Entrevista a Carlos “Calica” Ferrer
“No hay remeras de Bush, Condollezza Rice y Reagan, hay remeras de Ernesto”Fue amigo del Che Guevara desde la infancia. En su libro “De Ernesto al Che” cuenta el viaje que hicieron juntos. En esta charla exclusiva revive esa experiencia. Política, revisionismo histórico, anécdotas y Cuba a 50 años del triunfo de la Revolución en la voz de una persona con mucho para contar. ¿Por qué el Che sigue siendo un mito?Creo que más que un mito es una realidad viviente, un ejemplo a seguir, en mérito a lo que fue su vida, a su abnegación y su lucha por un mundo más justo.Usted viajó con el “Che” entre julio y octubre de 1953 y visitaron varios países, entre ellos Bolivia, Perú y Ecuador. ¿Cuál de todos los que visitaron juntos influyó más en el pensamiento político y social del Che?Bolivia, sin lugar a duda. En Bolivia, cuando nosotros llegamos, se había producido la revolución del MNR. El dirigente más conocido era Paz Estenssoro, que fue presidente después. Esa revolución había sido una revolución en serio: había nacionalizado las minas, iniciado la reforma agraria y disuelto el ejército. Esa revolución después declinó y terminó en nada, pero fue un experimento revolucionario muy importante. Nosotros visitamos minas invitados por “Ñuflo” Chávez, un indio, abogado, que hablaba correctamente Quechua y Aymara y atendía todos los asuntos indígenas. Fue toda una experiencia para Ernesto.¿Recuerda cómo fue el último día que vio con vida al “Che”?Sí, discutiendo quién se hacía cargo de las fotografías porque pesaban y no las podíamos revelar porque no teníamos dinero. Iba a haber una separación de unos días, eso fue en octubre en Guayaquil, y conseguí convencerlo que se llevara las fotografías él. Lamentablemente, en un naufragio, creo que fue en Guatemala, perdió las fotos y la máquina. Las pocas fotos que se salvaron de ese viaje son las que he publicado en mi libro, que no se conocían. Son fotos que le mandé a mi madre, ella estaba en contacto con Celia la madre de Ernesto, para que supiera que estábamos en buenas condiciones físicas, que el hambre no nos había trasformado en escuálidos. Usted cuenta en su libro que siente frustración por no haber acompañado al CheSiento siempre que es una materia pendiente, una especie de ilusión porque tampoco tuve ocasiones para hacerlo. Lo que puedo decir es que, aparte de haber sido su amigo, soy un admirador a ultranza. Cada vez que leo más cosas de él es más interesante su pensamiento. Y hay una cosa que resume lo que yo puedo contar: en una entrevista que me hicieron unos periodistas iraníes me dijeron que hay un dicho popular iraní que dice que “para conocer un hombre hay que viajar con él”. Bueno yo puedo decir eso del Che: aparte de haber sido amigo de él desde chico, haber compartido mil cosas en las distintas etapas de nuestro desarrollo, esto culmina cuando lo conozco al Che viajando. Es el amigo que comparte, el consuelo en un momento de tristeza.¿En qué se parecía Ernesto, su amigo, con lo que después fue el Che?En la base. Una personalidad ya definida como Ernesto tiene la posibilidad de desarrollarse políticamente, ideológicamente, durante la revolución cubana. De manera que a todos sus amigos nos pasa lo mismo: nunca dudamos de que Ernesto no fuera capaz de las misiones que tuvo en su vida.¿Qué siente cuando ve la foto del Che en una remera o una bandera de un club de fútbol?Lo primero que pienso es que el Che no tiene la culpa, el Che está muerto. Su familia no participa en eso. Es un elemento para ganar dinero, no solamente con llaveros y remeras sino también con el periodismo. El periodismo pregunta cosas increíbles sobre el Che, quiere descubrir algo nuevo. Solamente recordarlo es importante. No hay remeras de Bush, de Condollezza Race y de Reagan, hay remeras de Ernesto. Aún el chico que no sabe bien quién es el personaje que lleva pegado en el pecho, sabe que es un revolucionario, un valiente. Además, se ha puesto de moda comparar figuras como Perón, San Martín, Bolivar y el Che, cada una digna del mayor respeto histórico, pero no se pueden comparar, me parece un disparate.¿Recuerda dónde estaba cuando recibió la noticia de la muerte del Che?Estaba en Venezuela, y no quería creer la noticia. Me la confirmó cuando Fidel habló. Veía esa fotografía y no quería creer que fuera él. Nosotros igual sabíamos que las cosas venían muy mal.¿Cree que la muerte del Che se debió a un error político estratégico o a una cuestión azarosa?Ahí colaboraron muchas circunstancias, pero me queda el consuelo de que ese día pasó a la inmortalidad. Ese día ni siquiera la ciencia de la desinformación, manejada por la CIA y el Departamento de Estado, ha podido borrar su imagen que crece todos los días.Damian Toschi, Licenciado en Comunicación Social (UNLP) Periodista de LR11 Radio Universidad Nacional de La Plata.Especial para medioslentos.com