El zapatazo como acting
Una noticia recorrió el mundo casi en el mismo instante en que sucedía, desplazando por un momento al tema de la crisis mundial que golpea a los países más desarrollados y promete calamidades en la periferia. El 14 de diciembre lo único que importó fueron los dos zapatazos lanzados por un periodista iraquí y los correspondientes esquives del presidente norteamericano George Bush, que intentaba dar una conferencia de prensa tras su sorpresiva llegada al país ocupado.El nuevo instrumento político comunicacional por el cual un reclamo, una causa nacional o la situación de millones de excluidos logra una fulminante visibilidad es una especie de “acting”, ese término del que abusa el jurado de “Bailando por un sueño” para nombrar un momento especialmente intenso donde la teatralidad y lo narrativo atraviesan la danza, y que viene del psicoanálisis, donde indica “pasaje al acto”, algo así como el modo en que el sujeto expresa de manera no consciente algo fuertemente reprimido, como bien podría ser el planetariamente compartido deseo de eliminar de un solo golpe, o dos, al grotesco hombrecito de la Casa Blanca que expande los males tan lejos de su propio país.Algo tienen en común estos zapatazos con el mensaje poético/militar del subcomandante Marcos en Chiapas (aparte del chiste de considerar a ambos “zapatistas”), como también la intervención del rey Juan Carlos de España ante Chávez (“¡Por qué no te callas, eh!”), el avión atravesando las torres gemelas, las cacerolas de la Argentina del 2001, los veinte segundos del video de Ingrid Betancourt sentada y enferma, mirando en silencio a la cámara, la eternidad de aquellos segundos en que Cobos transpiraba hasta que de su cabeza salió la frase del voto no positivo. Son como partículas que contienen una extraordinaria carga de teatralidad de inmediata traducción política. son bombas comunicacionales, instantes de formidable concentración narrativa, imágenes que por un momento activan todos los resortes emocionales del espectador y le transmiten una cantidad de contenidos y asociaciones que no se podrían conseguir de ninguna otra manera.La marcha de un millón de ciudadanos por Bagdad no alcanzaría ni remotamente el grado de comunicación de la causa nacional iraquí al resto del mundo que lograron estos zapatos y mucho menos pondría en marcha el mecanismo folklórico de construcción de un nuevo héroe épico, como probablemente ocurra con este ignoto periodista a partir del 31 de diciembre próximo, cuando empiece el proceso en su contra. Incluso, dada la lógica narrativa de este hecho, no es fácil apreciar qué le conviene más al poder norteamericano: ¿una condena que termine de transformar al héroe en mártir, o un castigo medido que no infle aún más el capital simbólico de este nuevo referente de la resistencia iraquí?En la era de la aldea global, de la intensa comunicación compartida y el imperio de la imagen sobre el texto, el modo de modificar la agenda política mundial y hacer que el vecindario terrestre hable de un solo tema, aunque sea por un día, acaso dependa de la producción de acting como estos zapatazos. Desde ya que la tentación de multiplicar este tipo de intervenciones nos va a aburrir en los próximos años con hechos montados para producir algún efecto esperado. De hecho ya ocurrió en el mismo escenario, cuando el ejército norteamericano montó una historia “documental” sobre una oficial que había logrado liberar a varios soldados que eran rehenes de los iraquíes. Semanas después se supo que era todo falso. Tal vez el poder de los actings, al menos en los que suceden en la escena mundial, tenga alguna saludable relación, aunque sea indirecta, con la carga de verdad que contengan.Cecilia Sidañez