He tenido la fortuna de no frecuentar en exceso las oficinas del Inem.
El pasado lunes fue la última. Nuestro rescate se llama ERTE, una reducción de jornada que nos obliga a pasar casi un mes al año en el paro. Allí en la cola hay de todo: el hombre de cincuenta años que había convertido esa sala con contador digital en su segundo hogar; la treintañera que camuflaba su tensa espera leyendo un libro manoseado; el inmigrante al que le estalló la burbuja en plena cara; la señora a la que le quedaban pocos meses de subsidio; y hasta una actriz con más de veinte largometrajes sobre su cabellera rizada y que acaba de protagonizar una serie de moda… creo que no es la única intérprete que últimamente se está dando de alta como demandante de empleo. Me resultó curioso que la mayoría llevara gafas, incluido el que firma este blog. Resultará frívolo pero daba cierto morbo –eran las 8’30 horas, pegaba el sol y cada uno se reconforta con lo que quiere– observar en esa fila mañanera a una actriz inquieta, y con gafas de sol rosáceas, apretar el botón de ‘inscripción inicial’, o a una indignada con montura de pasta reliada con papeles y libros de familia. En ese instante recordé lo que me dijeron días atrás Sandy y Jorge, una parejita viguesa que ha montado Gafa Vintage, una web dedicada a vender gafas de las de siempre por internet, monturas originales de los 50, 60, 70, 80 y 90. Ellos sostienen que las curvas de una mujer y las de una gafa son un cóctel explosivo, un icono pornóptico que nunca pasará de moda. Me hablaron de la pin-up más empollona, la señorita Miriam Fairfax, que aparece a continuación. Leyenda o realidad, qué más da.
Los dibujantes de manga y los creadores de anime también han sacado el punto erótico a los anteoj De hecho, llaman meganekko a los personajes femeninos que tienen como principal atractivo el llevar lentes. Como fetiche no ha perdido el compás. En mi adolescencia estaba restringido su uso al empollón culovaso, al blandengue despistado. ¿Se imaginan ustedes el suplemento de morbo que le daría una gafa de ver a una Inés Sastre o a una Martina Klein? No es que no lo tengan, pero sosas son un rato. Hasta la tan deseada Patricia Conde ha utilizado en algún momento publicitario ese toque retropornóptico.
No hay que marcharse al lejano oriente. En nuestras calles cada día es más habitual ver a mujeres con gafas de pega, con cristales sin graduar. Es tan hipercool “que el otro día echaron del festival de música Primavera Sound a una chica por llevar gafas graduadas“, se cachondeaban recientemente en una red social. El gafapastismo imperante ya tiene su réplica. Pues ¡qué viva la gafa! ¡Menos lentes de contacto y más contacto con la realidad!AutorAlberto GayoAdjunto al director Revista Interviú