Que la música no lastime
En medio del debate por las condiciones edilicias de los colegios y boliches, y la revisión de las regulaciones de habilitaciones, Medios Lentos presenta un tema cuya repercusión, si no se toman medidas al respecto, será cada vez más grave: las lesiones auditivas por presión sonora.En los boliches, arriba del subte, o en algunas esquinas de la ciudad sucede a menudo que una persona no escucha lo que está hablando con alguien que está al lado. También sucede que algunos pasajeros del colectivo van escuchando música a todo volumen, con los auriculares dentro de sus oídos para que los ruidos del vehículo no tapen el sonido de su reproductor. Todo esto, sin darse cuenta que están afectando los niveles auditivos.Martín Liut es profesor adjunto de Historia de la Música en la Universidad Nacional de Quilmes y Jefe de Trabajos Prácticos de Acústica de la Música en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, y, según explica, la intensidad del sonido, lo que comúnmente llamamos volumen, se mide con un decibelímetro que es básicamente un micrófono que captura las señales sonoras e indica cuál es el nivel de presión sonora que ejerce, medido en una unidad llamada decibel o decibelio. El decibel es una unidad de medida que, como todas, parte de algún tipo de convención (un metro, un kilo, también son unidades convencionales). En este caso, se parte de comparar una medida que hace de «patrón» con otra. Al medir lo que llamamos «contaminación acústica», la convención es tomar como «0 db» al sonido más tenue que es capaz de percibir una persona normal, en condiciones normales. Entonces, 0 es el umbral de audición.Depende del contexto y de las personas. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) el límite establecido para no afectar la salud de las personas es de 70 db. Pero en 140 db es el límite en el cual directamente sentimos dolor debido a la altísima presión sonora. Con este conocimiento, es preocupante pensar que en un boliche, como cuenta Liut, la música suele estar arriba de los 100 db y aumenta si la persona se acerca al parlante. Y en una avenida, puede llegar a los 90 db según la hora y el ancho de la avenida.Un sonido comienza como una onda sonora que va por el canal auditivo, vibra en el tímpano, continúa por el oído medio para llegar al oído interno. Este último es en un ambiente líquido, que en sus paredes contiene cilias o vellosidades que se mueven de acuerdo a las señales auditivas. Es ese movimiento el que permite traducir los sonidos escuchados en una señal nerviosa que interpreta el cerebro.En la Ciudad de Buenos Aires, el año pasado el Gobierno porteño tomó cartas en el asunto en la época del auge de recitales en el Club Atlético River Plate y en el Club Ciudad de Buenos Aires, entre otros, donde se dispuso que en las calles aledañas a los eventos no se podía superar los 70db, ya que ese era el límite de la OMS y se estableció que se tomaran medidas para acustizar los espacios.“Someterse a una altísima intensidad sonora (sea música, un taladro, una turbina de avión, el disparo de un arma), provoca trastornos temporales y definitivos. El más grave entre los definitivos es la muerte de las cilias y células transmisoras ubicadas en el oído interno, llamado coclea. Cuando esto ocurre, las frecuencias de sonido que deberían ser detectadas por ellas, no lo son y, por lo tanto, no percibimos esa señal acústica. En este caso extremo no hay tratamiento. En casos intermedios, hay pérdida de capacidad de audición y el umbral del 0 db se eleva. La solución para estos casos es utilizar audífonos”, detalla Liut, quien a su vez es compositor y director del grupo Buenos Aires Sonora, que hace intervenciones sonoras en espacios públicos (www.buenosairessonora.blogspot.com )Según aclara Liut: “El problema de la sobreexposición es que sus consecuencias tardan en aparecer. Un alerta son los «tinnitu», ese sonido de campanitas que nos dura un par de días luego de haber estado expuestos a situaciones de mucho nivel sonoro”. Entonces, ¿qué hacer? “Distribuir en el tiempo esta exposición. Evitar el uso continuado de auriculares in ear (dentro de la oreja) y ponerse lejos de los parlantes, cada vez que duplicas la distancia de un parlante, bajas unos 6 db”, recomienda el especialista.Liut hizo especial énfasis en lo perjudicial de los auriculares in ear: “La forma de nuestro oído y sobre todo el conducto auditivo externo funcionan como filtros que protegen al sonido de la alta presión sonora de, por ejemplo sonidos graves. Cuando se pone un auricular dentro del conducto auditivo es como poner un pistón directamente sobre el tímpano y se pierde la protección. Son preferibles los auriculares, más grandes, que tapan a la oreja, pero por fuera”.Ya que este tipo de daños son graduales y la población no se da cuenta de sus efectos en el momento, al igual que sucede con la infraestructura que lleva a esperar casos como Cromagñon o Beara para tomar medidas, lo que queda por el momento es tomar decisiones individuales: alejarse de los parlantes, bajar el volumen de los ipods e intentar, en lo posible, no usar auriculares in ear.AutorDaniela Raschcovsky