Una sociedad anestesiada
Muy honrado me sentí hace una semana, al ser invitado a dar una charla para los voluntarios de Techo Valparaíso. La idea era hablar sobre la desigualdad en Chile y Latinoamérica, sobre lo que significa el trabajo que ellos realizan y como siempre en este tipo de cosas, uno termina recibiendo más de lo que entrega. Ver las caras de esos jóvenes abre una vieja reflexión…(Leer más)
Una sociedad anestesiada
{metadata}
Muy honrado me sentí hace una semana, al ser invitado a dar una charla para los voluntarios de Techo Valparaíso. La idea era hablar sobre la desigualdad en Chile y Latinoamérica, sobre lo que significa el trabajo que ellos realizan y como siempre en este tipo de cosas, uno termina recibiendo más de lo que entrega.
Ver las caras de esos jóvenes abre una vieja reflexión sobre la acción social, conversación que tengo siempre con mis alumnos en un curso del mismo nombre, reflexión que me persigue día a día en el país que vivo, el de mayor desigualdad de toda Latinoamérica, el que parece burlarse de sus ciudadanos mostrando lo bien que economicamente estámos, cuando deberían corregir ese eufemismo y decir lo bien que económicamente “sólo algunos estamos”.
Esta reflexión parte con la gran confusión que existe entre algunos términos: Solidaridad (adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros), Caridad (Limosna que se da, o auxilio que se presta a los necesitados) y Justicia (Virtud que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde). Aclarado esos términos puedo continuar.
Como se lo dije ese día a todos esos voluntarios de Techo Valparaíso: “Lo que ustedes están haciendo no es solidaridad, va más allá. Lo que ustedes están haciendo son actos de Justicia. Más que estar comprometidos con una institución, ONG o fundación, ustedes están comprometidos con personas que viven una injusticia, personas que son vulneradas en sus derechos básicos como seres humanos, y que ante los ojos de quienes vivimos en esta sociedad, parecen no existir.”
Estamos acostumbrados a ocultar lo feo, a cubrir lo que no nos gusta que se vea, lo que no nos gusta mirar, lo que incomoda, no queremos ver lo que duele porque nacemos anestesiados y así vivimos toda nuestra vida, evitando dolores físicos a través de la medicina moderna, dolores emocionales a través de psicoterapias y también medicamentos, dolores espirituales a través de religiones o pseudo religiones y falsos profetas sanadores. Estamos llenos de ansiolíticos, antidepresivos y libros de autoayuda, pero nadie entiende que vivir es también sufrir, es parte del aprendizaje esencial del ser humano y que lo estamos omitiendo. Una falencia más en nuestra alicaída educación.
En el yunque del dolor se forjan las grandes almas, ese dicho no es porque tengamos que sufrir como si fuera algo bueno, sino por el aprendizaje que es necesario para disfrutar su opuesto, para evitar las injusticias que vemos a diario y para deternos en los detalles, para ser realmente más empáticos.
Cada fin de año pareciera más común escuchar decir que “el tiempo se pasó volando”, no se dieron cuenta y ya estaban en otro año nuevo. ¿Hay una expresión más triste que darse cuenta que la vida se pasa, como decía John Lennon, mientras estamos ocupados haciendo otras cosas?
Debemos cambiar, es urgente y necesario, no sólo por uno, sino también por el resto, por los tapados, los de abajo, los que sobran, los nadies.
Hay que volver a mirar el dolor para que éste sane realmente, hay que volver la cara ante la injusticia para que ésta se denuncie y así combartirla entre todos, esa es la labor que hacen los que trabajan como voluntarios, esa es también la labor que nos corresponde a todos nosotros como seres humanos, como padres, hijos, hermanos, amigos, jefes o empleados. Injusticia somos todos, es hora de revertirlo.
Autor Gonzalo Larenas Crichton
Twitter: @GonzaloLarenas