El mundo evoluciona, se adapta y constantemente provoca cambios sociales importantes, los que se manifiestan a través de distintas personas, especialmente de nuevas generaciones. Estas poco a poco van tomando el lugar que les corresponde en este mundo, transformándose en parte del flujo natural, de un tiempo y su historia, pero algunas veces ese equilibrio se rompe y provoca su podredumbre.
Cuando el agua no fluye viene lo peor, todo se oscurece y comienza a estancarse, es lo que hoy está pasando con la política y la participación ciudadana, no solo en mi país, sino también en toda América Latina y el mundo. La tecnología avanza con rapidez, las nuevas generaciones están adaptadas a este vertiginoso proceso de cambio constante, dejando atrás a una clase política fuertemente apernada en el poder, que no da soluciones porque su manera de enfrentar los problemas se extinguió. Lo único que saben es que no dejarán su lugar fácilmente, transformándose en la imagen más burda de un viejo porfiado, mañoso, enquistado en la democracia, dañándola desde sus bases. Lo que necesitamos son viejos sabios, que entiendan el mundo que los rodea, que sirvan de ejemplo, que sean parte del proceso y no de su fin. Necesitamos que se vuelvan a abrir las ventanas, que la naturaleza haga lo suyo y el agua vuelva a su torrente original.
Las nuevas generaciones tienen algo en común, y es que su forma de pensar es distinta, es por eso que no buscan nuevos líderes a los cuales seguir, sino que buscan un cambio de mentalidad global, basado en la colaboración, porque entienden que ese es el futuro y trabajan juntos por mejorarlo, chocando con la vieja escuela que no quiere abandonar la teta que los alimenta, porque trabajan basándose en la competencia descarnada, donde uno gana y muchos otros pierden. La forma de enfrentar el mundo ha cambiado, lo que hace uno por un lado, puede servir a otro, incluso si tienen diferencias entre sí, porque el objetivo es el bien común y no la diferencia radical, no piensan en blanco y negro, piensan y miran el mundo en colores, donde todos son actores principales de la construcción de un mejor futuro, sin importar si eres de derecha o de izquierda, porque eso representa un pasado en su estructura mental, donde las cosas se resuelven transversalmente, con ideas, trabajo y sobre todo con verdades, cuando trabajan unidos son como hormigas, capaces de levantar cientos de veces su mismo peso
Es hora de promover ese necesario cambio, debemos destapar la cañería democrática para que vuelva a cumplir su rol social y no de intereses privados exclusivos. Para eso debemos generar los espacios, para que estas nuevas generaciones puedan desenvolverse y ocupar los lugares necesarios para dar su opinión y devolver el lugar que le corresponde a la democracia, un lugar desde la gente, por la gente y para la gente.