Nuestra capacidad de cambio


Fuente: https://www.anagrama-ed.es/libro/argumentos/el-coraje-de-la-desesperanza/9788433964267/A_522

¿Cómo anda nuestra capacidad de cambio, de reorganización personal y política, frente al mar denso y oscuro, del cual esperamos salir? ¿O creemos, de verdad, que nuestras denuncias, a oídos cada vez más sordos, surtirán algún efecto en el otro, que los gritos por inclusión sean capaces de frenar el desarrollo de la exclusión que funda al capitalismo?
No es ninguna novedad el ascenso en la política mundial de los viejos ideales de ultraderecha. Tampoco lo es la masiva adhesión de personas que apoyan a sus maniobras: siempre que naufragan los movimientos más a la izquierda, los oportunistas tiran sus redes a la mar, y vuelven con un séquito cada vez más voluminoso: gente desesperada, cansada, abrazada por la violencia hipnótica de los medios de manipulación de masa. Es histórica y cinematográfica la apatía con que parte de la gente asiste, consiente o mismo estimula a las prácticas de tortura, de tribunales sumarios, de deportaciones y ejecuciones, en nombre del orden, de la falsa idea de seguridad y de bienestar social.

Lo que no deja de sorprender es que, a la otra parte de la gente, a nosotros que nos consideramos políticamente despiertos, parézcanos suficiente denunciar los ataques a los derechos humanos, o tirarle a los fascistas lo tan fascistas que son, sin considerar una organización mínima, que favorezca una acción concreta, algo posible, un legado mínimo junto al curso de la historia. Más que sorprendente, tal descuido puede ser nefasto: muchas de nuestras prácticas y conductas, con el afán de un mundo mejor suele alimentar, apoyar, renovar al monstruo del capital.

Viene de Slavoj Žižek el más directo tirón de orejas sobre este tema, en su libro El Coraje de la Desesperanza. Tomando como escenario la película V de Venganza, más precisamente la escena final, él nos pregunta: “Qué habría acontecido, en el día siguiente a la victoria del pueblo [que avanza, a los millares, rumbo al Parlamento inglés]: como ellos (re)organizarían su vida cotidiana?

Pongámonos como ellos por un instante: imagínese usted como parte integrante de un grupo que va a establecer sus normas, buscar el equilibrio entre las voluntades personales y de la colectividad, a lidiar los procesos legislativos, las direcciones y actos de gobierno que garanticen los cambios necesarios. ¿Qué lugar ocuparía usted en este escenario? ¿Cuál su respuesta a Žižek? ¿Será unilateral la crisis de representatividad política? ¿Somos estos corderos de que nos hablan los cuentos bíblicos, o la pobre gente que nada puede por sí misma, como nos quieren ciertas perspectivas históricas? Provoca el autor esloveno: mientras traigamos la esperanza de que las cosas mejoren, más distanciados de nosotros y, claro, de nuestro lugar en la historia estaremos. Acoger la desesperanza y el colapso, sabernos sin salida, nos impele a la acción.

Para que no zozobremos en proceso tan denso, apelemos a una preguntita más sencilla, convite a la investigación de la zona de frontera, entre nuestra interioridad y sus desdoblamientos colectivos: ¿Cómo anda nuestra Capacidad de Cambio?

Žižek: “Yo prefiero ser pesimista: no esperando nada, aquí y allí me quedo sorprendido, una vez que las cosas no son tan malas cuanto las pinté, al paso que los optimistas tienen sus esperanzas arruinadas y siempre acaban deprimidos”, o alejados de la realidad, o alejados de sí mismos – permítanme el complemento. Nuestra capacidad de cambio va íntimamente de la mano con lo que sabemos acerca de nosotros ¿no les parece? Vieja conocida de los manipuladores, la propaganda – o su versión más moderna y perversa, las fakenews – es el arma entre armas para reclutamiento de más números para las masas de maniobra, porque nos llena de miedos, cuidadosamente escogidos para frenar nuestra voluntad de acción e investigación, nos acorrala entre superficialidades. Y aquí la preocupación que funda esta carta a todas y todos capaces de temblar de indignación, cada vez que se comete una injusticia en el mundo : si no profundizamos nuestras percepciones, si nuestros posicionamientos y actos – por mejores que parezcan, social y políticamente – se contentan con pensamientos y argumentos en línea recta, distantes de la dialéctica y complejidad de la vida, seguiremos a servicio de los detentores del gran capital, aunque en nada nos identifiquemos con ellos.

Por ahora, dejaremos los argumentos de Žižek a los que sientan el llamado a beber de sus ideas directamente en su fuente. Contentémonos acá con una breve reflexión respecto de la contradicción más obvia que protagonizamos: ¿Por qué razón tantos de los que responden bien a los llamados a las calles, a las marchas, protestas y grandes eventos públicos por inclusión y derechos, siguen ausentes de las dinámicas político partidarias? En las palabras de un amigo, ¿si creemos, de verdad, que la política es apenas para gente sucia y deshonesta, cuándo y cómo nos permitiremos ocupar sus cargos y funciones? ¿Cuántas limitaciones traemos como esta, y nos damos el lujo de ignorarlas? ¿Por cuánto tiempo dejaremos que el desconocimiento respecto de nosotros, nos impida cumplir con nuestro compromiso histórico?

Permítanme aquí una invitación poco común en estos tipos de publicación, que nos servirá, a un tiempo, como ejercicio y como termómetro para nuestro tema: ¿qué tal responder a las preguntas siguientes, enviándonos un e-mail [seujeronimo@gmail.com] con el título “Mi Capacidad de Cambio”, y hacer parte de nuestro próximo texto?
1. ¿Qué medios conoce o utiliza usted para favorecer a los cambios personales?
2. ¿Cuáles de sus talentos, cree usted, podrían servir para una reorganización política?
¡Aguardamos sus respuestas!

Por: Bruno Albuquerque