“El nacionalismo se cura viajando”
Camilo José Cela
No hay mejor defensor de intereses privados, que el que carece de educación, porque no hay forma más eficiente de manipulación de masas, que mantener la ignorancia, transformando la educación de calidad en un producto escaso, de difícil acceso y motor principal de injusticias a nivel latinoamericano.
Vivimos un tiempo de divisiones, de polarizaciones fáciles, prácticamente absurdas, que nos mantienen cometiendo los mismos errores que hemos cometido por siglos, sin colaboración, sin trabajo en equipo, estancados en la competencia que hoy ya no tiene validez para los países realmente desarrollados.
Es un tiempo de cambios constantes, de rápida evolución y aparición de nuevos conocimientos, donde las nuevas generaciones cambiaron el paradigma del desarrollo humano, tomando en consideración aspectos antes nunca puestos en la agenda, que van desde la propia realización, hasta la felicidad colectiva. Pero hay otros que necesitan aferrarse a lo de antiguo para mantener su poder económico, político e incluso valórico, lo que genera quiebres potentes que buscan dividir naciones, ya no solo en izquierda y derecha, modelo que últimamente ha ido fracasando y cada vez tiene menos fuerza, sino también en generaciones, prácticamente divididas por su forma de ver el mundo y su nivel educacional.
Nuestra discusión está errada en el lenguaje, tal como decía Wittgenstein, nos equivocamos en lo más esencial para entendernos, lo que lleva a errores que pueden ser catastróficos para nuestra sociedad. Hablamos de educación como si fuese un bien único o un derecho básico, sin cuestionarnos si esta es de calidad o no, si nos sirve para generar cambios o nos mantiene atrasados en comparación a países desarrollados, con el claro ejemplo que ninguna universidad latinoamericana se encuentra entre las 200 primeras a nivel mundial, quedando fuera del conocimiento de alto nivel, lo que termina con fugas de cerebro, talentos que no encuentran oportunidades en nuestra región. Tampoco nos entendemos cuando hablamos de derechos, de salud, etc. Descuidamos el significado de los delicados conceptos que discutimos porque no nos hemos educado bien, permitiendo que incluso voces que tienen alta masividad en medios, generen una percepción completamente errada, a veces alarmista e incluso ridículas de situaciones que no lo son, partiendo por el aprovechamiento político de distintos aconteceres, la explotación de lo morboso y exagerado en los medios, porque eso vende, o los llamados “líderes de opinión” que muchas veces no tienen idea de lo que hablan, pero necesitan hacerlo para estar en la palestra.
Hoy se dan dos ejemplos potentes, por un lado la intensa crisis fronteriza entre Venezuela y Colombia y por otro el actual llamado de La Haya para discutir la soberanía al mar de Bolivia en territorio chileno, donde ambos conflictos se han explotado fervientemente a través del nacionalismo, logrando disparatados ataques de histeria en autoridades que traspasan esa odiosidad bruta a la ciudadanía, la que sin tener la educación necesaria y en el calor del momento, se dejan llevar por el primero que incita a la división y al inmediato cierre al diálogo, sin tener idea de cuál es el trasfondo y lo peor de todo, sin mirar lo que realmente se está discutiendo. La división de líneas imaginarias que rigen nuestro planeta, en tierra, agua y aire.
El Antipoeta Nicanor Parra escribió una vez: El error consistió/ en creer que la tierra era nuestra/ cuando la verdad de las cosas/ es que nosotros somos de la tierra. Lamentablemente nosotros no lo entendemos, porque no llegamos a ese nivel de análisis, como la comida, nuestro pensamiento también es rápido, así como también nuestra reacción.
Debemos superar nuestras barreras de ignorancia que provocan odios, y para saltarla debemos educarnos, entrenarnos en el diálogo desde pequeño, negociando de buena forma nuestros intereses, escuchando y generando soluciones colaborativas que lleven a ambos a un mejor sitio, terminando con el individualismo que nos hunde como sociedad, con resultados fatales, con imágenes tan fuertes como la del cadáver del un niño en las playas de Turquía, producto de las famosas barreras internacionales, que olvidan lo más obvio, al ser humano detrás de estas.
El nacionalismo es uno de los tantos síntomas de un problema mayor, el de la mala educación, que incluso puede ser peor que su ausencia o escases, generando masas fáciles de manipular por intereses mayores, utilizados hasta la muerte si fuese necesario, con tal de mantener poderes de distinto orden.
La solución está en cada uno de nosotros y no en seres poderosos ni iluminados, está en nuestra capacidad de reflexión, de generar y educar el diálogo abierto, los espacios de encuentro y para los que puedan, viajando, conversando. Es nuestra responsabilidad detener esto, derribar las líneas imaginarias para conectarnos con lo real, las personas detrás de estas, sus mundos, sus creencias y sus gustos. Entonces entenderemos que el futuro se hace entre todos y para todos, hasta entonces a trabajar y a educar.