Editorial: Amar la trama más que el desenlace
A Mitsue la conocí hace 3 años, cuando viajé a Japón. Allí fue donde tomé el tren más veloz de la tierra, que va de Tokio a Hiroshima. Fue una de las cosas más maravillosas que he vivido. Ella es enfermera y trabaja como voluntaria en el Museo para la Memoria, y como todos los profesionales de esa ciudad, tiene que colocarse un delantal azul marino durante dos horas a la semana para contarles a los niños de su país por qué esa localidad es tristemente célebre.Mitsue no paraba de sonreír, no hablaba casi inglés pero se las arreglaba para comunicarse ojeando una libreta en donde tenía apuntada la fonética de algunas “palabras necesarias” para cualquier conversación. Cuando éstas no le alcanzaban recurría a su marido Kurisu, Presidente de la Asociación de neurocirugía de esa ciudad y especialista en las secuelas que deja la radioactividad en los genes. Él es quien le da asistencia al voluntariado los días miércoles.Mitsue y Kurisu contaban que las palabras son la base de su cultura, por eso se enseña a pensar antes de hablar, a meditar cuando utilizarlas, y a hacer entender de esta forma a los jóvenes qué les pasó en realidad… “Somos lo que decimos y si no le contamos al mundo lo que pasó, no somos nada. Pero si no perdonamos y seguimos adelante, menos”, me dijo Mitsue arrodillada sobre una pequeña alfombra en la que se veían flores de sukura, la flor nacional, bordadas en el paño color lila. Según un estudio hecho por la Universidad de letras japonesas, la palabra más usada en ese país es “gracias”.Desde que a todos los que deseamos la paz nos arrasó la noticia del sismo y el tsunami, no dejé de pensar en ellos, e intenté comunicarme por todos los medios.Gracias a la tecnología y a la imaginación di con Mitsue y Kurisu. Ambos están bien, confesaron tener miedo porque están consientes de que el problema de la radiactividad es más peligroso que la ola gigante. Hiroshima se está preparando para recibir a las personas afectadas, y sabrá el destino cómo harán aquellos sobrevivientes para, además, tener que cuidarse y cuidar a los afectados.Si los abrazos pudieran en verdad viajar por el tiempo a la velocidad de la luz, y cobijarlos sin morbo, con respeto, sin imágenes que duelan, todos los que hacemos Medios Lentos y quien les escribe los estaríamos abrazando.Esta entrega tiene mucho de abrazo largo para vos, que te tomás tu tiempo, porque se abraza a través de la pasión, de la lucidez, de la expresión, de entender que si no se quiere no se vuelve a recuperar lo que se quiso perder. Nadie tiene nada garantizado. A veces estando en casa nos podemos sentir muy lejos. La banalidad esclaviza, pero por suerte en general la trama importa más que el desenlace.A Mitsue, a Kurisu, a los amigos nipones, a todos ellos un abrazo de los que sanan, de esos que viajan a la velocidad de la luz, deseando que las imágenes, (muchas de ellas innecesarias) usadas hasta el hartazgo por los medios sirvan para arrasar con la tilinguería, el snobismo de los que no entienden que solos es nada, y que solos no los hubiésemos encontrado.Gracias por el tiempo, que disfruten de la partida.AutorLuciana Mazza Toimilluciana@medioslentos.comIlustraciónBelén Serra Delmar