«Esto que encontramos es lo último que queda, ya se acabó, no existe más»


92-nota-051Daniel López es museólogo y el Responsable del Área de Recuperación del Patrimonio histórico de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), que se encuentra enclavada en lo que fueron los viejos talleres del Ferrocarril Sud de Remedios de Escalada. Su función es detectar todo aquello que haya tenido que ver con aquellos años y reacondicionarlo para exponerlo o para que vuelva a funcionar. Además, fue elegido por sus compañeros representante de los trabajadores no docentes en el Consejo Superior de la UNLa.

¿Cuál es el rol del área de recuperación de Patrimonio Histórico de la que sos responsable?
Como la Universidad está en constante crecimiento, fue enclava sobre lo que fueron los viejos talleres del Ferrocarril Sud y todo el tiempo se construyen nuevas aulas y edificios.  Lo que hacemos es, a la hora de ejecutar las obras, que se use patrimonio que se desmonta para acondicionar los espacios, laboratorios y las aulas de la institución.

Ana Jaramillo me encomienda esa tarea, que en principio se basa en determinar qué es patrimonio y qué demolición. Es ahí donde encontré rejas, puertas, herramientas, documentos y un montón de elementos que nos vinculan con el pasado ferroviario.

Y por otro lado, al encontrar además maderas, pisos y vidrio podemos hacer un mantenimiento de ese patrimonio histórico, y junto a los artesanos necesarios,  hoy tener varias oficinas realizadas con materiales originales.

¿Y qué elementos u objetos se pueden hacer con lo recuperado?
Ésta oficina, por ejemplo, que no está enclava al edificio. Montamos una reserva técnica que permite proteger las glorias del Ferrocarril o las dadas de baja de la Universidad. Además, tenemos una cantera donde hay quebracho y  pinotea. Realizamos todo tipo de soporte para exposición. Ahora estamos armando para una dependencia unas mesas de reunión y escritorios con una pinotea que encontramos muy lastimada y nos dimos cuenta que combinando el cuerpo del mueble, con maderas modernas con melanina, podíamos crear un mueble confortable, pero con una identidad y un respeto supremo, que recuerda a aquellos trabajadores.

Todas estas piezas o elementos que se recuperan individualmente o colaboran para la construcción de otro, tienen además un valor económico, ¿no?
Conceptualmente no se le puede otorgar un valor económico a un bien cultural, pero sí se le podría otorgar un precio a modo de seguro por traslado por ejemplo. Lo que hay que entender es que esto que encontramos es lo último que queda, si no hubiese sido por la Dra. Jaramillo, que leyó que esto se acababa, ya no existiría y no se podrían contar estas historias, que son las de nuestro barrio, porque todos aquí trabajaron en el Ferrocarril. Cuando empezamos a sacar la pintura encontramos nombres atrás de las puertas y declaraciones políticas de otras épocas.

Si lo pones en Internet tiene un precio, pero para mi es incalculable. Este material no está en ningún country, está acá en la Universidad, que es de todos y está al servicio del pueblo.

Algunas de estas cosas se usan estéticamente, funcionalmente, esculturalmente, otras se guardan en la reserva para que vivan museológicamente.

¿Cuál fue la reacción de la gente luego de la creación de esta área?
Esto generó una conciencia tan grande que empezaron a traer objetos que habían desaparecido. O que tenían guardados o que se los habían llevado. La gente se sensibilizó con exposiciones, como las que hago en la Feria del Libro, donde no pongo nomenclador. A veces pienso que nomenclar algo ferroviario en Escalada es como faltarle el respeto a las personas. La mayoría sabe qué es ese objeto. Eso generó conciencia, y no sólo me donaron cosas que se llevaron, sino elementos personales como uniformes de trabajadores, que legítimamente les correspondía y generosamente regalaron. Un compañero me trajo la placa de la gorra de su papá que ya falleció y guardaba como un tesoro.  Y así hicieron muchas personas que se enteraron. Me han traído un lápiz, una azucarera.

A mi me conmueve porque eso quiere decir que alguien ve que hay una colección y quiere que su pieza única forme parte. Significa que llegué al corazón, no desde lo museológico, pero sí desde lo social.

¿Cómo interactúas tanto vos, como el área, con las autoridades de la Universidad?
Cuando la Dra. Jaramillo me encomienda esta tarea, empecé a trabajar y ella entendía que su visión con respecto al patrimonio estaba adelantada a la de todo el resto. Ella sola pudo haber vislumbrado la necesidad de recuperar esta historia. Esta área pertenece al rectorado y la relación con las autoridades es excelente. Tengo siempre todo el apoyo.

Con mucho orgullo digo que uno de los trabajos más importantes que hicimos fue cuando recuperamos un vagón de tren que estaba abandonado, podrido, no existía otro de esas características y en cualquier otra circunstancia era preferible sacárselo de encima. Fue Jaramillo quien entonces me planteó que hagamos algo con el vagón, y lo arreglamos, lo re funcionalizamos, lo convertimos en un espacio que ahora se llama “Vagón Bandera”, porque lleva la bandera argentina. Cuando estuvo terminado ella se puso un overol y pintó un 25 de mayo y un 9 de julio a la par de alumnos, docentes y no docentes. Y eso te marca, te guía, porque en las universidades uno no conoce al rector, y en ésta, Jaramillo pintó todo un vagón al lado de los alumnos.

¿Y con los alumnos?
Tuve el desafío de interactuar con los alumnos siendo un no docente y encontré la manera más fácil, que es desde el trabajo. Uno de las fortalezas de esta área es que tiene un taller, y yo creo que en los talleres se dan los mejores espacios de diálogo. Empezaron a visitarnos alumnos de diseño industrial para cortar una madera, o compañeros de mantenimiento le sugerían, por ejemplo a una chica que se le despegaba un taco: “ahí hay gente trabajando todo el día, pasa que te lo clavan”. Y cuando empezamos a trabajar más políticamente, entendiendo el proceso de defensa de la educación pública, empezamos a vincularnos a agrupaciones políticas universitarias de jóvenes que querían sumarse a ayudarnos y a trabajar. Porque lo que nosotros propusimos fue eso.

Otro rasgo destacable del área es que tenemos un taller de iniciación a los oficios para chicos y chicas, tanto en verano, como en el resto de año.

Así que varios alumnos se sensibilizaron por la ambición social que tiene el taller y decidieron acompañarnos a poner el nombre y ayudarnos. Se generó un ida y vuelta con ellos, con docentes, con no docentes, con autoridades y con todos los que habitan la Universidad, y eso es lo que hace único a este lugar.