Una noche Neoyorquina para emocionarse


Una noche Neoyorquina para emocionarse

http://www.youtube.com/user/m3diosl3ntos#p/u/74/AZmkl9qxnjgEl cineasta estuvo tan silencioso e inmóvil que el joven baterista le preguntó: «¿Estás vivo Woody?», y éste, asintiendo con la cabeza, apenas respondió: «Sólo un poco».Tres meses al año, Woody Allen, siempre y cuando no esté filmando, toca con la New Orleáns Jazz Band en el café del lujoso Hotel Carlyle ubicado en Upper East, la zona más prestigiosa de la ciudad de Manhattan.Allen fue el tercer integrante de la banda en entrar y lo hizo de manera tan tímida que nadie aplaudió la aparición. El silencio invadió el lugar de manera tal que parecía que todos los espectadores se habían quedado esperando la palabra «acción». Fue el que más solos tocó y volvió loco al público, que no desaprovechó oportunidad para manifestarle lo mucho que lo admiraba.Mientras los integrantes de la orquesta se acomodaban junto a sus instrumentos, rieron y conversaron entre sí, pero el cineasta, sentado junto al de la trompeta y al de la mandolina, inclinó la cabeza y miró hacia abajo.Durante los primeros minutos del concierto se mostró incómodo.Como en sus películas , asistió vestido con una sencillez rigurosa por que Allen es igual a cuando hace de él en sus films. Llevaba un pantalón de jersey gris, una camisa blanca que dejaba entrever una camiseta , mocasines oscuros que delataban mucho uso y las típicas gafas negras.El café Carlyle tiene unas veinte mesas y una gran barra de mármol color rojo intenso. El escenario, que es pequeño, exhibe detrás un mural pintado en 1955 por Vertes, el famoso artista francés que revolucionó a New York por el erotismo de sus obras.Desde 1997 este sitio se ha convertido en el nuevo refugio neoyorkino del cineasta y su grupo de jazzSonó la primera nota de uno de los platillos de la batería y el público y Allen comenzaron a relajarse. La gente aplaudió y gritó «bravos» en diferentes idiomas, sacaron fotos y filmaron, algo que estaba celosamente prohibido. Los minutos se fueron deslizando como la pierna izquierda del cineasta, que se movía al ritmo de la música. La noche se tornó mágica y emocionante y le resultó imposible a la muchedumbre hacer silencio.Muchos no creían que quien tenían en frente era Woody Allen, el mismo de tantas películas, aquel que había recibido un Oscar como mejor director por Annie Hall, pero que se había olvidado de ir a buscarlo porque esa noche estuvo tocando jazz en un club nocturno.»¿Ese es Woody y está tocando para mi?», se escuchó decir a un elegante caballero mientras tomaba una copa apoyado en la gran barra. «Si señor, ese es Allen», le dijo el barman.Entonces el director de Scoop, con voz muy débil, cantó lo siguiente junto al del banjo:-«Esta gente está loca, no entiendo ¿por qué vinieron?»-«¿Qué no entendès Woody?»-«Que digan que me aman».Hubo magia y emoción, y después de dos horas, con un Allen consciente de lo que había generado, elconcierto llegó a su fin. Mientras la audiencia lo alababa de pie, desapareció por un costado del escenario escoltado por dos hombres corpulentos.A la salida, el maitre preguntó entusiasta a las personas que salieron del lugar: ¿Qué más se le puedepedir a la noche? … y tuvo razón.Luciana Mazza Toimilhttp://www.youtube.com/user/m3diosl3ntos#p/u/74/AZmkl9qxnjg