Hago esta misma pregunta muchas veces y a cuantas personas puedo, con declaradas intenciones de llamar la atención para el tema, y encontrar hermanos de ideales con quien compartir sentimientos y mover acciones en este sentido.
Pese a la diversidad de respuestas que recibo, se engaña el que presume que ‘la gente no está preparada para experimentar la autonomía’. Los que repiten este principio evidencian, más que nada, la pereza mental con que son entrenados por los medios masivos.. Bien al contrario, la autonomía es un tema bien presente en la vida de muchos, y quizá nunca hemos tenido tantas facilidades para la realización de proyectos de naturaleza libertadora, como en nuestros tiempos.
El día 29 de junio, Gerardo Lissardy ha anunciado por la BBC el logro de los moradores de Barra Mansa, municipio del interior de Rio de Janeiro, en Brasil, quienes han construido, con las propias manos, un puente que une los barrios de Nova Esperança y São Luiz, pasando por encima ‘enormes problemas de dinero, ineficiencia y quizá hasta de corrupción’. Por iniciativa de las señoras Manoelina dos Santos y Juracy da Conceição, 72 y 65 años respectivamente, el vecindario recaudó la suma que necesitaban, para la realización de la obra que ahora les facilita el traslado entre sus moradas y el centro comercial ubicado al otro lado del riachuelo. El costo total fue 54 veces menor que el calculado por la alcaldía, quedando todo listo en apenas un mes. ¿Qué tan especiales serán las dos viejitas? ¿Qué artes mágicas han garantizado sus logros?
Si hay ‘una teoría revolucionaria, un sujeto revolucionario y una situación revolucionaria’, tendremos una transformación revolucionaria de la sociedad, es lo que nos dice Ivo Tonet, en su texto Sobre el Socialismo. Pero no se trata de esto. No se trata de erigir un poder que responda por nuestras obligaciones. Nuestros sueños son de nuestra responsabilidad. La representatividad, tal como conocemos, exige un precio muy alto para la poca eficiencia que nos entrega. Adaptemos mejor el cuento: si hay necesidades comunes, si hay personas con voluntad, y una organización mínima comunitaria, podemos operar con autonomía. De estos elementos necesitamos. Necesitamos compromiso y creatividad.
Los que prefieren la inmovilidad de la indignación al movimiento de la acción insistirán: se puede muy poco. ¿Será? ¿Que se gasten US$1.500 para realizar una obra que, según las autoridades locales, costaría US$81.000 es poco? ¿Qué decir del movimiento Ocupe Estelita, en la ciudad de Recife, que se antepuso contra la unión de las gigantes inmobiliarias de ahí, y obtuvo la anulación del remate fraudulento entre aquellas empresas y la alcaldía, en el valor aproximado de US$450 millones? ¿Más? Echen un vistazo a las sendas abiertas por los del Fora do Eixo, sus jóvenes independientes, conectados en una red, que desarrollan festivales culturales en todo Brasil, sin demandar un centavo de dinero público o empresarial, ‘sistematizaron el trueque e inventaron una economía solidaria que tenía su propia moneda’. ¡Organización, mijitos! Motivación y conocimiento puestos al servicio de una obra, como respuestas a la altura de nuestras necesidades e ideales.
Pero ¡ojo! No es posible construir puentes, defendernos de la explotación comercial y financiera, organizar festivales u operar creativamente, si desconocemos nuestros talentos, nuestras capacidades y aptitudes. Queda claro por qué los sistemas de educación, aun en los países ricos, promueven el automatismo, no la autonomía. En las palabras del profesor y legislador brasileño Darcy Ribeiro, ‘la crisis de la Educación en Brasil (y aquí lo podemos expandir a toda Latinoamérica) no es una crisis, sino un proyecto’. Nadie, ningún gobierno nos quiere autosuficientes. ¿Quién pagará por las regalías del alto clero? ¿Cómo podrán imputar el control estatal sobre personas libres, que operan por su cuenta y definen sus propios rumbos?
Caso emblemático, el surgimiento del sistema Uber, heraldo de lo que se ha bautizado de tecnología disruptiva, para evitar la carga histórica de la palabra revolucionaria. Detentores de una empresa que funciona sin las tradicionales posibilidades de control por parte del Estado, los creadores y usuarios del sistema pueden reaccionar rápidamente, puesto que las tasas e impuestos gubernamentales son abusivos. De esta ventaja no gozan los taxistas. El tipo de contrato celebrado con ellos tiene otra naturaleza. ¿Imaginan lo que le pasará a Uber si el gobierno del estado de São Paulo, por ejemplo, le impone carga tributaria que equipare sus precios a los cobrados por taxistas? Hay tecnología suficiente para burlar los abusos, y usuarios listos a cambiar de aplicativo, en busca de valores más bajos. Todo abuso de poder, en este caso, traerá efectos contrarios al objetivo del propio estado. El conocimiento aplicado siempre será fuente de poder. Los taxistas no detienen el poder sobre su negocio. Dependen directamente del poder público para sacar su licencia y la adquisición de su vehículo.
Estamos asistiendo al fuerte avance de la ultraderecha en el mundo, y todo el retroceso que esto representa radica, justamente, en la eliminación de los ejercicios de autonomía. Esto explica, entre otras cosas, las maniobras de grandes empresas de la comunicación que quieren limitar el consumo de datos de internet para aumentar la explotación del mercado; los bloqueos ensayados por políticos para la censura a la prensa; sin hablar de la persecución a periodistas, por el sencillo cumplimiento de su labor. ¿Con qué juicios o disculpas continuaremos para esquivar nuestras responsabilidades? ¿Qué acciones podemos empezar, ahora mismo, en defensa de nuestra soberanía personal? ¿Seguiremos como espectadores de las demandas de los profesionales del cinismo?
No es nada fácil hacer valer nuestra individualidad, aun menos cuando la ponemos al servicio de objetivos comunes. Pero, honestamente, tampoco hay nada más gratificante. Sumemos nuestras fuerzas y talentos
#porLatinoAmérica*, mis amigas y amigos. Más allá de las diferencias, necesitamos ensayar respuestas que armonicen individuo y comunidad, antes que sea demasiado tarde.
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