¿Has pensado cuánto poder nos habita? ¿Con cuánta fuerza o habilidades podemos contar para cambiar nuestros alrededores, por el simple hecho de percibirnos – o asumirnos – aptos para tanto? Al mismísimo instante en que te escribo, experimento esta especie de epifanía, y la quiero compartir contigo.
Cada veinte y seis días me despido de familiares, amigas y amigos, gente para mí muy querida e importante, para lanzarme al mar, y allá quedarme otras cuatro semanas por razones laborales. Tal alejamiento nos brinda, para bien o para mal, acceso a ciertas percepciones que nada tienen de raras – al contrario, son incluso muy comunes – pero por su particular frecuencia, nos hacen reflexionar más a menudo, acerca de temas que suelen pasar desapercibidos a algunos, o sencillamente a muchos no les gusta confrontarlos.
En una publicación que en Brasil ganó el título de Dicas Úteis para uma Vida Fútil, el periodista norteamericano Samuel Clemens, internacionalmente conocido por su pseudónimo Mark Twain, autor de Las Aventuras de Tom Sawyer, entre otras joyas de la literatura yanqui, decía algo como nadie sabrá todo el valor que le da a ciertos gustos, bienes, situaciones o hábitos, considerados por uno como triviales, de tan usados o corrientes que se han hechos, mientras de ellos no se aleje un poco, o mismo pruebe sabores distintos, para que salten a sus sentidos las diferencias.
“…el tipo más común y sencillo de desayuno del norteamericano promedio consiste en café y bife, pero en Europa el café es una bebida desconocida. Puedes conseguir algo a que el dueño del local nombre café, tan semejante al auténtico café cuanto la hipocresía se parece a la santidad. Te servirán algo sin cuerpo ni sabor, casi intragable. La leche usada para acompañarlo será lo que los franceses llaman de leche cristiana, o sea: fue bautizado con agua”.
De acostumbrados que estamos con todo y todos los que nos rodean, perdemos un poco la capacidad de reconocer – o mismo de admirarnos – con la fuerza, la belleza, el encanto, la especificidad que habita a todo y a todos. De cierta forma, hay ahí sus ventajas… la fealdad también nos pasa más sutilmente, la maldad nos molesta un poco menos, la tristeza ya no perturba tanto a nuestros afectos. Y nos vamos cambiando, par en par, medianos, neutros, ni explosión ni calmaría, sino tibios…
Epifanía significa manifestación o fenómeno, y viene del griego epiphaneia (…), una profunda sensación de realización, en el sentido de comprender la esencia de las cosas.
Si pensamos en el conjunto de innumerables convergencias, necesarias para tu existencia o la mía, dejamos de percibir con menos apuro a los sonidos y olores cerca de nosotros, más allá de la visión oscurecida por las repeticiones, por los descuidos, prejuicios que nos envejecen prematuramente… ¿tendrá la vida los mismos matices rancios?
De antemano, les pido disociar cualquier significado religioso que les puedan insinuar estas palabritas emocionadas. La naturaleza, la física, es suficiente para brindarnos todo tipo de milagro. Lejos, pero muy lejos, de la asociación con la festividad católica de mismo nombre, mi epifanía – ¡que hoy quiero hacer también tuya! – nuestra epifanía tenga como sinónimo el goce de nuestra humanidad, tan castigada por la gente poderosa, pérfida, podrida, miserable, que nos quiere aprisionados, cargados de culpas, de cadenas, amarrados a sus conceptos torpes, mezquinos, llagados de hambre y muerte.
Desde mi sillón de aeropuerto, de donde les escribo tras un mes lejos de la gente que más amo, quiero invitarlos a cambiar el mundo, a partir de una percepción distinta hacía él. Quiero invitarte a abandonar estas viejas cárceles conceptuales, para dar nuevas chances, nuevas formas a los afectos, a la belleza, las amistades, al arte, a la poesía, la música. Que, para usar de las palabras de un saudoso roquero brasileño, Cazuza, disfrutemos – y favorezcamos al disfrute pleno – de ¡todo amor que houver nessa vida!
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#porLatinoAmerica es un colectivo empeñado en nuestro cambio de comportamiento y de mentalidad, por entender que, sin ellos, hasta las acciones legales, que buscan reparar deudas históricas con las minorías, pueden permanecer inocuas.
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