“Dicen la juventud no tiene
Para gobernar experiencia suficiente
Menos mal, que nunca la tenga
Experiencia de robar,
Menos mal, que nunca la tenga
Experiencia de mentir.”
León Gieco
Otra tragedia golpea a Chile, esta vez no fue la tierra ni el mar, esta vez fue el hombre el que transformó a Valparaíso en la Roma de Nerón, una joya que se transformó en carbón, una ciudad que hoy se levanta a pulso entre escombros, ayudada por quienes son los protagonistas de esta gran lección; jóvenes anónimos que, como en una gran marcha estudiantil, cambiaron las banderas por palas y las calles por cerros, cambiaron el criticar por el actuar y dejaron a muchos boquiabiertos, sin palabras.
Quienes somos profesores, sabemos de la importancia que tiene el aprendizaje como objetivo de nuestro quehacer, sabemos también que muchas veces somos nosotros quienes aprendemos de nuestros alumnos, y lo valoramos, y es justamente lo que hoy la sociedad por fin está haciendo en Chile y en toda Latinoamérica, aprender de los jóvenes, de su pasión y compromiso, de su organización y de su potente actuar, el que han demostrado que parece no tener límites. Claro que se han equivocado, pero eso los ha hecho aprender rápido, ya es experiencia.
Solo hay un punto superior al aprendizaje y ese es el de la creación, justamente en lo que hoy trabajan miles de jóvenes con diversas ideas, crear un mundo mejor, sin los viejos vicios que hoy tienen al desarrollo entorpecido en redes viejas que ya de poco se pueden aferrar para continuar con un sistema extractivo en retirada, todo esto gracias a la información.
Es la nueva generación, los primeros nativos digitales, los que hoy nacieron cambiando, la generación Y, la generación Z, para los que la rapidez del mundo y la adaptabilidad es natural. Es por estas características que son ellos los que pueden enseñarle al mundo, nacieron para entregar una gran lección.
Todo esto nos quedó muy claro en la última catástrofe de Chile, el gran incendio de Valparaíso, el desastre más grande en la historia de la región, donde mientras el gobierno, el municipio y la marina se ponían de acuerdo en cómo actuar y qué hacer, como bichos pegándose cabezazos, los jóvenes anónimos comenzaron a actuar, gestionaron ayuda, mano de obra y colaboración rápidamente. Grandes cadenas humanas subían los cerros removiendo escombros, llevando comida y apagando el fuego junto a los incansables voluntarios de bomberos, quienes también recibieron de estos jóvenes una ayuda para hidratarse y alimentarse en su labor.
Hasta el día de hoy el gobierno y municipio muestran su falta de liderazgo y gestión, hasta el día de hoy los jóvenes trabajan sin parar, a pesar de que les han dicho que no se necesitan, pero ellos son los únicos que saben dónde y qué se necesita, no las autoridades.
Estos son los jóvenes de hoy, los que no votan porque para algunos no eran responsables con la sociedad, los que no buscan gratificaciones personales por ayudar, los que no hacen negocios con la desgracia, los que luchan por sus ideales sintiéndose a veces más identificados con alguna ONG que con un partido político o religión.
Este es el futuro de un país y un continente que vive con un nudo en la garganta, pero confío en lo que viene porque esta generación ha demostrado que puede y quiere lograr cambios verdaderos.
Lo que ocurrió en Chile es un ejemplo más, es otra muestra de lo que esta generación es capaz de hacer, dejando en ridículo a la burrocracia, trabajando y necesitando una orientación acorde a su visión de mundo. No los hagamos retroceder, no los encerremos porque son mucho más responsables que las anteriores generaciones con la libertad que la historia y el destino les ha entregado.
Estos jóvenes no se rinden por más fuerte que sea el golpe, nos enseñan a diario, con sus aciertos y equivocaciones, démosle más responsabilidades en vez de criticarlos a la rápida por el solo hecho de tener menos edad. Aprendamos de la juventud y eduquemos sabiduría, la vida es un eterno ciclo en el que cada época tiene sus protagonistas, esta vez les toca a ellos actuar y a nosotros.