Arrancamos el séptimo año en Medios Lentos y aquí estamos de pie.
Este año comienza con una entrevista que le hice al empresario Franco Macri, al que quiero agradecer por su paciencia y su tolerancia.
No es fácil entrevistar, pero es una pasión, mi pasión.
Hacía meses que quería entrevistarlo, (nobleza obliga, me pasa con todos los entrevistados) pero por diferentes motivos no se lograba.
Franco Macri, no bien me vio, y antes de acomodar todo para la entrevista que se hizo en su casa, me dijo: “Hubo algo que me mandaste a decir que me impresionó, porque tengo algunas personas que piden entrevista y no puedo tener a todas pero recibí de vos un mensaje tan humano, tu forma de transmitir tu desagrado de que no te atendiera, que me pareció que valía la pena atenderte, no porque me haya asustado”.
De las cientos de entrevistas que llevo hechas jamás dejo de sorprenderme y eso me encanta.
Si en este portal siempre escribí fue para decirle no a los prejuicios, no al no encontrarnos con otros pensamientos y sí a la pluralidad de voces.
Tenemos que ser libres, poder pensar y usar el razonamiento como herramienta.
Hay que tener la suficiente elegancia de reconocer que no siempre acertamos, que no hay ni tan buenos ni tan malos. Que hay verdades que se aproximan. Y falsedades que se ocultan porque sí.
Cuando estudiaba la vida de Franco Macri, llegué a esta película, gracias a la recomendación de unas de mis mejores amigas y mejor profesional, la arquitecta Ana Paula Amado.
La película he Fountainhead (en México y en otros países de Hispanoamérica, Uno contra todos; en España, El manantial) es una película estadounidense de 1949 basada en la novela homónima de 1943 escrita por Ayn Rand.
“La película contiene un mensaje político y filosófico, en donde el problema básico del mundo moderno, es la falacia intelectual de considerar que la libertad y la coerción son opuestos. Para resolver los gigantescos problemas que agitan el mundo de hoy, debemos esclarecer nuestra confusión mental. Debemos adquirir una perspectiva filosófica. En esencia, libertad y coerción son la misma cosa. Les daré un ejemplo: los semáforos restringen su libertad de cruzar la calle cuando lo desean. Pero esa restricción les da la libertad de no ser atropellados por un camión. Si se les diera un trabajo y se les prohibiera abandonarlo, se restringiría la libertad de sus carreras, pero se les daría la libertad de no temer al desempleo. Siempre que se impone una nueva coerción sobre nosotros, automáticamente ganamos una nueva libertad. Las dos son inseparables. Sólo aceptando la coerción total podemos conseguir nuestra libertad total” comentaba la autora Ayn Rand.
¿Qué quiero decir con esto? Que los extremos no funcionan. Que hay que armar puentes, construir caminos, imaginarios o reales, para unirnos con los que por temor creyeron que ser diferentes u opinar distinto es peligroso. Y claro, no hay que dejar de pensar en que somos un todo, y que dentro de ese todo no podemos nada sin la ayuda del otro. Y animarse a caminar siempre por más que digan que no se puede, total después de todo, tenemos la vida y con eso, alcanza.
Dejo parte del fragmento de la película
Gracias por el tiempo
Que disfruten de la partida
Ilustración: Paloma Yampolsky