Los Anormales
“Los “enfants terribles”a veces se vuelven adultos sagrados, y yo, Amandine Aurore Lucile Dupin, porque detesté ser contrariada siempre, me convertí en la escritora George Sand, sí George, un nombre masculino, pero sin “s”, por favor”
George Sand fue una intelectual francesa, llevó una vida con una libertad terminantemente prohibida a las mujeres… (Leer más)
Los Anormales
“La verdadera razón no está libre de todo compromiso con la locura; por el contrario, debe seguir los caminos que ésta le señala” Michel Foulcault, psicoanalista francés.
“Los “enfants terribles”a veces se vuelven adultos sagrados, y yo, Amandine Aurore Lucile Dupin, porque detesté ser contrariada siempre, me convertí en la escritora George Sand, sí George, un nombre masculino, pero sin “s”, por favor”
George Sand fue una intelectual francesa, llevó una vida con una libertad terminantemente prohibida a las mujeres de su tiempo y defendió las ideas socialistas y republicanas.Todo lo que leía sobre la condición femenina la indignaba.
La llamaban George la Escandalosa, y cada vez que le preguntaban a qué se dedicaba respondía: “ mi profesión es la libertad”.
Nació en el seno de un familia aristócrata el 1 de julio de 1804 en París, en un momento en que las mujeres no tenían derecho a la educación ni a la vida con la que soñaban, excepto si eran ricas. Fue criada por su abuela, quien al verla como “diferente” al resto de las niñas, la encerró en un convento.
Dupin se casó a los dieciocho años con el barón Casimir Dudevant, con quien tuvo dos hijos. Pero nueve años más tarde, ella lo dejó y se instaló en París, en casa del novelista Jules Sandeau, de quien adopta la primera parte del apellido.
Aurora se convirtió entonces en George Sand, se vistió de hombre y fumó puros. Ese «disfraz» masculino le permitió circular más libremente en París, y obtuvo de esta forma un acceso a lugares que de otra manera hubieran estado negados para una mujer.
Lo que ella hizo fue excepcional para el siglo XIX, donde los códigos sociales, especialmente los de las clases altas, eran de gran importancia. Como consecuencia de esto perdió una parte de los privilegios que obtuvo al convertirse en una baronesa.
Sand fascinó a los intelectuales de su época y se enfrentó en repetidas ocasiones a los prejuicios, por sus amores sucesivos (en especial con el poeta Alfred de Musset, más tarde con el compositor y pianista polaco Frédéric Chopin, con quien viviría diez años).
Dentro de su círculo de amigos se encontraban el compositor Franz Liszt, el pintor Eugène Delacroix, el escritor Heinrich Heine así como Victor Hugo, Honoré de Balzac, Julio Verne y Gustave Flaubert.
“Ella fue una mujer excepcional: artista, escritora, periodista, comprometida con la vida social y política, personaje complejo, adulado, celebrado y caricaturizado. George Sand sigue siendo el emblema de la lucha por la libertad de pensar, de existir, de crear.» Estas palabras fueron parte del discurso que dio Jean-Jacques Aillagon, ministro francés de la Cultura, cuando se decidió hacer del 2004 «el Año de George Sand». Un año que coincide con el bicentenario de su nacimiento, y en el que sus restos fueron llevados al Panteón en París.
Los biógrafos coinciden en que se dedicó al periodismo y vivió de eso mientras escribía su primera novela, Indiana (1832), que fue un éxito. Le siguen Valentina, Lelia, Jacques, Mauprat, obras que, según el Diccionario Enciclopédico de la Literatura Francesa, celebran «incansablemente la pasión sensual e idealista a la vez, pero siempre perdida y excesiva; el amor en lucha contra los prejuicios y la sociedad similar a la vida que llevaba la autora”.
Michelle Perrot, en Las Mujeres o los silencios de la Historia escribe: “Sand no dejó de protestar contra el poder infundado y tan injusto a menudo del sexo bárbado».
En su vida como en su obra, la liberación de las mujeres fue una idea constante, “un mensaje y un incentivo” no solo para muchas francesas y europeas sino que para numerosos movimientos de emancipación de pueblos. Sand ejerció una influencia reconocida en grandes escritores como: Feodor Dostoyevski, Henry James, Margaret Fuller, Walt Whitman, las hermanas Brontë y George Eliott.
Me fue imposible no asociar a Amandine Aurore Lucile Dupin con el analisis del psicoanalista y filósofo Michel Foucault sobre Los Anormales, curso que dictó en el Collége de Fr’ance en 1970 . Este hace una relación entre la cuestión del saber y el poder; poder disciplinario, poder de normalización, biopoder. A partir de múltiples fuentes teológicas, jurídicas y médicas, Foucault enfoca el problema de esos individuos ‘peligrosos’ a quienes, en el siglo XIX, se denominan ‘anormales’.
Define sus tres figuras principales: los monstruos, que hacen referencia a las leyes de la naturaleza y las normas de la sociedad, los incorregibles, de quienes se encargan los nuevos dispositivos de domesticación del cuerpo, y los onanistas, que alimentan, desde el siglo XVIII, a una campaña orientada al disciplinamiento de la familia moderna.
Los análisis de Foucault toman como punto de partida los peritajes médico legales que aún se practicaban en la década de 1950.
Al igual que un arqueologo Foucault analiza el instinto y el deseo. Por suerte el tranquilo sueño de la razón no dejará de generar monstruos. Sin ellos estaríamos perdidos. Pero existen aquellos que creyéndose “normales” no valoren lo importante de tener cerca a un “anormal” marcando caminos individuales y colectivos.
Monstruos como consecuencia de la domesticación, del conformismo y de la seguridad garantizada por el ejercicio del poder que trasgreden la ley.
Una mujer que se viste de hombre para lograr así poder ingresar en el círculo de los “grandes pensadores”, lugar solo relagado al sexo masculino, no será mas que “anormal”, que como tal no deja de ser fascinante.
Para luego, según Foucault pasar a ser el individuo a corregir. Y he aquí la aparición del ‘incorregible’, contemporánea a la puesta en práctica de las técnicas de disciplina a la que se asiste durante los siglos XVII y XVIII en el ejército, las escuelas, los talleres, e incluso, un poco más tarde, en las familias mismas.
¿Qué tan dispuesto estamos a ser Anormales? ¿A sostener la anormalidad? ¿A aceptar e incluso a enamorarnos de un anormal?
¿Qué tan doloroso puede ser dejar un rato el “deber ser”, desprejuiciarnos de nosotros mismos?
Les dejo un pequeño video del amor entre dos anormales
Gracias por el tiempo
Que disfruten de la partida.
Autor
Luciana Mazza Toimil
luciana@medioslentos.com
Ilustración
Barrileteadora ’13
(Belén Serra Delmar & Alfredo Cafaro)