Los “tacatuntá, paf, bum” se repetían en un extraño lenguaje técnico- Estos tipos tienen otro idioma, uno que sin darme cuenta comencé a entender. A ratos creía que eran ritmos, patrones, me sentía como un espía de película, de pronto podía hablar o interpretar distintos lenguajes, quizás estaba poseído, usaban palabras pero yo escuchaba ritmos, no hilaban frases, unían notas y compases que sonaban a través de distintas onomatopeyas. No les importaba el lenguaje, estaban un poco más allá del bien y del mal. Wittgenstein debió haber estado sentado ahí conmigo, no me creería, cuestionaría todo lo que escribió, la música no necesitaba letras ni significados, lo que complicaba bastante la forma en cómo debería escribir esta nota.
Es así como se comunicaban los variados músicos que se juntaron este 4 y 5 de agosto en Valparaíso para conversar y pensar, descubriendo el lado b de sus vidas como productores y compositores, la matrix detrás de cada canción, que se develó ante mí como notas verdes que caían en mi prehistórica pantalla de conocimiento musical, conocimiento bruto, capaz incluso de juzgar sin problemas, catalogando entre buenos y malos como un dios ignorante, lo que hoy me genera cierto grado de cuestionamientos y replanteamientos ante la mal llamada industria musical. Creo haber aprendido mi lección.
Irónicamente llegué a este extraño mundo invitado por Visitante cuando yo era el único de visita en ese lugar. Tan lejano me sentía ahí, que me preocupaba ser descubierto, no quise hablar, mi lenguaje vulgar delataría mi falta de conocimiento y temía terminar atacado por baquetas punk o uñetas rockeras. Tuve que mantener una postura neutra, cara de dueño, como al entrar al edificio de algún amigo y no quieres que el conserje te pregunte dónde vas. Mientras escuchaba la charla miraba a mi compañero que estaba completamente absorto, asintiendo con la cabeza cada frase que decían adelante los expositores, yo sonreía con cara de querer entender, cuando en verdad miraba a todos estos seres hipnotizados, que parecían ir descubriendo claves para desarrollar un complejo sistema interconectado de sensaciones y emociones, a través de distintas experiencias que volvían una y otra vez en su increíble capacidad sensible de enfrentar el mundo.
Después de seguir sonriendo con cara de idiota mientras hablaban y yo no entendía, comencé a descubrir que no había que analizar intelectualmente cada una de sus historias, había que sentirlas, dejándose llevar como una especia de droga que comenzaba a disfrutar, entonces logré sacar la voz y pregunté con cara de sabio: ¿Quién habla? -Genio, gran pregunta. Retrocedía lo poco que había avanzado porque mi lenguaje era humano, vulgar, incomprendido en ese templo, donde los fieles adoraban a sus santos y yo ahí interrumpiendo, entre un visitante, que lo veía como un residente de la zona, y un máster jedi que acaparaba una distorsionada atención sobre su experiencia idílica, sus paseos por el Olimpo y sus bajadas en temáticas que jamás descifré.
Las actividades seguían y después de un café negro, pasamos a un workshop donde escuchamos una canción en 3 versiones, o por lo menos eso decían. Por mi parte escuché la misma canción 3 veces, no me atreví a conjeturar si era buena o mala, ni siquiera si me gustaba, fue en ese momento cuando me pregunté si acaso tenía alma, quizás la había empeñado en alguna noche de locura que no recordaba, no veía diferencias en esos temas, para mi eran iguales, quizás me estaba quedando sordo, lo que sería injusto dado mi nivel de miopía, se supone que los sentidos se agudizan a falta de otros y mi olfato no es gran cosa.
Comprendí que la música es un misterio, que como a las mujeres, no sacas nada con entenderla, solo debes amarla o simplemente sentirla como dijo Visitante, quien terminó este viaje pidiéndome disculpas por el tiempo, yo le agradecí porque justamente fue el tiempo lo que se perdió ahí adentro, en ese lugar donde la magia devela sus trucos sin perder su fantasía, entendiendo que quienes están detrás de cada nota, generan, con pocas cosas, un mundo maravilloso para que nosotros los mortales lo disfrutemos.
Nada de esto me enseñaron en el colegio, donde con suerte toqué “Noche de paz” en flauta dulce. En este encuentro llamado Amplifica, me mostraron que con esa misma flauta puedes hacer una obra maestra que recopile el folclore irlandés con las sinceras palabras de un rapero del Caribe, solo debes sentirlo y trabajar…trabajar mucho.
Antes de juzgar cavernícolamente cualquier otra canción, recordaré este viaje a lo más profundo de la música, miraré las guitarras desde adentro y buscaré conexiones místicas que busquen sensaciones y no explicaciones, tratando de borrar para siempre de mi mente, la analogía que comparaba un estudio de grabación con un salón de belleza, lo que me dejó petrificado, sobre todo cuando me di cuenta que mi guía se había cortado el pelo, y que sin quererlo, como Virgilio en la divina comedia, me había metido en los profundos círculos del mundo de los sonidos y de la música, rescatando lo mejor del infierno y el cielo en cada nota.