Entrevista a César Cansino
“El poder que no gobierna o no ejerce sus decisiones en sintonía con la sociedad está destinado a gobernar en el vacío”El politólogo y filósofo mexicano visitó Buenos Aires presentando su último libro, “La Muerte de la Ciencia Política”. La obra fue premiada en la categoría mejor ensayo.Ciencia Política, crisis financiera, democracia e historia son algunos de los temas abordados en este dialogo exclusivo.Usted dice que la Ciencia Política está en crisis porque utiliza métodos arcaicos que no alcanzan para explicar los fenómenos sociales. En estas condiciones ¿Para qué sirve hoy la ciencia política, qué puede explicar así como está?Soy muy crítico de la ciencia política que domina en el mundo. Finalmente se trata de una manera de aproximarse a la realidad política que yo juzgo, por varias razones, muy reduccionista, muy limitado y que además, por esta tendencia a la especialización, termina concentrándose en cuestiones poco trascendentales, irrelevantes, inútiles. La ciencia política sí puede hacer mucho, pero a condición de que sea lo suficientemente autocrítica consigo misma, con lo que ha hecho, con lo que está generando con el saber especializado y tienda puentes con otros abordajes que han sido y son mucho más sugerentes y constructivos de lo que interesa o debe interesar para quien estudia la política: los grandes problemas que nos aquejan como ciudadanos que aspiramos a tener mejores sociedades, mejores gobernantes y formas de representación, esto se ha venido descuidando. La ciencia política, de ahí que mi mirada es muy crítica a esta disciplina, en lugar de ser autocrítica prefiere caminar por sí sola pagando el precio, precisamente, de la irrelevancia.Hoy se habla mucho de la crisis financiera internacional y la falta de previsión de algunos analistas desde el punto de vista económico-financiero, ¿También la ciencia política falló en el análisis que hacía previsible una situación como la que vivimos?La ciencia política siempre ha fallado, y las ciencias sociales en general. No es que le pidamos a las ciencias sociales una capacidad predictiva, porque no es su función. Pero sí, teóricamente, tendrían los elementos de análisis para establecer tendencias. Para poner dos ejemplos: cuando cayó el Muro de Berlín, en 1989, no hubo ningún científico social, ningún politólogo que una semana antes de la caída histórica haya dicho “se va a caer el muro”. No obstante, fue un acontecimiento parteaguas en la historia de la humanidad. Lo mismo con el 11 de septiembre: Samuel Huntington escribió, dos años antes del 11 de septiembre de 2001, un libro donde anticipaba que lo que había sido la disputa ideológica bipolar del mundo estadounidense respecto del comunista sería sustituida por una disputa ideológica y cultural donde el islamismo tendría un papel protagónico. Pero fuera de esto, nadie anticipo que iba a haber una virulencia entre las culturas como la que finalmente se desató a partir del 11 de septiembre. Entonces han fallado, así como la economía, que finalmente es una ciencia social, también falló porque era evidente, ahora lo podemos decir post-factun, que esta crisis financiera tendría una carga explosiva para el capitalismo mundial como la que está mostrando. Y creo que se pudieron tomar medidas precautorias ante la gravedad de la situación pero no se tomaron.Usted dice que la ciencia política tiene que abrirse a otras disciplinas para poder cambiar metodológicamente y redefinir su objeto de estudio. ¿Cuál de las ciencias sociales puede influir más en la definición de ese objeto de estudio?Mi mirada es, por decirlo de alguna manera, muy transgresiva. Lo que propongo es revalorar, reivindicar, más que esta posibilidad de generar saberes sistemáticos, rigurosos, objetivos sobre la política, el pensamiento sobre la política, pensar la política: ser sensibles a una serie de cuestiones que no necesariamente puedan medirse con el rigor que el método científico exige, sino que, en todo caso, requieren mucha creatividad y la posibilidad de leer cuestiones que las ciencias sociales no son tan proclives a revisar o analizar. Por ejemplo, las elecciones estadounidenses del 4 de noviembre: desde las ciencias sociales podríamos decir muchas cosas, pero hay una dimensión simbólica en lo que ocurrió ese día que escapa a la lectura de las ciencias sociales. Es decir, aquí lo que podemos observar es una reconciliación de un pueblo con la política institucional a partir de una oferta muy concreta, muy particular. Además, significa una ruptura histórica en término de mentalidades que nos viene a confirmar que la democracia, en la actualidad, es mucho más que una forma de gobierno con instituciones, partidos, procesos de sufragio, etc, sino que es una forma de vida. Los ciudadanos en Estados Unidos marcaron una pauta porque decidieron, en este caso por la vía de las urnas, derrumbar la última frontera que separaba a la democracia del valor de la igualdad que es inherente a la democracia y que, en este caso, se materializa, se concretiza por el simple hecho que un representante de una minoría racial es electo por una mayoría, que es la que finalmente decide ese cambio de mentalidad. Esto que es de orden estrictamente simbólico, que nos obliga a pensar la democracia como algo más que una forma de gobierno sino como una forma de vida, escapa a la posibilidad de entendimiento de las ciencias sociales que, evidentemente, consideran que la democracia es, ante todo, una forma de gobierno y su lectura es estrictamente institucional y procedimentalPara usted hay mucha más sabiduría política en una buena novela que en un tratado de ciencia política y menciona a las novelas históricas como un camino para entender la ciencia política. ¿Cómo es eso?Estoy absolutamente convencido. Si revisamos un manual de ciencia política nos va a quedar muy poco, pero si leemos, por citar un ejemplo, a Vargas Llosa en su novela “La Fiesta del Chivo”, donde trata la dictadura de los Trujillo en República Dominicana, ahí tenemos un tratado para entender el fenómeno totalitario, el poder en clave latinoamericana: los excesos que supone el disponer de tanto poder como fueron las dictaduras latinoamericanas, en este caso una de las más sanguinarias y cruentas que registra la historia. Entonces en esa narración, que está salpicada de ficción porque si se describe la historia tal como es nadie la creería, Vargas Llosa introduce elementos de ficción gracias a esta capacidad de entender la vida política, que no es otra cosa que la experiencia. Finalmente, qué es la política sino la experiencia de vivir en sociedad con los demás, afirmarnos como individuos en un espacio de libertad, generar nuestras propias expectativas y defenderlas en el espacio público, si no es eso la política entonces podemos quedarnos con la ciencia política. Pero si entendemos que la política es la vida, hay más sabiduría en una novela que es capaz de dar cuenta, de manera narrativa, entretenida, amena de esa experiencia. Creo que, por eso, se esta premiando este ensayo: porque es una reflexión libre, no encorsetada en esquemas rígidos. Una reflexión sobre lo que es la política y la necesidad de pensarla con nuevos contenidos desde un horizonte que la ciencia política muchas veces cancela, subestima. Es la experiencia de la vida: un individuo en una sociedad que ve las cosas y que desde ese mirador escribe sobre lo que le interesa.¿Cree que hay que ganar la batalla cultura contra la antipolítica? La antipolítica es una expresión más del desencanto político. Quien reivindica la antipolítica cuestiona la política institucional, los partidos políticos por corruptos, por defender posiciones obsoletas y estar distanciados de la realidad. Quien critica a la política y hace un discurso antipolítica pero con pretensiones políticas, y busca ocupar espacios político institucionales que ahora están ocupados por estos mismos que critica, termina en cinismo y pragmatismo, con una retórica hueca como las muchas que han prosperado en nuestros países. Tenemos un discurso populista, barato. Y, en los hechos, quien tiene la posibilidad de llegar al poder político con un discurso antipolitica termina siendo víctima de sus propias contradicciones o generando situaciones adversas como las que tenemos en algunos países andinos, Venezuela para ser concretos, donde termina el gobernante antipolítico cargándose a la política y a la democracia. Esos son los escenarios terribles que un discurso antipolítica puede tener. Por lo demás, quizá la ciencia política esta muerta, pero si hay algo vivo, y muy vivo, eso es la política. Pero la política que hacemos nosotros: en los medios, discutimos, hablamos, opinamos. Esa es la verdadera política. Y cada vez más esta dimensión de la política que nos convierte en ciudadanos, en sujetos políticos, está llenando el espacio del poder público. De tal manera que, el poder que no gobierna o no ejerce sus decisiones en sintonía, en comunicación con la sociedad está destinado a gobernar en el vacío, en un hueco de deslegitimidad y desconfianza.Damián ToschiEspecial para medioslentos.com