Emma Gonzalez


Debería dejar esta página en blanco, porque simplemente no se puede superar el silencio, no se puede superar la emoción en su estado más puro, la convicción del fuerte, del héroe, la lucha que se hace eterna cuando en silencio se muestra valentía.

Silencio, cientos de personas estupefactas por una mirada fija, inmersa, sufrida, lágrimas que se transforman en firmeza, una respiración que enmudece al viento y unos aplausos nerviosos que se callan ante el respeto por una mujer que detuvo al mundo, una niña, una joven, una compañera de colegio, una hija, una sobreviviente, una persona que ya vivió mucho más que todos nosotros.

La piel parecía erizarse por 6 minutos y 20 segundos, nuestros corazones se detuvieron y respiramos igual de fuerte, al unísono con Emma, el silencio nos transformó en una sola persona, el silencio como contraparte del disparo, del ruido demoledor de la pólvora, como un antagonista poderoso que mira desde la tribuna del dolor, donde ninguna bala, ningún disparo podrá jamás acercarse a este poderoso instante, esta pequeña y extraña pausa lo cambió todo.

Emma Gonzalez detuvo al mundo, un mundo caótico, bullicioso, donde se escucha al que habla más fuerte y golpeado, donde manda la bocina más fuerte, el grito más violento y agresivo, el movimiento más ágil y el silencio. Un mundo que no respeta a los niños, a los jóvenes y menos a las minorías, ella lo representó todo y en silencio despertó un rugido selvático, un antes y un después que fracturó la supremacía de los grandes, de los poderosos y le dio espacio a los de abajo, los pequeños, los que callan porque no pueden hablar o porque no los dejan, los que se piensa que no saben.

El silencio, como siempre, fue más fuerte, nos golpeó, nos hizo reflexionar, respirar, pausar y sentirnos poderosos en ese hermoso momento en que creímos que el mundo si se puede cambiar y mejorar, pero que dependerá de esas futuras generaciones que nacen sin miedos, que ya no se sientan en la mesa de la cocina a la hora de almuerzo, porque se hacen sentir parte de sus familias y su sociedad, son los que después de Emma, golpean la mesa de sus gobiernos, hablan frente a millones de personas y no temen emocionarse para contarnos lo que están viviendo.

Muchas veces en la historia, el respeto se gana, este es uno de esos momentos, en que nace un nuevo líder mundial, una Malala occidental, una esperanza de lucha para recuperar la tranquilidad de la niñez contra la tiranía de la violencia en manos ajenas, brutas, de mentes obtusas y criminales, que pretenden defender un negocio que se lleva a la tumba a los inocentes.

Es hora entonces de hacer silencio, de admirar, callar y respirar bien fuerte, tan fuerte que las lágrimas broten como en ella, de emoción, de pena, de verdad y de justicia.