«No olvidaré, para que haya servido de algo tanto desvelo
Para que no se pierda el poema bajo el sombrero.»
Pedro Pastor
La crónica y la investigación que van a leer es un reto. No es ficción. Nuestro autor no hace historia, sino que usando la historia como fondo, trata de recuperar la memoria histórica al recrear la vida de personas haciendo un paralelismo que bien podría reflejar a los argentinos de ayer y de hoy. Pero la recuperación de la memoria histórica no sólo se trata en la literatura, es todo un fenómeno social en todas las artes a nivel socio-político que se podría considerar como una revolución. El cine, la música, la fotografía, la prensa, y la política están en constante diálogo .
Guillermo Torremare, gracias a su investigación, nos ayuda a recuperar los silencios de la historia. El silencio es una forma de expresión y esta investigación le pone voz y nos hace reflexionar que en diciembre se cumplieron 102 años de una matanza a trabajadores del campo, muchos españoles y turcos que llegaron al país en busca de un futuro pero los encontró el olvido. Así como el faro da luz en medio de la noche a las naves que llegan a la costa e iluminan el camino, así mismo Torremare le devuelve con esta investigación la dignidad y por qué no, los re vive. Por eso creo fervientemente que hacer memoria es hacer vida, sí, para recuperar la memoria histórica, se da la vuelta a la gloriosa historia oficial, en la que los medios de comunicación de la época en complicidad con jueces y policías quisieron ocultar el crimen de cientos de trabajadores rurales.
Argentina tiene heridas que no se han cerrado aún cómo lo que ocurrió en Cascallares consecuencia de una enfermedad que surge cuando el luto no ha tenido lugar y a la que Sigmund Freud llama melancolía.
Somos una generación que no ha vivido esto directamente pero que la sufre como una especie de “crisis de la memoria”.
«Escribir es tomar posición del mundo», decía Almudena Grandes por eso Torremare y su investigación nos hacían faltan. Con hechos nos critica públicamente la falta de memoria, la necesidad de recuperarla y de combatir la amnesia histórica en la Argentina contemporánea como uno de los males crónicos de nuestros días. Y contarlo a las nuevas generaciones es importante para la democracia, poder contar que hace mas de 100 años estos hombres perdieron la vida por pedir cosas que les y nos correspondían.
Contarlo para devolverles sus vidas, y para que esos obreros volvieran de alguna forma a ganar el reclamo de aquella tarde. Si esto pasa cuando termines de leer la investigación estamos ante un acto sin precedentes y esto sí es estar a la vanguardia.
Para escuchar antes o después https://www.youtube.com/watch?v=W4bpryq94ok
La matanza de Cascallares
Escribe: Guillermo F. Torremare
A Leonardo B. Halkett, in memoriam
Hace unos años Raúl Alvarado me comentó que a principios del siglo XX, en Cascallares, se produjo una matanza de obreros rurales. “El que conoce la historia es Osvaldo Furlani” agregó.
Ganado por la curiosidad visité al dueño del dato y escuché su relato. Solidarizándose con mi entusiasmo, al poco tiempo me mandó un escrito contando pormenorizadamente lo que conocía -por haberlo oído de hombres mas viejos que él-, y también me alcanzó cuatro notas correlativas, publicadas en los primeros meses de 1980 por La Voz del Pueblo, tituladas La huelga de los braceros y escritas por el periodista Roberto Petrini.
Veinte años después el mismo diario, con idéntico título, publicó una crónica de aquellos hechos elaborada por la profesora de historia Cristina García.
Lo contado en las publicaciones, si bien muy valioso, me pareció poco para lo que aparentaba haber sucedido. Supuse que debían existir otras fuentes y me puse a rastrearlas. Acudí a La Nación en la Biblioteca del Congreso Nacional y a La Vanguardia en la Universidad Popular Alejandro Korn de La Plata. Hurgué varias y discontinuas publicaciones anarquistas en la vieja casona de la Federación Libertaria Argentina de la calle Brasil en el barrio porteño de Constitución y en el mas moderno Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda en Argentina. Revisé, por supuesto, nuestro La Voz del Pueblo. Por último busqué los estudios y monografías hechos en análisis de los conflictos sociales en el campo argentino por aquella época.
Con mi inquieto amigo Daniel Gago nos propusimos analizar lo sucedido en el lejano 1919 para elaborar una suerte de cosmovisión del conflicto y en esa tarea intercambiamos ideas e impresiones, entrevistamos –con poco resultado por cierto- a algunos contemporáneos del hecho y hasta visitamos la Biblioteca Luz y Cultura de Cascallares para ver sí allí había algo que nos pudiera ayudara. Tenemos pendiente el ambicioso trabajo final y quizá este relato le sirva de base.
Una amiga que viste uniforme azul me permitió revisar en la comisaría local los libros de Ordenes del Día de la policía provincial correspondientes a los años 1919 y 1920, volúmenes que milagrosamente se salvaron de la quema en esa institución tan refractaria a la memoria. Marisa Martín, directora del Museo Mulazzi, me acercó dos expedientes que allí guarda el Departamento Histórico Judicial de la Suprema Corte bonaerense y descubrí un increíble –y nunca terminado- proceso.
Lo que sigue es la aproximación a un hecho histórico que hubiera merecido ser tratado antes -cuando había mas elementos, cuando sus protagonistas estaban vivos-, mejor y por parte de aquellos que saben y se especializan en el estudio de estas cosas.
Esta historia, singularmente cruel, ocurrida entre nosotros a finales de 1919, se repitió a lo largo de todo el siglo XX. Bajo otras formas hoy continúa.
I.- Los braceros
Hacia las primeras décadas del siglo XX los campos de la zona de Tres Arroyos contaban con gran cantidad de población estable. Según el censo de 1914, un tercio de los habitantes del partido, alrededor de once mil personas, vivía allí. Así era necesario para desarrollar las tareas propias de la explotación agropecuaria que se llevaban a cabo durante todo el año.
Tal actividad era, mayoritariamente, realizada por arrendatarios, siempre mas o menos pobres, que alquilaban la tierra por períodos de entre dos y cinco años.
Aunque eran muchos, los trabajadores rurales permanentes resultaban insuficientes para afrontar solos la cosecha. Por ello su número se multiplicaba a partir de la segunda y tercera semana de diciembre.
Se estima que la pampa húmeda recibía anualmente mas de medio millón de trabajadores golondrinas, algunos provenientes de distintos puntos del país, otros del sur de Europa y en esta zona, muchos, de Siria.
Durante los primeros días del último mes del año se colmaban de foráneos los hoteluchos y las pensiones ubicados en cercanías de la estación ferroviaria. Allí esperaban ser contactados para el trabajo. Por aquellas épocas nunca fueron menos de 2.500.
Luego de comenzada la tarea llevaba algún tiempo el establecimiento de buenas relaciones entre los nativos y los extranjeros. Aquellos, con frecuencia, se burlaban de las costumbres y el habla de los turcos, al tiempo que admiraban su guapeza para el trabajo de estiba y reían ante la torpeza con que lo realizaban. Era frecuente que durante los primeros días de trabajo común no se dirigieran la palabra y que a la finalización de la jornada cada grupo hiciera rancho aparte. Los sirio libaneses no estaban exentos de desconfianza hacia los criollos. Temían que estos les robaran o los hicieran echar. Cuando esos miedos desaparecían solían confraternizar –esforzándose cada bando para entender y comunicarse con el otro-, hasta la finalización de la cosecha.
En épocas de agitación laboral los turcos eran especialmente buscados por los patrones para prevenir las huelgas y romperlas si alguna se concretaba. Lograban ello aprovechándose de sus dificultades para comunicarse fluidamente con sus pares criollos, impidiéndoles acercarse a las ranchadas de estos y confundiéndolos acerca del valor real del dinero para que no se hagan eco de las demandas laborales.
Pero los extranjeros, cuando no eran engañados, respetaban las decisiones gremiales de sus compañeros, entendían que no tenían intereses encontrados con los nativos y peleaban a la par de ellos por las mismas reivindicaciones. Muchos de los que no volvieron a su país se convirtieron en auténticos líderes gremiales.
2.- El clima social
El año 1919 comenzó con una de las peores represiones del movimiento obrero que recuerde la historia argentina, la llamada Semana Trágica. Limitado inicialmente a un conflicto laboral en la metalúrgica Vasena y luego convertido –por solidaridad del resto de los trabajadores- en huelga general, afectó a toda la ciudad de Buenos Aires, paralizándola por varios días. Alrededor de 700 obreros muertos y mas de 4.000 heridos fue su saldo.
Las motivaciones de aquel hecho eran producto del estado de pobreza extrema en que vivía la clase trabajadora. Los planteos por tal situación, a menor escala, se repetían en todo el país. Los trabajadores rurales no eran ajenos a la agitación gremial que se vivía. Las tres organizaciones obreras existentes en la época estaban presentes en la zona. El predominio era de la corriente sindicalista, agrupada en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) del IX Congreso, pero también actuaban los socialistas y los anarquistas nucleados en la FORA del V Congreso. Las tres vertientes, si bien no compartían las mismas estrategias de lucha, venían realizando en forma conjunta campañas contra la carestía de la vida, ya que el período que va desde 1914 a 1918 fue especialmente difícil para los obreros en razón de la crisis agrícola imperante con la consiguiente desocupación y caída de los salarios.
Las condiciones en que se desarrollaba el trabajo rural eran pésimas. El órgano de prensa socialista La Vanguardia, por entonces dirigido por Nicolás Repetto, publicó un pormenorizado informe de la situación de los obreros del campo. Decía “En las estancias, en general, los obreros son alimentados malísimamente y duermen en galpones entre cueros vacunos, fardos de lana, bolsas de trigo, etc. o bien afuera, bajo los árboles, como las aves y las bestias de la creación” … “en las chacras pasa algo peor: en muchas los obreros duermen a campo raso, después de haber realizado una jornada de trabajo brutal y con una alimentación, en la mayoría de los casos, deficientísima” … “en las máquinas trilladoras el sistema de trabajo es espantoso: empieza a las 4 de la mañana, terminando a las 8 de la noche, alimentados con una bazofia detestable. Cenan a oscuras y duermen vestidos, sudorosos…”
A fines de 1918 comenzó a revertirse la depresión del sector, sin que ello tuviera como correlato la mejora de las condiciones de trabajo o la recuperación de salarios de los peones. Esta situación, sumada a la tesonera militancia de aquellas organizaciones gremiales y el predicamento que mantenían sobre los trabajadores movilizaron el ya agitado clima social. La petición de aumento del jornal era común a todos los trabajadores y a todas las tendencias obreras. Eduardo Sartelli, historiando los conflictos obrero-rurales de la época y refiriéndose específicamente a la situación que se vivía en diciembre de 1919, afirma “En verdad, el sur bonaerense, ya cercana la cosecha, era un hervidero gremial.”
3.- El panfleto
Fueron los anarquistas quienes propusieron decir no al trabajo en aquellas condiciones. Convocaron a la huelga hasta tanto el jornal no sea llevado a 15 pesos diarios, cantidad que triplicaba a la que hasta el momento se venía pagando. Los patrones y el gobierno no demoraron en rechazar de plano el reclamo y proclamar que el movimiento estaba siendo gestado por “agitadores profesionales” venidos especialmente para la cuestión.
Durante la mañana del sábado 13 de diciembre apareció esparcido en las calles céntricas de la ciudad un panfleto, atribuido a los huelguistas, exigiendo la mejora salarial y la libertad de los presos detenidos en distintos puntos del país por atentar contra el orden social –en la época estaban en vigencia las tenebrosas leyes de Residencia y de Defensa Social-, y dando cuenta de una alarmante amenaza. El comunicado expresaba “Artículo 1: que la recolección de la cosecha deberá ser destruida por el fuego y en forma total. Artículo 2: que para dar cumplimiento a esta voluntad revolucionaria, la agrupación firmante ha desparramado emisarios por toda la zona agrícola, los cuales vencido el plazo que se fijará oportunamente, procederán sin contemplaciones. Artículo 3: que la obra de nuestros emisarios es entusiastamente secundada por los obreros rurales, quienes incendiarán corrales de parvas y trilladoras. Artículo 4: que el cereal que escape de la destrucción sobre el mismo campo será quemado en los vagones, en los tinglados de los ferrocarriles o en los mismos depósitos de los puertos de embarque.”
Si bien la prensa local nada dijo, ese folleto no fue original de esta región. También se distribuyó en las ciudades de Rosario y Buenos Aires y en varias zonas rurales de la provincia de La Pampa.
La Vanguardia se ocupó del panfleto en su editorial del 16 de diciembre. Tituló “El pretendido plan terrorista – Una mistificación infame – El gobierno la deja cundir” para luego señalar que su autoría no correspondía a sectores obreros. Allí, entre otros pasaje, se lee: “Tan absurdo es el ya sonado plan terrorista, que probablemente nadie se habría ocupado de él si los mismos hombres del gobierno no hicieran creer en su existencia” … “La lucha social sería lo mas fácil para los trabajadores si bastaran amenazas (nada costaría hacerlas cada día mas terribles) para ablandar a los que hoy están arriba.” … “Las supuestas amenazas terroristas, que son una fiel reproducción del pretendido ‘complot maximalista’ de enero, sería un buen tema festivo si no tuviéramos la triste y vergonzosa experiencia de la semana trágica, y si no tendieran a poner obstáculos a la marcha normal de las fuerzas populares, de la organización gremial obrera y de la democracia social. No puede cabernos duda de que la política criolla anda metida en esta inicua farsa.”
Por su parte, toda la prensa burguesa capitalina –que se hizo eco de la amenaza contenida en el manifiesto distribuido- puso en evidencia la alarma de los representantes de los cerealistas y pidió declaraciones oficiales sobre la cuestión. La Nación anunció “el ministro del interior ha manifestado que el poder ejecutivo adoptaría las medidas necesarias para contrarrestar cualquier tentativa de huelga subversiva, y relaciona los rumores terroristas con las demandas de aumento de salarios que parecen iniciar los peones del campo en la proximidad de la cosecha.”
Por esta zona también se hacía creer que la autoría de la proclama correspondía efectivamente a sus firmantes, los anarquistas jugados por la huelga, al tiempo que se propagaba un generalizado temor que decidió a entidades patronales y autoridades locales a pedir la intervención directa del Presidente de la Nación. Hipólito Yrigoyen los escuchó, dispuso que se extremen las medidas de seguridad y ordenó la movilización hacia Bahía Blanca de una guarnición del Ejército.
La Unión de Trabajadores Agrícolas, que agrupaba a estibadores y braceros, negó la confección y distribución del comunicado y la prensa anarquista culpó a la Liga Patriótica de su autoría, entendiendo -igual que los socialistas- que el propósito del panfleto no era otro que generar una situación de caos con entidad suficiente para justificar una suerte de represión preventiva.
4.- La huelga
Lo cierto es que mas allá del origen de las amenazas difundidas, la huelga había sido lanzada y alrededor de 2.500 trabajadores permanecían en la ciudad, alterando su habitual tranquilidad, a la espera de la resolución del conflicto planteado.
El lunes siguiente a la difusión de la proclama, Domingo Echegoyen, intendente municipal de extracción conservadora, pidió refuerzos policiales a La Plata con el fin de “hacer respetar el derecho al trabajo”. El gobernador radical Camilo Crotto, importante terrateniente, en forma inmediata gestionó que una partida de la gendarmería volante compuesta de 20 hombres se hiciera presente en Tres Arroyos. La orden se cumplió inmediatamente y el día 17 los uniformados llegaban a la ciudad.
Desde el 15 de diciembre los braceros plegados a la huelga se habían constituido en piquetes y dividido las tareas. Unos exhortaban a aquellos que aún aguardaban ser convocados al trabajo a no concurrir y otros recorrían los campos para entrevistarse con quienes ya estaban en tareas para pedirles que se adhirieran a la medida de fuerza. Al grito de “¡Viva la huelga!” saludaban a cada trabajador que se incorporaba al movimiento. Cada hora eran menos los braceros que quedaban trabajando, presumiéndose desde ese primer día que la acción sería un éxito.
Los sirio libaneses, si bien no eran convocantes, comprendieron el reclamo, permanecieron sin trabajar y en muchos casos integraron los piquetes. De nada valieron la visitas que recibieron de los emisarios de los empleadores afirmando que los argentinos eran haraganes y no querían trabajar.
La masiva adhesión al paro, la intransigencia patronal en torno a las reivindicaciones pedidas y la amenaza de incendio difundida en el panfleto distribuido el día 13 generaron una situación de tensión que no podría mantenerse por mucho tiempo.
Si bien no se había producido ningún hecho de violencia, los patrones temían que, de continuar la situación, no se levantara la cosecha o bien lo peor, que se llegara efectivamente al incendio.
Las fuerzas de seguridad, convenientemente reforzadas, recorrían permanentemente la ciudad vigilando de cerca los movimientos de los huelguistas.
5.- El primer incidente
Por la tarde del martes 16 una de las patrullas policiales advirtió -o montó la situación para hacerlo creer así-, que uno de los obreros integrantes de un piquete llevaba un revolver. Inmediatamente lo detuvo y condujo a la comisaría donde inició un sumario imputándole las faltas de desorden y portación de arma de fuego. El oficial a cargo de la instrucción enseguida fijó la sanción: pagar 30 pesos de multa o permanecer preso durante ocho días. Como era de esperar, el bracero no tenía dinero para afrontar la pena y quedó alojado en el calabozo.
Cecilio Moreno, que así se llamaba, oriundo de Balcarce, se convirtió en el primer detenido desde que se desató la huelga.
Sus compañeros no lo dejarían librado a su suerte. Al día siguiente, reunidos en la sede de la sociedad de resistencia –como se llamaba entonces a la entidad gremial- ubicada en la calle Dean Funes entre Chacabuco y 25 de Mayo, decidieron convocar a una asamblea para decidir cómo actuar frente a lo que consideraban un atropello policial. A las tres de la tarde se produjo la numerosa reunión que decidió enviar una delegación hasta la comisaría para pedir por la libertad del huelguista.
Muy poco tiempo demandó esa gestión. En la sede policial, al instante de arribar, se les indicó que Moreno continuaría detenido y que si intentaban modificar la situación por la fuerza serían violentamente reprimidos.
Los obreros reunidos en asamblea, al conocer la respuesta de los uniformados, decidieron -prácticamente sin debatirlo- dirigirse en manifestación hacia la comisaría para reiterar enfáticamente el pedido. A las cinco de la tarde alrededor de 500 huelguistas comenzaron la marcha por la calle Chacabuco. Antes de llegar a la segunda cuadra de la avenida Belgrano, donde se encontraba emplazada la comisaría, la columna –que ininterrumpidamente vivaba la huelga- se había engrosando con los muchos trabajadores que, aún sin tener relación con los braceros, solidariamente se sumaban a su paso.
El comisario Andrés Carcano, famoso por cometer los excesos que siempre han caracterizado a la institución en que revistaba, se encontraba desde la mañana en la vecina localidad de Micaela Cascallares. Allí había ido para tomar contacto con los alarmados patrones y asegurarles que junto a los hombres a su mando defendería la propiedad privada y no permitiría ningún desmán de parte de los que él llamaba “revoltosos”.
La policía local, que espiaba a los huelguistas, comunicó telefónicamente a Carcano lo que estaba sucediendo y dispuso -antes que aquellos iniciaran su marcha- una fuerte custodia de la comisaría. De esa vigilancia también participaban civiles, muchos de los cuales se parapetaron con armas largas en techos vecinos.
El comisario en Cascallares montó su Ford T y a toda la velocidad que el vehículo le permitía se dirigió a Tres Arroyos para comandar personalmente las acciones. Logró llegar apenas un instante antes que la columna obrera se acercara a la sede policial.
La manifestación, luego de recorrer íntegramente la calle Chacabuco, desemboco en la Avenida Rivadavia. Por ella se encaminó hacia la comisaría. Se detuvo cuando faltaban 100 metros para llegar. En la intersección de la Avenida Belgrano con las calles Sarmiento y Quintana esperaba Carcano, Remington en mano y con varios subordinados a su alrededor. Solo 50 metros separaba a los huelguistas del espectacular despliegue policial.
El comisario gritó pidiendo que sólo un hombre desarmado se adelantara para dialogar. Uno de los obreros que encabezaba la marcha lo hizo y expresó:
–Queremos la libertad del bracero Cecilio Moreno.
–Lo dejaré en libertad previo pago de 30 pesos de multa y una vez disuelta la manifestación –dijo el comisario.
El representante de los huelguistas insistió con el pedido y el jefe policial mantuvo su postura, pero agregando que debían abandonar el lugar o comenzaría la represión.
No había muchas alternativas. A los braceros sólo les quedaba asaltar la comisaría y a los policías comenzar a disparar. Estos últimos, quizá por formación, tuvieron reflejos mas rápidos. Carcano, con voz de mando, ordenó preparar armas y tanto los uniformados como los colaboradores civiles que estaban junto a ellos obedecieron de inmediato para luego comenzar a disparar al aire.
La manifestación, manteniéndose unida, desanduvo el camino regresando a la sede de la sociedad de resistencia.
Mientras tanto los vecinos Juan Pita, Antonio Garacoche y Luis Gondra se apersonaron en la comisaría y ofrecieron pagar la multa para liberar a Moreno. El comisario aceptó, imponiendo como condición que no lo condujeran al local gremial y que se limitaran a informar a los huelguistas de la liberación. Así ocurrió, siendo otro vecino, de apellido Ciancaglini, quien ofreció su automóvil para trasladar al liberado.
El incidente del primer detenido había concluido pero en toda la ciudad reinaba un clima de nerviosismo y expectación. Aquella noche ni los cines ni los bares abrieron sus puertas.
El comisario, si bien había salido airoso de la situación, presumía que hechos de esa naturaleza podrían repetirse. Mientras atendía a los distinguidos vecinos que habían ido a colaborar con él en la defensa del orden, ordenó telegrafiar a su jefatura en La Plata comunicando lo ocurrido y pidiendo urgentemente nuevos refuerzos, tanto para enfrentar posibles hechos de violencia como para garantizar el derecho al trabajo de quienes quisieran hacerlo. Para quedar como un verdadero valiente ante sus superiores contó, según relata el diario La Nación, que “había enfrentado a una columna de mas de 1.000 hombres.”
El jefe de policía provincial dio lectura al telegrama recibido e inmediatamente dispuso que desde Bahía Blanca se trasladara una partida de 50 hombres al mando de tres oficiales. El tren especialmente fletados para conducir a éstos arribó a Tres Arroyos a las tres de la madrugada. Una hora mas tarde, desde La Plata, partió otro con 40 efectivos de la guardia de seguridad –25 de caballería y 15 de infantería- al mando del capitán Quiroga y dos oficiales.
Sobre esos mismos sucesos, La Época, principal diario oficialista del país, informó que se había estado frente a una tentativa de asalto a la comisaría tresarroyense.
Según el pintoresco relato de su corresponsal lugareño “Los obreros iban en formación cerrada dirigidos por dos jefes a caballo, uno turco y otro español, ambos con gorra colorada y franja del mismo color que les atravesaba todo el pecho. El comisario de policía tenía todo su personal acuartelado y dispuesto a repeler la agresión. Un grupo de vecinos animosos se interpusieron cien metros antes de que la columna llegara al local de la comisaría y con palabras amistosas y argumentos del momento, pudieron evitar que la columna siguiera avanzando. Los manifestantes pedían la libertad del detenido y amenazaban con rescatarlo a viva fuerza. Durante una hora continuó esa situación, hasta que algunos vecinos, a fin de evitar consecuencias graves, pidieron la libertad del detenido, previo cobro de la multa que se le imponía por la infracción cometida. La libertad inmediata del detenido originó una inmensa alegría en los revoltosos, quienes al regresar para su local en columna cerrada y con sus jefes a la cabeza, la exteriorizaron en forma bien evidente descerrajando infinidad de tiros, lo que originó el consiguiente pánico en la población. La policía con su personal reducido, e impotente para contener esos desmanes, y entendiéndolo así, muchos vecinos concurrieron con armas de precisión a ponerse a disposición de la policía. Grupos de jóvenes armados recorren las calles de la ciudad relevando en sus funciones a los agentes de policía que permanecen acuartelados.”
El 18 en la redacción de La Vanguardia leyeron lo publicado por el vocero yrigoyenista y notaron una contradicción entre la versión de este y lo que les había telegrafiado Leonardo B. Halkett, periodista socialista que oficiaba como corresponsal en Tres Arroyos. Enviaron a uno de sus colaboradores a la Jefatura de Policía con sede en La Plata pidiendo información sobre lo sucedido y recibieron como respuesta “Carecen de fundamento las noticias de los diarios de ayer sobre el asalto a la comisaría de Tres Arroyos por los obreros que en esa se encuentran en huelga. Que lo único que hay de real es que habían sido detenidos algunos obreros por contravenciones cometidas, y que cuando concurriera un grupo de compañeros al local de la comisaría, los detenidos ya habían recuperado la libertad por haber oblado la multa respectiva. También se dispuso el traslado a esa localidad de 50 agentes para guardar el orden y hacer efectiva la ‘libertad de trabajo’, en virtud de que hay muchos ‘agitadores’.”
De la lectura de las diferentes informaciones sobre lo acontecido pareciera que desde La Época, diario alineado con el presidente Yrigoyen, se mostrara cierta incapacidad –hablan de la impotencia policial- para resolver la cuestión, al tiempo que los funcionarios del gobernador Crotto entienden que todo está en orden y que han tomado los recaudos para prevenir los problemas. Quizá la clave de lo distinto de las expresiones deba buscarse en el enfrentamiento que por otras cuestiones ambos mandatarios radicales mantenían en ese momento.
6.- En Cascallares
La aledaña localidad de Micaela Cascallares, si bien pequeña, por aquellos tiempos tenía importante vida propia. Contaba con una subcomisaría, varios hoteles y bares y hasta alguna casa de tolerancia. Era uno de los principales centros agrícolas de la zona. Allí también se habían instalado los piquetes de huelga.
El miércoles 17, antes de salir de apuro para Tres Arroyos, Carcano dejó el destacamento policial al mando del subcomisario Dhers. Ese día, por la noche, este decidió hacer una razzia para amedrentar a los huelguistas. Personalmente detuvo a varios de ellos, todos sirio libaneses, aduciendo que estaban en un prostibulo, armados y exhortando a la violencia.
Por la mañana del día siguiente sus compañeros, anoticiados de la detención, convocaron a un mitin para las cuatro de la tarde en el local donde habían instalado la sede gremial. Mas de 300 braceros concurrieron a la reunión y varios de ellos hicieron uso de la palabra analizando qué conducta asumir en la emergencia. A excepción de Dhers y cuatro agentes, todas las fuerzas policiales del pueblo, a caballo y armadas, custodiaban de cerca la asamblea obrera. Al igual que el día anterior en Tres Arroyos, resolvieron que una delegación concurriera hasta el destacamento policial y solicitara la libertad de los detenidos. La suerte de éstos fue la misma que habían tenido sus pares en la cabecera del partido. El subcomisario se había mostrado intransigente y amenazado con reprimir.
Dos versiones distintas circularon sobre lo que ocurrió después.
7.- La historia oficial
Según la policía, el juez de la causa y la prensa burguesa, los huelguistas, ante la firme posición de la autoridad policial, decidieron dirigirse hacia la subcomisaría con el propósito asaltarla y liberar a los compañeros presos. Desoyendo las advertencias policiales se encaminaron hacia aquella con total determinación. Cuando faltaban 50 metros para llegar se produjo el choque con las fuerzas del orden. Los gendarmes, que eran un número muy inferior a los huelguistas, estaban armados con fusiles Remington y éstos con revólveres y escopetas. No dicen quien disparó la bala que inició el tiroteo, pero si que éste habría durado 10 minutos y que el saldo fue de tres peones muertos y varios heridos, no reportándose lastimado alguno entre los servidores públicos.
Al cabo de la refriega los manifestantes que lideraban la lucha, venidos de afuera, se habrían escapado, al tiempo que los braceros expresaban ser víctimas de los engaños de aquellos.
Muchos fueron detenidos aunque no hay coincidencias sobre su número. Mientras la prensa lugareña informó que serían entre 200 y 250, el diario La Nación consignó sólo 150. Todos los medios acordaron en que habían sido encerrados en vagones de carga ubicados en la estación ferroviaria y en que muchos presos presentaban heridas graves.
El 19, muy temprano, el juez del crimen del Departamento Judicial Costa Sud, doctor Ernesto Núñez Monasterio, acompañado por su secretario, Joaquín Cisneros, por el jefe de investigaciones, comisario Nemesio Llanos y por 50 efectivos policiales llegó a Cascallares. Luego de entrevistarse con las autoridades locales y de asegurar que su actuación sería ejemplificadora, dispuso que todos los detenidos fueran trasladados al asiento de su juzgado en Bahía Blanca.
El día siguiente La Nación publicó la opinión del juez sobre los sucesos. El corresponsal bahiense del diario contó “El magistrado, difiriendo amablemente a mi pedido me transmitió sus impresiones, no ocultándome que tiene la convicción de que nos encontramos en presencia de una amenaza gravísima para la tranquilidad pública y para la seguridad del trabajo y la producción en esta zona. Miles de individuos, empezó mi interlocutor, se aglomeran en las estaciones de tránsito en franca actitud de revuelta y en mas de una localidad hay comerciantes obligados por la presencia de la turba a proporcionarles cuanto pide ante el peligro de un asalto a sus negocios. Los peones braceros capitaneados por conocidos agitadores provenientes de Balcarce, Zárate y Berisso, han sentado sus reales en la campaña sur de la provincia, extreman las exigencias a los chacareros habiendo llegado a solicitar en forma de ultimátum no solo jornales de 14 pesos diarios, sino hasta un menú especial de comidas en el que no falta un medio litro de vino para cada peón. La falta de respeto a la autoridad ha cundido entre todos ellos y ese hecho se ve agravado por la escasez de fuerzas para contener tanto desborde, a punto tal que hay poblaciones enteramente desguarnecidas.” … “Se trata de un movimiento francamente subversivo.” … “Me ha sido satisfactorio comprobar que sólo dos ciudadanos argentinos han prestado su concurso a los revoltosos, siendo éstos, en su mayoría, españoles y turcos, siguiéndole en número los rusos. Entre los que se fugaron en la refriega de Cascallares presumo que debe haber heridos y que han de encontrarse muchas armas entre los trigales en que se internaron.” … “En presencia de las declaraciones del juez del crimen y de las funestas consecuencias que puede acarrear un descuido en la inmediata represión de éstos desmanes, debe presumirse que el gobierno nacional prestará su ayuda inmediata, proporcionando fuerzas del ejército y de la armada, que en épocas análogas prestaron tan importantes servicios, recordándose siempre elogiosamente la actuación de la marina en esta ciudad, durante las pasadas huelgas. A los detenidos en la cárcel se les ha secuestrado numerosos panfletos incendiarios, incitando al asalto y las depredaciones.”
Desde Tres Arroyos, a última hora de aquel 19 de diciembre de 1919, el juez remitió un telegrama al Jefe de Policía provincial señalando “Someto a la consideración de V.S. y del personal a sus órdenes, al comisario de este partido don Andrés Carcano, empleados y tropa que con él colaboraron en la tarea de evitar con la mayor diligencia y plausible cordura la producción de hechos graves que intentaron promover cantidad de huelguistas exaltados.” Al día siguiente el Comisario de Ordenes Vieyra Latorre agradeció la comunicación a Núñez Monasterio y ordenó que el elogioso texto vaya a parar al legajo personal de Carcano.
Mientras tanto la Municipalidad disponía una partida adicional de dos mil pesos para distribuir entre las fuerzas de seguridad que habían trabajado “en la defensa del orden y la tranquilidad”.
8.- La otra historia
Una versión diferente tiene el militante obrero Osvaldo Furlani, dirigente del Sindicato de Peones Rurales de Adolfo Gonzáles Chaves, quien personalmente recibió el testimonio de dos participantes en los hechos que no se conocían entre sí.
Uno de ellos, de apellido Velásquez, le contó que -junto a su hermano, apodado El Zurdo– participó del mitin en Cascallares. Y que el objeto de éste –la libertad de los huelguistas- rápidamente derivó hacia el reclamo por el cual se mantenía la medida de fuerza. Recordó que al poco tiempo de empezar la asamblea aparecieron varios patrones chacareros que eran arrendatarios y que lo impresionó lo bien que habló uno de ellos, de origen vasco, parado sobre un cuarré. Para sorpresa de todos, dirigiéndose a los otros patrones presentes, dijo que tenían que dar el aumento y estar junto a los trabajadores porque sus verdaderos enemigos eran los cerealistas y los dueños de los campos.
Según Velásquez, esa posición fue compartida por los otros chacareros y al cabo de un rato todos estuvieron de acuerdo y el aumento estaba conseguido. En ese momento fue cuando –al decir del testigo- “atacaron los ‘cosacos’ y se armó un entrevero en el callejón, habían llegado de callado y estaban escondidos a caballo detrás de un corte de vagones. Caían muertos y heridos por todas partes. Entre la polvareda de la calle pasó disparando una yegua tordilla ensillada con montura de milico, la monté de un salto y fui a dar a Copetonas, donde la largué porque no me gusta montar yegua y menos con montura.”
Al cabo de 2 años Velásquez se encontró con su hermano en un arreo de Juárez a Azul. Ambos se habían dado por muertos mutuamente. El Zurdo le contó que para salvarse se había metido, junto a otros peones, en una fonda y que cuando llegó la policía un patrón dio la cara por ellos, pero los milicos igual se los llevaron a sablazos y rebencazos. Los encerraron en vagones de carga y luego los llevaron a Bahía Blanca, desde donde los largaron a los pocos días.
El otro relato corresponde a Baluf Iza, apodado El Turco Julio, dueño de un despacho de bebidas junto a la balanza de pesar cereales en Chaves, donde solían concurrir a tomar la copa los estibadores que trabajaban en la Cooperativa La Defensa.
Furlani recuerda que en una oportunidad, estando en aquel bar y siendo él delegado sindical, se armó una discusión entre varios compañeros acerca de un reclamo laboral. Algunos de ellos eran reacios a acompañar la decisión del sindicato y el viejo árabe –que habitualmente no participaba de esas charlas- terció a favor de su tesis y contó parte de su historia. Dijo que luego de haber trabajado con camellos de carga en la construcción de un ferrocarril en Siria, se fue a Marsella y allí se embarcó, como golondrina y junto a otros paisanos, en la bodega de un barco francés. Sus contratistas eran otros árabes, casi siempre parientes, que habían hecho viajes anteriores y hablaban algo de castellano. Estos arreglaban las condiciones de trabajo.
El primer destino de Iza y sus compañeros de viaje fue Cascallares, donde los mantenían aislados de todos los otros obreros del lugar. No lo sabían pero tenían el rol de rompehuelgas. A través de un paisano que estaba establecido y que ya hablaba el idioma local, a escondidas tomaron contacto con los representantes de los trabajadores y supieron del reclamo. Les pareció justo lo que se pedía y comprendieron que no tenían contradicciones con los otros peones. Provocando la indignación de los contratistas se sumaron a la huelga. Al igual que Velásquez, recordaba el tiroteo y la fiereza de la policía, puntualmente que un comisario dejó tuerto de un latigazo a un cabecillas de los árabes. Logró escaparse y si bien no supo cuántos habían muerto, siempre creyó que fueron muchos. Nunca mas volvió a Cascallares. Se instaló en Balcarce y Mar del Plata para trabajar en la cosecha de papa, que en esa época se hacía a canasta. Como era bastante ahorrativo, después de muchas temporadas juntó unos pesos y puso el comercio en Chaves.
9.- Lo que contó El Debate
También quedó testimonio escrito de esta última versión.
Fue dado por el diario El Debate, cuyo primer número data del 1º de enero de 1920. La publicación era dirigida por Leonardo B. Halkett, un joven socialista de 28 años, que hasta ese momento se había desempeñado como corresponsal de La Vanguardia. Francisco Irurozqui Garro, de 39, hacía de jefe de redacción.
El nuevo matutino, en aquella primera edición se hizo eco de denuncias contra la policía originadas en su actuación durante la represión del movimiento huelguista. Luego de relatar el incidente de la pérdida del ojo de parte de un turco por un latigazo policial, indicó que se sucedieron “atropellos de todo calibre, ocultación de muertos y heridos y muchos otros hechos mas que criticables, punibles y que revelan el desconocimiento mas craso de lo que significa la palabra Humanitarismo.”
El día siguiente volvió sobre el tema informando que “mientras eran conducidos a Bahía Blanca los 200 braceros detenidos en Cascallares, después de sufrir el suplicio impuesto por el juez Monasterio, fallecieron en el tren de 25 a 30 sujetos. En pleno campo, según versiones fidedignas, cayeron también, faltos de toda asistencia médica, muchos obreros que al sentirse heridos, huyeron del sitio del desastre, espantados por la carnicería.”
El día 17 de enero El Debate cuenta el casual encuentro de su cronista con uno de los detenidos en Cascallares:
“-¿Qué le ocurre amigo?
-Nada señor, ando buscando cómo conseguir la lingera que quedó en el galpón de Cascallares (responde a media lengua porque es austriaco).
-¿Y qué hacía usted en Cascallares?
-Yo venía del Mar del Plata y me quedé en Cascallares a buscar trabajo. Paraba en la fonda de Alvarez, pero no podía conseguir nada porque la gente andaba muy revuelta.
-¿Usted estaba en Cascallares cuando ocurrió la matanza de los braceros?
-Si, yo salí a la calle y caminé hacia donde pasaba la matanza. Cuando salió la policía y rodeó a los braceros, los que no estábamos mezclados en nada volvimos a la fonda.
-Y cuando la policía inició las detenciones en masa, ¿dónde estaba usted?
-En el galpón señor, luego vino la policía y nos arreó a todos. Cuando llegamos nos entraron a empujones y nos ordenaron ponernos de rodillas y levantar los brazos. Decían que era orden del juez. A los que no levantaban los brazos o no querían hincarse, los amontonaron en un rincón y les hicieron una descarga dejándolos medios muertos o muertos del todo.
-¿Después qué pasó?
-Así nos tuvieron hasta que ordenaron llevarnos a la estación y nos metieron en el tren para Bahía Blanca. En el sitio que yo ocupaba en el vagón iban quince trabajadores mas. De ellos nueve estaban contusos, con ellos se ensañó la policía. Después dos soldados nos exigieron todo; yo les entregué $ 112 y la pipa de fumar. El dinero se lo guardó un soldado y el otro rompió la pipa contra el suelo insultándome.
-¿Cuántos días estuvieron presos en Bahía Blanca?
-Veinticinco días. Nos largaron a las 8 de la noche del día 13. Primero nos insultaron y nos retaron, después nos dijeron que estábamos en libertad.
-¿Y los demás compañeros?
-Mas de 80 hombres vienen descalzos y a pie de Bahía Blanca, porque no tienen con qué pagar el tren. A mi me lo pagó un paisano austriaco. Ahora vengo de hablar con un compañero que llegó de Cascallares, y dice que muchos fueron a la fonda de Alvarez a buscar la lingera y en la fonda le dijeron que había llegado la policía y había sacado todas las lingeras y las había quemado.
-¿Qué traía en la lingera?
-Tenía una libreta del Banco de la Nación Argentina en Mar del Plata, con $ 450 de depósito. Tenía también la cédula de identidad de Buenos Aires y el pasaporte del cónsul. Ahora pienso trabajar en algo para poder ir a Mar del Plata a ver si recupero el dinero. También en la lingera había bastante ropa.”
El día 19 de enero, el mismo periódico, con el título “El salvajismo en acción”, recoge el relato del bracero español Belarmino Suárez. En uno de sus pasajes dice “El trabajador se aproximó al cónsul de España en Bahía Blanca, el que le trató deferentemente, y fue en persona a ver al juez Dr. Núñez Monasterio, para que la justicia o la policía suministraran a su paisano los medios necesarios para trasladarse al lugar en que encuentre medios de trabajar. Pero el juez no quiso atender al cónsul. Con la ayuda de un paisano el bracero vuelve a Cascallares, en la fonda reclama su lingera, pero la policía había recogido a todas y tenía que ir a la comisaría a cobrarla. Allí fue el pobre denunciante, Belarmino Suárez, a reclamar lo que le pertenecía. En vez de hacerle entrega de su lingera, le propinaron una paliza brutal…” … “Cometido el vandálico hecho, le sustrajeron el reloj y 70 centavos que llevaba en el bolsillo. Robado, molido a palos, lo largaron a la calle.”
El periodista de El Debate, luego de escuchar al español, se apersona ante el subcomisario Dhers planteándole la cuestión, pero éste “nada dijo, dando la callada por respuesta, en un asunto que causó la indignación pública acá en Tres Arroyos, pues mas de un vecino de insospechable conducta vio en el estado en que habían puesto los salvajes policíacos de Cascallares al desventurado Belarmino Suárez. Seguramente que para el señor Dhers, lo ocurrido no tiene importancia alguna, como que desde la noche trágica del 19 de diciembre en Cascallares, vienen cometiéndose atropellos sin fin.”
10.- ¿Cuántos muertos?
Con certeza poco se sabe de los resultados reales de la represión a los obreros en huelga. Lo único que no tiene contradicción es que de parte de la policía no hubo bajas.
El ocultamiento de la verdad por parte de las autoridades de la época, el silencio cómplice de gran parte de la población –lo que imposibilitó que los hechos se documentaran o trasladaran por narración oral-, el escaso arraigo de una tradición de memoria, el desinterés por la historia local, sumado todo ello a que la mayoría de las víctimas eran muy pobres y foráneas –a veces extranjeras- y por lo tanto sin posibilidad de que alguien se interese por sus destinos, imposibilita conocer acabadamente el saldo final de la matanza. A estar por los relatos que hemos trascripto y lo expuesto en el periódico de Halkett, los muertos fueron muchos mas que los tres braceros denunciados por la policía.
Cuando el autor planteó a Furlani el interrogante sobre el número de víctimas, este señaló “no sé, pero viejos colonos que sembraron en Cascallares me contaron –unos 5 o 6 distintos y hombres serios- que cuando se engavilló en esa cosecha aparecieron muchos muertos en los rastrojos, talvez heridos graves que se escondieron en los trigales o cadáveres llevados a ocultar.”
Dando crédito a los testimonios rescatados por aquel dirigente sindical, a lo expuesto en el momento por el sector del periodismo no comprometido con el poder y a los indicios que surgen de la poca documentación oficial existente, juzgamos correcto no haber vuelto al tema mencionándolo como La huelga de los braceros. Resulta mas propio aludirlo como La matanza de Cascallares.
11.- El acuerdo
Luego de la represión el Poder Ejecutivo provincial ordenó a la policía que se mantenga alistada para continuar con su tarea si la agitación volvía y comisionó al Inspector del Trabajo de la provincia, ingeniero Figueroa Ozan para encontrar una solución que concilie los intereses de las partes. “Después de estar unos días acá (Tres Arroyos) y otros en coronel Dorrego, dejó las cosas peor que como estaban.” contó el corresponsal de La Vanguardia el 29 de diciembre. Ese mismo día, en una columna titulada “Solución satisfactoria”, relató “Los quintistas se fueron del lugar al no poder tener éxito y por estar todo muy vigilado por la policía. Los braceros entendieron que debían acercarse a los colonos y a los dueños de las máquinas. Le pidieron a Halkett que interviniera consiguiendo una reunión con la Unión de Agricultores. Así lo hizo. Presentó el pliego de condiciones y luego de discutirse se firmó un acuerdo entre aquellos y la Unión de Trabajadores.”
El acuerdo expresó: “Con el propósito de poner fin al conflicto económico creado entre los braceros agrícolas y los colonos, se han realizado gestiones encaminadas a buscar una fórmula de solución que satisfaga y contemple por igual lo intereses de ambas partes. Estas gestiones se han hecho entre los representantes de la Unión Agraria de Tres Arroyos y de la sociedad obrera Unión Trabajadores Agrícolas, por medio de reuniones, llegándose a preparar el pliego de condiciones que se publica en este manifiesto.
“En consecuencia, la Unión Agraria y la Unión de Trabajadores Agrícolas han acordado recomendar a los agricultores y braceros que acepten como fórmula de solución la tarifa de salarios, horario y condiciones generales que aquí se expresar:
“Tarifa de salarios: engavilladores, por día, 8 pesos cada uno; cargadores de carros, por día, 8 pesos; manejantes de carros, por día, 8 pesos; enganchadores, por día, 8 pesos; horquilleros, por día, 8 pesos; enganchadores, por día 8 pesos; yuguyeros, por día, 8 pesos; estibadores, por día, 8,50 pesos; emparvadores, por día, 9 pesos; cosedores de bolsas, por día y competentes, 11 pesos; manejantes de regadoras, por día, mínimo 10 pesos; embolsadores, por día, 9 pesos; caleros, por día, 12 pesos; caballerizos, por mes, 120 pesos; cocinero de chacra, hasta 30 personas, por mes, 120 pesos; cocineros de trilladora, hasta 30 personas, por mes, 150 pesos; sereno, por mes, 140 pesos; aceitero, por mes, 170 pesos; aprendiz fogonero, por mes, 160 pesos; fogonero, por mes, 200 pesos; aguatero, por mes, 160 pesos; ayudante fogonero, por mes 140 pesos.
“Horario: … Total de la jornada, 10 horas de trabajo diario, las que podrán ser distribuidas convencionalmente entre colonos y braceros.
“Alimentación: A las 7 a.m. fiambre, mate cocido y galleta; a las 11.30 a.m. puchero abundante, sopa, galleta y medio litro de vino por persona; a las 3 p.m., mate cocido y galleta; para la cena, estofado y guiso, sopa, galleta y medio litro de vino. Durante todo el día se suministrará a los trabajadores agua fresca y limpia.
“Correrán por cuenta de los agricultores los gatos que se originen para el transporte de los obreros, como ser viajes por galera o por ferrocarril y comida hasta llegar a punto de destino. Toda trilladora deberá estar provista de carpas o lonas para el caso de lluvia evitar que se mojen lo obreros. Los estibadores no pesarán ni apuntarán. El pago de los jornales se efectuará en la chacra o bien se convendrá el pago de mutuo acuerdo, por vales a cobrar en la ciudad o estación mas próxima…
“Trabajos a destajo se efectuarán mediante precio convencional con los trabajadores, así como el relacionado con el personal menor de edad…
“Como garantía de efectividad del acuerdo realizado entre la Unión Agraria de Tres Arroyos y la Unión de Trabajadores Agrícolas, el presente manifiesto será firmado por los representantes de dichas instituciones y por los representantes de la prensa…
“Por la Unión Agraria de Tres Arroyos, por los agricultores y comerciantes: José Cerro, Ramón Jiménez, F.F. Altegui, Adolfo toro Toro y Pedro Echeto, y por los obreros: Eduardo C. Blanco, Modesto Semovilla, Ramón Huire, José Berazategui, Esteban Callejo, José Rodríguez, Julio Parera y Francisco Cazarbo.”
Fue notable la mejora conseguida en torno a la jornada laboral y a la comida. Queda la duda sobre si también lo fue el aumento salarial. La suma acordada de 8 pesos diarios está solo 3 pesos por encima de lo que venían ganando y 7 por debajo de lo que se reclamaba originalmente.
Aquel mismo 29 de diciembre, La Prensa dedica su editorial al tema, titulada “Solución del conflicto agrario”, en la que señala “Examinados los pormenores del pacto, se comprueba que si los braceros no ven satisfechas sus mas extremas exigencias han conseguido apreciables mejoras en los jornales y en la alimentación, así como en ciertos gastos que antes gravitaban sobre su bolsillo; aparte de que el nuevo horario a observar les garantiza descansos oportunos y reparadores en el curso de la faena diaria. No hay memoria de que alguna huelga rural o urbana, ni la mas vigorosa y apasionada que haya conocido el país, se resolviera por la acción de los sindicatos o de los jefes de la agitación con resultados tan halagadores para los obreros como los que acaban de documentarse en Tres Arroyos mediante un tranquilo debate entre los colonos y sus peones”.
El día siguiente La Vanguardia también trata la cuestión y se adjudica el mérito de su resolución. Bajo el título “Éxito de la mediación socialista. La buena táctica” expone que “… el feliz desenlace se produjo gracias a la mediación del Centro Socialista local, representado por nuestro activo compañero Halkett.” … “Desde que se inició la agitación de los peones del campo, llamamos la atención de estos últimos sobre la necesidad de no complicar sus reclamaciones de índole gremial con ciertas sugestiones a la violencia propaladas por espíritus demasiados exaltados o elementos de oscura o ignota procedencia. Sostuvimos desde el primer instante que era necesario proceder con gran cautela en este primer gran ensayo de reclamación generalizada a todo el país de los peones del campo frente a las tareas de siega y de la trilla. Satisfechos de la parte de mérito que nos corresponde, seguiremos propiciando la táctica socialista para la solución de estos conflictos pues es la única que se atiene a las exigencias de los obreros, considerados a la luz de sus posibilidades, de su oportunidad y de su convivencia.”
Si bien ambos diarios, distintos en su concepción e intereses, coincidieron en saludar entusiastamente la solución arribada, valoraron de diferente manera la actuación de sus actores. Para el matutino burgués “… la rápida y sensata solución alcanzada en Tres Arroyos fue posible por la actitud enérgica que el poder ejecutivo provincial y la misma justicia ordinaria asumieran para someter a los agitadores de oficio a las sanciones legales.” Para el vocero socialista “Las actitudes del gobierno, de la policía y de la justicia crearon en Tres Arroyos un estado de tirantez completamente estéril y hasta contraproducente…”
12.- La prevención
El ejecutivo provincial, pasado el conflicto, se decidió a intervenir en la materia de cara al futuro. El 24 de enero de 1920 el gobernador Crotto dictó un decreto con el cual, bajo la excusa de organizar la distribución de braceros en su territorio, establecía un sistema de control de los trabajadores por el cual prometía premios –consistentes en trabajo en las obras públicas y prioridad para adquirir una parcela de tierra fiscal- para aquellos que tuvieran “buena conducta” a los ojos de los patrones.
Ello fue informado sin eufemismos por el diario La Nación el día siguiente. Bajo el título “El P.E. organiza comisiones de vecinos para la vigilancia de la conducta de los obreros. Beneficios ofrecidos”, el matutino de los Mitre manifestó “Con arreglo a indicaciones del departamento del trabajo, el poder ejecutivo bonaerense dictó ayer un decreto disponiendo que, a partir del 1º de febrero del corriente año, el departamento provincial del trabajo nombrará como representantes en cada uno de los pueblos de las zonas agrícolas una comisión de tres vecinos elegidos entre las personas mas ponderables de la localidad. A esa comisión irán dirigidas por tandas, en el número que la misma reclame, los trabajadores de la cosecha. Siempre que estos carezcan de medios de traslación, el ministerio correspondiente los proveerá de los pasajes de traslado. El departamento provincial del trabajo publicará con 15 días de anticipación al levantamiento de la cosecha el número de obreros que se necesite encada región, salarios, y también si existe algún otro gremio en huelga en la misma localidad. Por la citada dirección se le entregará a cada obrero un carnet, del que quedará un facsímil en el departamento provincial del trabajo, en el que se especificará, además de los datos personales, la clase de trabajo que ha efectuado en épocas anteriores. En el mencionado carnet, el patrón y un miembro de la comisión que represente al departamento provincial del trabajo, especificará asimismo, la buena o mala conducta del obrero durante su trabajo en la era. Una vez terminada la recolección, a la presentación de dicho carnet, teniendo en cuenta la buena conducta, el departamento quedará encargado de proporcionarle trabajo de invierno en las cuadrillas vecinales en las grandes obras de los caminos de Olavarría y Bahía Blanca y en todos aquellos en que el P.E. necesite trabajadores. Terminado un ciclo de 10 años de consecutiva labor con demostraciones de buena conducta en la era y en la obra, el P.E. considerará título suficiente para que dicho obrero tenga la preferencia para la adquisición de una parcela de tierra, para el caso de que la legislatura convierta en ley el proyecto de fomento de la producción presentado a su consideración por el actual P.E.. Finalmente establece que quedan comprendidos en los mismos beneficios los agentes de policía, guardianes de seguridad, cuerpo de bomberos, guardianes de cárceles, gendarmería volante, gendarmería de islas y policía caminera que tengan prestados servicios durante 10 años sin interrupción y sin antecedentes de mala conducta.”
Será a partir de la puesta en vigencia de esta norma que a los trabajadores golondrinas que viajaban gratis en ferrocarril durante la época de cosecha se los llamará con el nombre del gobernador que dispuso para ellos tal facilidad, crotos.
Ni el acuerdo al que se arribara en Tres Arroyos ni las promesas del decreto señalado impidieron la agitación en otros lugares de la provincia. La huelga que a los primeros días del año se desatara en el sur de Santa Fe se extendió rápidamente al norte bonaerense. La información de lo que allí estaba sucediendo puso en alerta a la policía local, que pidió refuerzos a la jefatura provincial para redoblar la vigilancia.
En vista de esta situación la Liga Patriótica Argentina redobló sus esfuerzos para difundir su doctrina y sumar adherentes. El agobiante calor de aquel verano no fue obstáculo para que su presidente, el doctor Manuel Carlés, visitara Bahía Blanca con el propósito de disertar en el Teatro Municipal y en la Plaza Rivadavia, explicando cómo enfrentar a quienes pretendían “subvertir el orden social” según lo relatara el diario La Nueva Provincia de aquella ciudad.
13.- Desacato a la autoridad
Dos días después de su salida llegó a manos del juez Ernesto Núñez Monasterio la edición del 19 de enero de El Debate. Frente a las denuncias contenidas en el ejemplar el magistrado se vio en una disyuntiva: guardaba silencio –lo que implicaría un tácito reconocimiento de las brutalidades allí relatadas- o hacía algo para, al menos, salvar la consideración pública sobre su cargo.
Se decidió por la segunda opción. En gruesas hojas Romaní, de su puño y letra, escribió “Bahía Blanca, enero 22 de 1920. Autos y Vistos y Considerando: 1º) Que en el libelo aparecido en la ciudad de Tres Arroyos con el nombre de diario ‘El Debate’, nº 15, correspondiente al día 19 del mes en curso, se publica bajo el epígrafe de ‘El salvajismo en acción’ un artículo en el que al hacer apología en forma de comentario de los hechos delictuosos ocurridos en la Estación Cascallares que son de pública notoriedad, se formulan injuriosas apreciaciones respecto de la forma en el infrascripto ejerció su ministerio.
“2º) Que la calumnia y la injuria propalada en tales términos constituye por parte del articulista la comisión del delito de desacato previsto y penado por el Código Penal en su artículo 235 inciso 1º, toda vez que van dirigidas a quien inviste autoridad y en esa razón y con motivo del ejercicio de funciones que le son propias, bastando para formar juicio definitivo sobre el particular la simple lectura de las expresiones que se emplean.
“3º) Que la responsabilidad criminal de los sujetos cuyos nombres aparecen publicados en el libelo de referencia como del Director y del Jefe de Redacción de ‘El Debate’ surge de inmediato, dado que si ellos no fueron autores del artículo, vale decir del delito, son, sin duda cómplices en su convicción, ya que prestaron la cooperación necesaria para que fuera publicado.
“4º) Que en tal virtud, tratándose de un delito de acción pública, existe un verdadero interés social en castigar al culpable que el agraviar con tales términos al magistrado, atenta, en verdad contra la dignidad de la justicia, que se pretende mancillar produciendo su menosprecio en el concepto público.
“En consecuencia, de acuerdo con lo preceptuado en los artículos 132 de la Constitución y 172 inc. 1º del Código de Procedimiento Penal, decretase la detención de Leonardo B. Halkett y F. A. Irurozqui Garro, Director y Jefe de Redacción respectivamente, a quienes se alude, debiendo librarse oficio telegráfico al comisario de Policía de Tres Arroyos a fin de que proceda al inmediato cumplimiento de esta resolución, haciéndoles saber que la privación de su libertad lo es por encontrarse prima facie la semi plena prueba e indicios vehementes de ser cómplices en el delito de desacato a la autoridad, practique la diligencia que establece el artículo 206 del Código de Procedimientos y los remita comunicados a la cárcel de esta ciudad y a disposición del proveyente. Dese intervención al Agente Fiscal. Firmado: Núñez Monasterio.”
El comisario Andrés Carcano y su segundo, subcomisario Raúl E. Sevilla, con gusto detuvieron personalmente a los periodistas, quienes pasaron la primera noche en la comisaría local y al día siguiente, convenientemente esposados, fueron trasladados a la Cárcel Departamental de Costa Sud, en Bahía Blanca. “La detención se hizo mediante un enorme despliegue de fuerzas, como si se tratara de terribles criminales … Se hace notar que tal proceder contrata con el usado en otras ocasiones con ciertos homicidas, quienes fueron tratados a cuerpo de rey por las mismas autoridades…” señaló La Vanguardia luego de titular “Abusiva detención de dos periodistas”.
El 24 por la mañana y defendidos por el abogado Emilio Gichard, prestaron declaración frente a Núñez Monasterio, quien increíblemente ostentaba las condiciones de víctima, acusador y juez, todas al mismo tiempo.
Ambos procesados relataron no haber sido autores del artículo en cuestión, el que, dijeron, les fue entregado firmado por Belarmino Suárez y le dieron cabida en el diario suponiendo exactas las afirmaciones que allí se denunciaban.
Ese mismo día, a las seis de la tarde el secretario del juzgado recibió un telegrama de la jefatura policial informando que ni Halkett ni Irurozqui Garro tenían antecedentes penales.
Una hora mas tarde el magistrado concurrió a su despacho y, nuevamente de puño y letra, redactó la resolución que brindaba la libertad provisoria a los detenidos: “Atento a lo que resulta del antecedente telegráfico y teniendo en cuenta que la penalidad que en caso de condena pudiera corresponderles a Leonardo Harkett y Francisco Irurozqui Garro, no excederá en su termino medio de dos años de prisión, de acuerdo con lo que establece el art. 172 del Cód. de Proced. Resuelvo dejarlos en libertad provisoria una vez que hayan constituido domicilio legal y real no pudiendo ausentarse por mas de tres días del lugar de su residencia sin previo consentimiento del juez de la causa.”
El órgano de prensa socialista, en su edición del 26 de enero, relató cómo fue la vuelta al pueblo de los detenidos. Dijo “En la estación los esperaba un numeroso gentío que dio vivas jubilosos al descender aquellos del tren, formándose luego una gran manifestación de aprecio que acompañó a ambos periodistas hasta la redacción de El Debate.”
En la misma resolución por la determinó la libertad de Halkett e Irurozqui Garro, teniendo en cuenta el hecho que originaba el procesamiento, Núñez Monasterio se consideró a sí mismo “falto de la imparcialidad y rectitud que debe primar en todos los actos de la justicia” y se inhibió de seguir siendo el juez de la causa y la remitió a juez de feria del Departamento de la Capital.
El juez platense Justo Chanetón la recibió el 5 de febrero y el 6 resolvió que quien debía tramitarla era el juez criminal Alfredo Vázquez, de Bahía Blanca. El 27 de abril este último se excusó señalando que, dado el delito imputado, el tema era de competencia de la Justicia de Paz tresarroyense. Allí fue a parar el expediente, en el que consta una única intervención del Juez de Paz E. Cazalas señalando “Hágase saber el juez que a conocer.” Sin mas fojas útiles, la causa nunca prosiguió y hoy forma parte del Departamento Histórico Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires.
Los periodistas de la zona –y también los de la ciudad de La Plata- se solidarizaron con sus colegas de El Debate, llegando a solicitar el traslado de Carcano, a quien veían como enemigo de la libertad de prensa y obstáculo para el cumplimiento de la labor informativa. Tuvieron éxito en la petición pero por poco tiempo. El comisario fue reemplazado por otro, llamado Laurent, quien investigó el proceder de su antecesor llegando a la conclusión que nada malo había hecho y que correspondía su reposición en el cargo, lo que así se hizo.
Todo volvió a estar como entonces.
Bibliografía consultada:
Diario La Nación.-
Diario La Vanguardia.-
Diario La Voz del Pueblo.-
Expedientes judiciales correspondientes al Departamento Histórico Judicial de la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires.-
Suplemento Tres Arroyos, un siglo del diario La Voz del Pueblo.-
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Gori, Gastón. El Pan Nuestro, Quilmes, 2002.-
Hora, Roy. Los Terratenientes de la Pampa Argentina. Una historia social y política 1860-1945, Buenos Aires, 2002
Martota, Sebastián. El Movimiento Gremial Argentino, t. II, Buenos Aires, 1965.-
Oddone, Jacinto. Gremialismo Proletario Argentino, Buenos Aires, 1963.-
Pianetto, Ofelia. Mercado de trabajo y acción sindical en Argentina 1890-1922, Buenos Aires, 1984.-
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Pucciarelli, Alfredo R. El Capitalismo Agrario Pampeano 1880-1930, Buenos Aires, 1986.-
Sartelli, Eduardo. De estrella a estrella … de sol a sol. Huelgas de braceros en Buenos Aires 1918-1922, en Ansaldo, Waldo, Conflictos obrero-rurales pampeanos 1900-1937, Buenos Aires, 1993.-
Fotos: Teresa Durante
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=74318695
https://elperiodistadetresarroyos.com/cosecha-roja/
Micaela Cascallares es una localidad argentina del partido de Tres Arroyos, en el sur de la provincia de Buenos Aires. Se ubica a 22 km de la ciudad de Tres Arroyos, sobre la Ruta Nacional 3.
El acceso al pueblo (desde la Ruta Nacional 3), se realiza mediante la Avenida Eduardo Perfumo. Aunque desde el oeste del pueblo, se puede acceder por la calle Máximo Paz.
La historia del pueblo se centró especialmente en su estación de ferrocarril, que unía las ciudades de Tres Arroyos y Bahía Blanca.
Debe su nombre a la madre del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Máximo Paz, quien junto con el Ministro de Gobierno, firmó el 23 de julio de 1889 el decreto aprobando la mensura de tierras para la según el ultimo censo hoy tiene 567 habitantes (Indec, 2010),
El 25 de noviembre de 1887 el gobierno provincial promulgó una ley fomentando la creación de centros agrícolas, que nuclearan colonias de productores con la finalidad de incrementar la producción agrícola. En diciembre de 1888 Benjamin del Castillo, adquirió 20.936 hectáreas a Ignacio Imaz, que posteriormente subdividió en 380 parcelas, propiciando el trazado del pueblo. La construcción del ramal de FFCC Tres Arroyos-Bahía Blanca provocó la división del tejido urbanos en dos secciones, habilitándose la estación en 1892. El movimiento laboral que generaba la producción agraria favoreció el desarrollo demográfico de la localidad, en poco tiempo la población estable superó los 1.200 habitantes.