En algún momento dejamos de ser los protagonistas o espectadores de todo lo que vivíamos para convertirnos en periodistas, fotógrafos, camarógrafos y hasta productores audiovisuales.
La foto ya dejo de ser ese momento que uno inmortalizaba, para convertirse en un momento creado pura y exclusivamente para inmortalizarlo, o bien, para subirlo en forma storie en alguna red social.
Inclusive, las redes sociales no funcionan como herramienta para contar al mundo lo que estamos haciendo o lo que pensamos, sino, como motor para crear situaciones que puedan ser compartidas.
Muchas personas hacen determinada cosa o van a un determinado lugar solo para poder tomar una foto o grabar un pequeño video que luego pueda ser compartido en sus RRSS. La gente, en muchos casos, ya no hace lo que le gusta o quiere, sino lo que potencialmente podría publicar.
Pareciera que si no se publica, no se hace, no se vive. Hay personas que cuando van a ver un partido de fútbol en un estadio, prefieren filmar el penal a mirarlo.
Obviamente, cada quien es dueño de hacer o de actuar como quiera, siempre y cuando no atente contra los derechos de otros, pero lo que yo planteo es qué así como el avance de la tecnología acerca amigos o familia que viven a miles de kilómetros, aleja a las personas de lo que les está pasando frente a sus narices.
No me parece mal que una persona tenga la capacidad de documentar un pedazo de historia de forma rápida, económica y sencilla. Inclusive, que cualquiera tenga la posibilidad de hacerlo hace que los grandes medios de comunicación no elijan qué contarnos y qué no en algunas situaciones.
Lo que no comparto es que una persona se convierta en el productor audiovisual de su propia vida condicionando de esa manera cada una de las decisiones que toma.
Como los del dibujo que tomé de la portada de Facebook de un amigo (y no sé quien hizo), donde las personas en el agua parecen estar más preocupadas por filmar el hundimiento que por salvar sus propias vidas.