A cada quien su rosa…


Destacado editorial 88“Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin” El Principito

Consuelo Suncín fue una escritora y artista salvadoreña que se enamoró y se casó con el escritor y aviador Antoine de Saint Exupery, autor de “El Principito”, el libro más vendido en el mundo después de la Biblia.

Luego de la desaparición de su marido en 1944, Consuelo escribió su vida junto a él, en 1946, en un manuscrito en francés titulado Mémoires de la rose. Estas memorias nunca fueron publicadas en el curso de su vida.

Hoy hay un consenso en que la salvadoreña inspiró el personaje de la rosa en «El Principito» y que la obra es una alusión a la atormentada relación matrimonial que duró trece años.

Desde entonces el libro, que se había publicado un año antes, se ha convertido en el tercero más vendido en el planeta. Ha sido traducido a más de 250 idiomas y dialectos y ha vendido 140 millones de ejemplares.

Consuelo Suncín nació en Armenia, El Salvador, en 1901.

Cuando conoció a Saint-Exupéry, en 1930, ya era una mujer divorciada y viuda, y tildada de «amoral» en los círculos aristócratas franceses a los que pertenecía su futuro marido.

«Consuelo provenía de una familia acomodada, dueños de tierras y cafetales en Armenia», le dice a BBC Mundo Marie-Helene Carbonel, quien en 2010 publicó en Francia la biografía «Consuelo de Saint-Exupéry, une mariée vêtue de noir» («Consuelo de Saint-Exupery, una novia vestida de negro»).

Marie-Helene Carbonel tuvo acceso a las cartas y documentos personales de Consuelo Suncín en un archivo que maneja en Francia su heredero literario y empleado, José Martínez-Fructuoso.

Consuelo, explica la escritora, inventó historias y mitos alrededor de su persona para lograr ser aceptada en los círculos de sus futuros esposos.

«Inventó, por ejemplo, que su primer marido, el mexicano Ricardo Cárdenas, con quien se casó cuando tenía 21 años, era un capitán del ejército que había muerto en la Revolución Mexicana. Pensó entonces que podría ser aceptada mejor si decía que era viuda y no divorciada. Pero en sus archivos encontré su acta de divorcio, registrada en Mérida, México, en 1925″, afirma Marie-Helene Carbonel.

Después del divorcio, Consuelo viajó a París con José Vasconcelos, una de las figuras intelectuales, culturales y políticas más destacadas de la época en México.

Mientras mantenía una relación con el mexicano en la capital francesa, conoció a Enrique Gómez Carrillo, el escritor y periodista guatemalteco que entonces era cónsul general de Argentina en París.

Y poco después dejó a Vasconcelos para casarse con Gómez Carrillo, a pesar de que el guatemalteco tenía 30 años más que ella.

«Creo que ella verdaderamente tuvo un gran amor por Gómez Carrillo», dice Marie-Helene Carbonel.

El matrimonio, sin embargo, duró sólo nueve meses porque en 1927 él murió y ella decidió marcharse a Buenos Aires para vivir de la pensión de su segundo marido.

Allí, en la capital argentina, conoció a Antoine de Saint-Exupéry, quien trabajaba como piloto comercial de servicios de mensajería. Y al año, en 1931, Consuelo se casó con el escritor, aviador y aristócrata y se convirtió en la condesa Consuelo de Saint-Exupéry.

«Consuelo era una seductora. No sólo era una mujer bonita y menuda que encantaba a los hombres; también podía hablar con ellos, para mí era una mujer muy interesante y de gran valor. No es una casualidad que interesó a tantos hombres inteligentes e importantes». Además, juega con la leyenda salvadoreña, la de la ‘volcánica Consuelo’. Pero ella tiene muchas dificultades porque los franceses no la aceptaban. Y lo peor fue la forma como la trató la familia Saint-Exupery», agrega la escritora

«El Principito» es una alegoría de la propia vida de Saint-Exupéry, de sus incertidumbres y su búsqueda de paz interior. Pero también es una alusión a la atormentada relación con Consuelo. Y Consuelo fue la musa que inspiró a la rosa de «El Principito».

«La rosa es Consuelo. Los tres volcanes son los volcanes de El Salvador. Los baobabs son las ceibas a la entrada del pueblo de Armenia, en El Salvador. La rosa que tose es Consuelo, que sufre de asma, que es frágil y por eso está protegida bajo una campana de cristal.Las otras cinco mil rosas pueden ser las otras mujeres de Saint-Exupéry, pero para El Principito esas rosas no valen nada, la única que vale es su rosa» afirma Marie-Helene Carbonel.

«Se ha querido presentar a este libro como un cuento para niños. Pero no lo es de ningún modo. Es un libro que escribió para pedir perdón a Consuelo, es un acto de contrición», dice la escritora francesa.

Consuelo Suncín, Condesa de Saint-Exupéry, fue artista polifacética, pintora, escultora, escritora y cuentista. Al mismo tiempo, y ayudada por diapositivas y con el apoyo de la música, se podía apreciar la deslumbrante personalidad de Consuelo y el indeleble encanto y atractivo que emanaba, se la veía como una latinoamericana hasta la médula, que se codearía con las figuras artísticas e intelectuales más importantes existentes entre las dos grandes guerras . Se la compararía con Frida Kahlo.

Para la realización del libro Una novia vestida de negro, que cuenta con 600 páginas de texto y 32 páginas de ilustraciones, la escritora ha utilizando diarios íntimos, cartas inéditas, fotos y grabaciones audiovisuales realizadas por Consuelo antes de morir. Ordenar y rescatar de este desorganizado archivo “toda la parte hispana que había sido sistemáticamente ignorada”, ha constituido un largo y laborioso trabajo de investigación.

En México con 24 años empezó a estudiar periodismo, entrevistando a José Vasconcelos, en esa época Ministro de la Cultura y de la Educación de México. Ambos cayeron víctimas uno del encanto del otro. Él era escritor y filósofo, por lo que Consuelo lo llamaba cariñosamente Pitágoras. Es Vasconcelos quien la apodó La Sherezade del trópico por su habilidad como cuentista y quien decía de Consuelo: «Esta mujer es más peligrosa por el verbo que por la belleza». Su relación con Vasconcelos, le permitiró codearse con los grandes de la cultura mexicana de la época, como Diego Rivera del que fue alumna, y Gabriela Mistral, colaboradora de Vasconcelos a quien le pidió consejos para escribir. Vasconcelos dejó su puesto de Ministro, siguió dirigiendo el diario “La antorcha”, y se trasladó a París con su familia, mujer e hijos, en un momento en el que Hispanoamérica estaba de moda en Francia.

En 1925 Consuelo viajó a París con un pasaje pagado por Vasconcelos para estudiar francés. Allí conoció a Enrique Gómez Carrillo, 30 años mayor que ella, crítico literario, escritor, Cónsul General de Guatemala en Francia, y más tarde y por razones políticas, diplomático argentino, del que se enamoró y con el que se casó con 26 años.

Gómez Carrillo, al quien Consuelo amó profundamente, le aportó una gran serenidad. De él decía que lo era «todo: un padre, un amante, un hermano, un esposo». Enrique murió sólo once meses después de la boda.

Durante este período de su vida, se relacionó con la intelectualidad francesa, belga, e italiana. Entre sus amigos se encontraban el poeta, dramaturgo y premio Nobel de Literatura, Maeterlinck, los poetas Gabriele D’Annunzio, Verlaine, el caricaturista salvadoreño Tonio Salazar, el escritor nicaragüense Rubén Darío, el matemático y filósofo Poincaré y el político George Clémenceau.

Respondiendo a una invitación del Presidente Irigoyen para dar una serie de conferencias, se embarcó en el Massilia rumbo a Argentina con un grupo de intelectuales franceses, entre los que se encontraban el editor Benjamín Crémieux, el pianista Ricardo Viñer, quien le compuso la habanera “La niña del Massilia”. Durante los 18 días que duró la travesía, Consuelo viajó de incógnito. Al llegar a Buenos Aires, donde fue recibida como una reina, fue cuando sus acompañantes se enteran de su identidad.

En 1929 en los salones de la Alianza Francesa, Crémieux le presentó a un francés muy simpático, Antoine de Saint-Exupéry, quien fue inmediatamente seducido por la personalidad volcánica de esta mujer y la invitó a ver Buenos Aires desde el aire. Consuelo dirá de este encuentro no pude decir que no, quedé presa de este hombre.

Durante el vuelo, Antoine le pidió a Consuelo un beso. Ésta se negó alegando su viudedad, pero Antoine insistió diciendo que lo que pasa es que lo encuentra feo, pero que si no le da un beso dejará caer el avión. El avión inició su descenso y Consuelo lo besó, cuando el avión inició de nuevo su subida, le pidió que sea su mujer y sólo accedió a aterrizar cuando obtuvo el sí.

Contrajeron matrimonio en Niza, Francia, en 1931. Consuelo se casó con el vestido que Raquel Meller lució cuando interpretó “El relicario”, de negro, gesto de desafío hacia la familia del piloto y escritor, que no aceptaban a la mujer exótica y extraña que había elegido Antoine. Ella misma, antes de morir, evocará este día diciendo Llevaba el luto de mí misma, de lo que era de veras y de lo que me negaban ser. Es este hecho tan cargado de simbolismo el que dió título a esta biografía de Marie Hélène Carbonel.

Durante la Segunda Guerra Mundial Saint-Exupéry fue a Nueva York y Consuelo se quedó en Francia.

Su marido desapareció en vuelo durante una misión el 31 de julio de 1944, cuando se lanzaba “El Principito”, libro en el que Saint-Exupéry imaginó a su esposa Consuelo como la “Flor”. La “Rosa” es un acto de contrición de Antoine a Consuelo, quien quiere hacerse perdonar su comportamiento y su huida de Francia cuando su país estaba en guerra. No se le declarará oficialmente muerto hasta un año después de su desaparición.

Consuelo murió en 1979, sus restos reposan en el cementerio del Père Lachaise en París, al lado de su segundo marido, Enrique Gómez Carrillo.

Aquí les presento a La Rosa

http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=q5iguEG-IR0

GRACIAS POR EL TIEMPO

QUE DISFRUTEN DE LA PARTIDA

Ilustración: Consuelo Sucin , Autoretrato