No podemos seguir hablando de integración y pidiendo una bandera latinoamericana si estamos topando en lo básico, en nuestra absurda xenofobia, ese absurdo pensamiento que nos llena de vergüenza.
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Vergüenza Latinoamericana
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No podemos seguir hablando de integración y pidiendo una bandera latinoamericana si estamos topando en lo básico, en nuestra absurda xenofobia, ese absurdo pensamiento que nos llena de vergüenza.
En Latinoamérica tendemos a confundir dos conceptos que no tienen nada que ver uno con otro, xenofobia y patriotismo. Según la RAE, patriotismo es el amor por tu tierra o país, y por el contrario, xenofobia está definida como el odio al extranjero. Es por esto que, cuando una persona te dice que no eres patriota si no quieres guerra contra otro país, si dejas que entren muchos extranjeros, si aceptas a otras culturas o si criticas que las fuerzas armadas inciten el odio entre sus filas contra sus países vecinos como forma de entrenamiento, lo que quieren decir realmente es que no eres xenófobo. Nada de lo anterior tiene que ver con patriotismo.
Esto es consecuencia de que prácticamente en ningún colegio del continente enseñan nuestra historia, lo que llama tremendamente la atención de cualquiera, menos la nuestra, que lo vivimos y lo encontramos normal.
Sabemos de historia antigua occidental, del “descubrimiento” de América y de ahí nos encerramos cada uno en la historia de sus respectivos países, con sus respectivas visiones sesgadas. Ahí radica uno de los más grandes peligros de la humanidad, el de la historia única, como dice Chimamanda Adichie.
Una persona que no conoce su historia tampoco conoce su verdadera identidad, y esto es lo que le pasa a Latinoamérica, que aún no se da cuenta que tiene una historia en común, que los acontecimientos que ha vivido un país son prácticamente iguales a los que han vivido sus vecinos, con particularidades, como así también la tienen los hermanos de sangre. Venimos de una raíz en común, pero como niños mimados no nos enseñaron a compartir y nos volvemos agresivos ante cualquier absurdo motivo, y a esa agresividad la disfrazan de patriotismo.
Es triste que nos desconozcamos, que no nos reconozcamos cuando nos miramos a los ojos, es triste ver cómo nos tratamos en beneficio de personas externas, que como buenos pescadores, ante río revuelto sólo sacan ganancias. Sin darnos cuenta dejamos que nos roben, que nos estafen, que nos traten como niños.
Es hora de dejar de lado esa estupidez para retomar el camino que hemos construido paralelamente, un camino que hoy tiene a las grandes potencias con miras en la región, porque crecemos mientras ellos caen, porque aunque no lo podamos creer, hacemos las cosas bastante bien. Lo único que nos falta, como dice Raúl Rivera en su libro Nuestra Hora, es creernos el cuento, creer en lo buenos que somos y mirar lo positivo, lo negativo ya cansó a muchos. Es hora de abrir los ojos para enfrentar el futuro aceptando el pasado, y no lo contrario.
El cambio de mirada, el dejar atrás a los xenófobos para seguir con los “patriotas” requiere un cambio en nuestra educación, en una búsqueda colectiva y no individual, un cambio que se tiene que pensar a largo plazo y que debe enfocarse en la real integración, en que las personas comiencen a interesarse, como hoy lo están haciendo de a poco los jóvenes, en conocer quiénes somos.
Como profesor universitario del curso Latinoamérica, me he visto sorprendido cada semestre como se llenan de forma rápida todos los cupos, y es que hay algo que a los jóvenes les llama la atención en este tema, y son ellos también embajadores de un nuevo mensaje, de una nueva mirada sobre el continente y sus vecinos.
Lamentablemente todo se mancha con la xenofobia, la que reina en la cabeza de líderes descriteriados, que buscan a través del odio salvar su baja popularidad, desviando la atención como en las mejores estrategias de manejo de masas, hacia un enemigo externo que muchas veces no existe salvo en sus violentas cabezas e ideologías.
No podemos dejar que esto siga pasando, atrás quedaron las violentas dictaduras que enlutaron a nuestras tierras, atrás quedaron esas formas de gobernar buscando el odio y la guerra, atrás entonces debemos dejar a los que aún piensan así, y no caer en su juego, como vemos por ejemplo en los partidos de fútbol, donde todos parecen olvidar lo que predican y mostramos nuestra peor cara. Dejemos de actuar como niños peleando por tonteras y enfoquémonos en lo que realmente importa. Las peleas estúpidas que las discutan los estúpidos.
Por Gonzalo Larenas Crichton