en el norte se habla de una pizza especial se refieren a las de jamón y morrones.Empanadas únicasSi buscamos algo aún más barato y para comer al paso, la plaza de Cachi es el mejor lugar para degustar empanadas. Apostadas a los costados de los caminitos de la plaza (cerca de la Parroquia), señoras mayores con puestitos en donde calientan o fríen en el momento, hacen las empanadas más gustosas del valle calchaquí. Como buenas salteñas, las de carne llevan papa. Un gusto para no olvidar: las empanadas de queso (que también las preparan con papa algunas cocineras). No se encontrarán opciones de vegetales, los gustos son de carne, pollo y queso. Cada vendedora tiene su forma de hacer las empanadas así que vale la pena conocer cada estilo. Eso sí, de día ya que a la noche la plaza no tiene vendedores.Helados inolvidablesSobre la calle más antigua del pueblo llamada Bustamante, hay un restaurant que se destaca por su música tranquila y su ambiente ameno. Comandado por una pareja, Amashpamanta mezcla los sabores norteños con toques gourmet. Se destacan sus pastas con salsas de tomate o las de olivas negras pero el hit de este local no son sus comidas sino sus postres. Los helados son preparados en el fondo del lugar, el dueño los trae como sacados del cielo y sus gustos son pocos pero preparados con mucha idea sobre la armonía en una crema helada. Para recomendar: la copa helada de limón con jenjibre, cedrón y vino torrontés y la copa helada de chocolate. Los mejores helados del norte.Para animarse“Por tu culpa soy borracho” reza el cartel en cartón. El bar no ofrece una gran variedad de vinos pero tiene el aire de bar de pueblo perdido que todo viajero quiere conocer. El vino toro es el más tomado pero si se animan a probar algún torrontés de Cafayate la experiencia puede ser un poco más grata para el hígado y para el corazón. Bar donde se curan las penas, dicen que las mejores borracheras de Cachi ocurren ahí.Empanadas únicas, lomos en su punto, pizzas y helados que no se toman en todo el norte, Cachi tiene la excusa para quedarse unos días y hacer parada en algún comedor, probar la carne de llama o los guisos de quínoa. Lo mágico queda en los sentidos y el paladar del viajero.AutorAyelén Cisnerosayelen@medioslentos.com