Veo, veo: stress


Veo, veo: stress

Las ciudades pueden ser hermosas para aquellos que no disfrutan del campo o de la tranquilidad de las sierras. Para quienes prefieren andar corriendo rodeados de gente ya que sino se aburren. Sin embargo, las ciudades además del ruido, humo y basura generan otro tipo de contaminación: la visual, y sin darse cuenta todos los habitantes se ven afectados.El ojo humano funciona recolectando información de lo que tiene enfrente. Cuantos más estímulos, más información. Pero todo tiene su límite. La retina retiene la imagen durante 1/10 de segundo, cuando una imagen supera el máximo de información que el cerebro puede asimilar (estimado en 4 bits/seg), se produce una especie de “stress” visual. La visión se vuelve confusa y se hace imposible la lectura ordenada del panorama. En el caso de la visión, el límite es para los dos extremos, ya que si no hay estímulo alguno, un mínimo de información (alrededor de 0,4 bits/seg), se pierde la atención.Los ojos, y la información que los rodea, afectan directamente los estados de ánimo y la predisposición de las personas para trabajar, estudiar o realizar cualquier actividad. Es por esto que las empresas estudian tanto la disposición de los escritorios en sus oficinas, y las multinacionales dónde colocar sus publicidades.Las gigantografías en las rutas y autopistas son casos de contaminación visual. Lo que tienen en particular de peligroso es que, si quien maneja presenta este “stress” y no puede leer ordenadamente el panorama, termina en un accidente de tránsito.Otro punto de contaminación visual en las ciudades como Buenos Aires es el tendido de cables que corta la visión permanentemente. Esto hace que cada vez que un porteño mira al cielo, la imagen se ve dividida y nuevamente afecta su estado de ánimo.Este problema afecta a todos los habitantes de la ciudad, incluyendo pájaros y demás animales que por un tema como este, en el que se rompe el equilibrio ecológico, pueden terminar migrando o extinguiéndose.Existen ciudades en el mundo que tienen una política más estricta para controlar este tipo de contaminación. Todos los cables son subterráneos, hay leyes que regulan la cantidad de carteles, tamaño y ubicación y estos problemas se evitan.En la ciudad de Buenos Aires, el mandato de Mauricio Macri intenta controlar esta situación ya que existen reglamentos para los negocios y sus carteles y las publicidades. Sin embargo, muchas veces se ve dando explicaciones mientras los kioscos tienen que bajar sus toldos con los nombres de sus auspiciantes en las esquinas más transitadas como la zona del Obelisco, Cabildo y Juramento, y Callao y Corrientes. Los carteles son inmensos, luminosos y estresantes.AutorDaniela Raschcovskydaniela@medioslentos.com