Los últimos meses han estado muy agitados en América Latina, no ha sido fácil entender lo que está pasando, son tantos los escándalos políticos y conflictos sociales que no dejamos de sorprendernos cuando aparece otro, sino es Argentina es Brasil, si no es Brasil es Chile, que ya no se queda atrás. Por otro lado el caso de Venezuela, que no logra mirar fuera de su frontera, la contingencia es tan cruda que los tiene absolutamente absortos en su realidad. Así podemos continuar analizando país por país el continente completo y nos vamos a dar cuenta que todos están pasando un proceso similar, existe una necesidad general y desesperada de llamar la atención, de ser preocupación del resto, pero el mundo tiene sus propias preocupaciones. En Europa por ejemplo, todo gira en torno al caos económico de Grecia y España y en la tensión de Ucrania con Rusia. En Estados Unidos no saben qué hacer con el medio oriente, en el medio oriente sigue escalando la violencia de los conflictos a límites que superan a la mente más morbosa que puedan imaginar.
El mundo está convulsionado y lo sabemos hace tiempo, algunos dicen que esa convulsión siempre ha existido, la diferencia es que hoy, gracias a los masivos medios de comunicación, nos enteramos. Pero si eso fuera así, también nos enteraríamos de cosas positivas o alentadoras y eso no ocurre, por lo que podríamos entender que el mundo solo ve o quiere ver el vaso medio vacío, estamos con depresión. Esta depresión no tiene que ver con la baja del dólar ni con el crecimiento chino, tiene que ver con un estado de ánimo mundial, que se contagia más rápido que las nuevas pandemias. Nuestra verdadera peste negra tiene que ver con el estado anímico de una generación en retirada, al parecer no vemos futuro, queremos cambiar todo con violencia porque nos llenamos de odio, se nos olvido conversar, el diálogo no existe entre dos posturas, desaparecieron los lugares de encuentro.
El futuro no está claro, estamos en el momento más álgido de una película de suspenso, donde cualquier cosa podría pasar, algunos tienen miedo y otros entusiasmo, se espera un cambio generacional que está demostrando que la siguiente ve las cosas de manera diferente. Una nueva generación que está interrumpiendo los banquetes y alterando la comodidad del statu quo. Complican porque no se sienten identificados con la derecha ni con la izquierda, incomodan porque dicen las cosas a la cara y sin tapujos, dejaron los eufemismos por la redacción eficiente y lo más importante, es que pertenecen a una generación que nació sin miedos, por lo tanto mucho más seguros que el resto.
Amor y odio, es lo que generan al mundo quienes se harán cargo del futuro, jóvenes preparados para cambios vertiginosos, se lanzan en aventuras buscando mejoras sin importar cuánto ganarán, para ellos el fin es distinto, quieren calidad de vida sin olvidar su entorno, quieren vivir bien, pero no van a dejar a otros atrás.
Tal como señala el documental The Square, sobre la revolución en Egipto, por más que cambia todo, al igual que en Latinoamérica, todo sigue igual, con la diferencia de que estos jóvenes organizados a través de redes sociales, han puesto una y otra vez en jaque a sus distintos gobiernos, a pesar de la brutal represión, tortura y asesinatos, se levantan una y otra vez, con un mensaje muy claro, no buscan líderes a quien seguir, buscan una nueva mentalidad a la cual alcanzar. Acá puede estar el motor de esta gran revolución mundial, nos acostumbramos a líderes únicos y heroicos que nos llevan en la senda del buen camino, pero ellos no, ellos no buscan a quien seguir, porque desconfían de los liderazgos que tantas veces les han fallado, ellos creen en hacer las cosas con sus propias manos, no esperan órdenes, actúan.
Las nuevas generaciones traen consigo un cambio radical, no quieren cambiar el mundo porque no se sienten amos de él, sino parte de un todo, por lo que evolucionan junto a su entorno y no alienándolo, se funden con su medio y por eso logran cambios de raíz, fundamentales para cimentar su nuevo futuro.
Volviendo a nuestro continente, debemos entender lo que está pasando como el fin de dos pensamientos que van quedando obsoletos, un binominal eterno que nos mantiene estancados, poderes de izquierda y derecha ven desesperados como una nueva tendencia aparece, de empodera rápidamente y tiene más credibilidad que sus controlados medios de comunicación. Hacen las cosas a su manera y han logrado cambios gigantes en distintos países. Desde la reforma educacional en Chile, hasta el movimiento de cambio social en Brasil.
No debemos temer a los cambios, el mundo de ahora en adelante será un cambio tras otro, cada uno más fuerte que el anterior, lo que generará desequilibrios, desorden y nuevos comienzos. Esta generación sabe mejor que nosotros adaptarse y generar a partir de ahora los pilares de su colectividad, que se alejan de los esquemas que nosotros tenemos en nuestras mentes, donde la pirámide cambia su forma a una estructura transversal, como hoy muchas empresas internacionales están haciendo. La administración ya no se maneja con ideales marcados por un líder, sino por un equipo del que todos formaremos parte.
Sin dejar de definir nuestra identidad y reconocernos como países que nacen con una misma historia, es nuestro deber también comenzar a mirar al resto del mundo. Ser parte de un todo requiere entender la propia cultura, la de los vecinos cercanos y ahora además la del resto del mundo, este será nuestro talón de Aquiles, nuestra gran debilidad que solo se reforzará a través de la educación y la comunicación.
Latinoamérica está en deuda con su identidad, lo que ha generado desórdenes en nuestra visión de futuro, provocando errores y horrores que buscan imitar otras culturas sin entender el por qué no funcionan esos modelos acá. Para imitar procesos externos debemos reforzar los internos, de otra manera los nuevos aplastarán los que estaban y siempre comenzaremos todo de nuevo.
Las grandes revoluciones de nuestro continente están marcadas al igual que la de Egipto, en que salimos de una para entrar en otra, repetimos una y mil veces los mismos errores y parecemos no entender. El problema no es que seamos brutos, es que no nos conocemos, por lo que es fundamental que el rol activo de la nueva generación, se concentre en mirar a largo plazo, evitar las garras de la comodidad en el poder y lograr que esta colectividad prepare a una mejor, no solo sin miedo como la actual, sino también con una estructura sólida que nace en el re-conocimiento de lo propio.
Mentalidad, comunicación, identidad y visión de futuro, 4 ejes que determinarán la estructura del cambio generacional, el que debe verse como una posta y no como el fin destructivo de la anterior, es un proceso natural y como tal tendrá diferentes etapas que irán sorteándose dependiendo de la integridad social en la que se desarrolle.
Es deber de los comunicadores hacerse parte de este proceso, así como de los educadores generar las bases para que entre ambos guíen esta nueva energía, energía y poder que necesita encaminarse para lograr desarrollar su esencia. El desafío es adaptarse a los nuevos roles, dejar de buscar nuevos líderes absolutos y comenzar a potenciar a las nuevas mentalidades, en las que el líder es un guía y no un jefe.